El novelista caspolino Victor Juan Borroy presentó hace unos días su última novela, ‘Librería Jover’, en su ciudad natal. Habla en detalle sobre ella, sobre su vínculo con Caspe y sobre su afición a la escritura.
¿De qué trata Librería Jover?
Esta novela explica que un señor, después de trabajar durante 30 años en Madrid, decide volver a Zaragoza y abrir una librería en la céntrica calle de San Clemente. Por allí van pasando distintas personas: hasta 16. A veces con un dialogo con el librero y otras veces como si fuese una reflexión personal ellos. Van recreando allí sus vidas y nos hacen partícipes de sus sueños, de sus ilusiones, de sus miedos,… La única historia que se mantiene en todo el libro es la amorosa que mantiene el librero, Juan Jover, con una joven que un día entra a comprar un libro.
La portada guarda muchos secretos…
Es una borrachera de amistad y de complicidad. Así se lo dije a Luis Rabanaque, su diseñador. Yo quería que la portada del libro fuese una librería. Entonces, lo primero que hicimos es irnos a Huesca y fotografiar una librería que a mí me gusta mucho: la librería anónima. Eso sí, le dimos la vuelta porque yo quería que estuviese en la contra y así poner el escaparate con libros en la portada. Yo quería que el propio libro ‘Librería Jover’ estuviese expuesto en el escaparate de la librería Jover. Tras hacer eso fuimos rellenando con detalles: libros de amigos, carteles… y también dejamos también el reflejo de la realidad. Cuando haces una foto a un escaparate como este en la foto salen reflejadas las señoras que están en la calle, los árboles o el coche que está aparcado. Es algo que también ocurre con lo que cuento dentro del libro: un reflejo de la realidad.
Está ambientada en Zaragoza… ¿Una de las ciudades más importantes en su vida?
Sí. Yo siempre digo que tengo tres ciudades en mi vida: Caspe, Zaragoza y Huesca. Caspe es donde fui niño y cada vez que vengo busco en las calles aquel niño que fui. Hay que explicar que yo entiendo el mundo alrededor de la palabra. Por ello no es casualidad que la novela esté ambientada en una librería, donde hay muchos libros con palabras y donde la gente puede hablar. Y es que a mí me hace muy feliz el poder hablar con la gente. La palabra es lo que realmente nos hace humanos. Durante siglos y siglos nos hemos reunido alrededor de la palabra para combatir el miedo y la incertidumbre o para compartir la alegría. Todo esto es lo que estas personas hacen en el libro, y lo hacen en un escenario que es propicio. Muchas veces vamos a las librerías no solo a comprar sino para como dicen las personas mayores: a ‘estame’. En esa manera de estar en los sitios está también las palabras. Y las palabras con las que mi madre me enseñó a nombrar el mundo en estas calles de Caspe y con las que mi abuelo me contaba historias cuando íbamos a pescar en el Mar de Aragón son las mismas que me han traído aquí. Son las que hacen que yo escriba, con las que doy clase, con las que me entiendo, con las que me enamoro o con las que hablo a mis hijos. He sido un tipo muy afortunado.
Habla de tus orígenes en Caspe. También ha escrito sobre ello.
Varias veces. Tengo una novela que presentamos aquí en el IES: ‘Caspe, aquellos días de luz y palabras’. Ahí se cuentan muchas cosas de mi infancia. En esta novela, en la que te digo que hay 15 personajes, hay un niño que se va a vivir a Zaragoza con 6 años, que se consideraba exiliado del paraíso (Caspe) y que vivía pensando en volver -exactamente igual que yo-. Asimismo, tengo escrita una serie de memorias de mi infancia que se publicará el año que viene. Se titulará ‘Caspe, mis días azules’. Juego con aquel verso que le encantaron a Machado y que decía ‘aquellos días azules y aquel sol de la infancia’. He tratado de recordar a personas, celebraciones… toda la vida vista con los ojos del niño que yo fui en Caspe. Es un libro que me gusta mucho porque sé que es el que más le gustaría a mi madre.
¿Cuándo empezó a escribir y cómo se convirtió en novelista?
Escribir, por ejemplo cartas, lo he hecho siempre. Desde mi adolescencia. Pero fue en 2004, estando con unos amigos en Garrapinillos, cuando les dije que deberían contar la historia más hermosa que yo conozco: la de Ramón Acín, Paco Ponzan y Palmira Pla… Entonces me dijeron: escríbela tu. Hasta el momento únicamente había escrito sobre la historia de la educación. No sabía cómo iban vestidos los personajes o lo que sentían. Esa fue la invitación a la novela. Desde entonces he publicado 6 novelas, varios cuentos, libros… Pero vaya, yo creo que lo más importante e interesante es contar el origen del tipo que escribe, aquel niño que escuchaba historias en la Calle Vieja. Aquellas señoras habían viajado poco y no habían leído mucho pero tenían una historia que contar: su propia vida. Yo cuando escribo intento escribir como hablaban ellas, con palabras de verdad y con lo esencial. Me interesa mucho más lo que ocurre en el corazón de las personas que leen que lo que pasa en los libros que escribo.
Han pasado dos décadas. ¿Cómo cree que ha evolucionado el sector de la escritura?
En la actualidad publicamos muchísimo. Seguramente mucho más de lo que se lee. Esto lo ha cambiado todo las ediciones digitales, que lo hace más barato. A mí me interesan cada vez más los libros bien hechos. Yo voy a la imprenta, selecciona el papel, me gusta tocarlo, ver la tipografía… Creo que solamente vamos a guardar los libros que sean hermosos de ver. En los últimos años esto es lo que más ha cambiado. Yo tenía mucha fe en los libros digitales pero tampoco creo que sea una revolución. A la gente nos sigue gustando el tacto y el olor del papel… Leer en una pantalla es totalmente distinto.