Bajoaragoneses por el Mundo: Marta Andaluz Olalla vive y trabaja desde hace 16 años en Irlanda
Marta aterrizó en Dublín en 2002 y allí está su casa desde entonces, aunque en estos años han pasado muchas cosas. Ha pasado hasta Estados Unidos.
Trabaja en el departamento de pagos a proveedores en una de las empresas punteras a nivel mundial dedicada al «leasing» de aviones. Una empresa que compra los aparatos a grandes compañías como Boeing y los alquila a diferentes aerolíneas. Se trata de un tipo de industria muy arraigada en Irlanda porque allí se creó. Marta explica el origen curioso de un sector que ella desconocía. «Me llegó una oferta y acepté», dice.
Le advirtieron de la altísima competencia y de que el proceso no iba a ser fácil. Afrontó varias entrevistas y pruebas y fácil no fue, pero entró. «Creo que la inconsciencia de no saber lo que me esperaba me hizo ser un poco más feliz», ríe. Y feliz sigue en su puesto desde hace más de año y medio.
Se licenció en Derecho en Zaragoza y entonces se cruzó Irlanda en su camino. «Fue una beca del Instituto Cervantes la que me llevó a Dublín en 2002», recuerda. Enlazó la beca con dos trabajos en empresa y volvió a España por unos meses porque se cruzó Bayer en su camino. Ese trabajo le llevó a vivir a Estados Unidos, país que acabó cambiando de nuevo por Dublín. Entonces ya conocía a su marido y decidió moverse para estar juntos.
Volvió y lo hizo en el equipo de Google donde estuvo más de un año trabajando desde Irlanda pero con viajes a la India o Polonia, entre otros sitios. «En todos los trabajos he estado a gusto pero cambiar allí no se ve mal. Es signo de que quieres progresar», aclara. Eso, y la flexibilidad en horarios y conciliación con la vida personal es lo que más valora y lo que más difiere con España.
«Queda mucho por hacer en tema de mujer, eso es internacional, pero hay diferencias», dice. «De hecho, no hay foto ni edad en el currículo y tú como responsable no puedes preguntar tampoco ni siquiera el estado civil. Si no lo pone, no puedes preguntar nada que el candidato no cuente por él mismo», relata. Reflexiona desde La Puebla a pocas horas de volver a Dublín tras unos días emocionantes antes de afrontar el otoño.
Inculcar las raíces
No ha perdido el vínculo con sus amigas y ha sabido transmitir a George y Lola que La Puebla es su casa. Hablan perfectamente español, tocan el tambor y saben cómo se siente uno enfundado en un traje baturro. Lola ha sido Moza este verano y George «está loco con los cabezudos». También el irlandés Patrick, su marido, es uno más entre los amigos poblanos y zaragozanos. Marta sonríe mucho pero cuando habla de su familia, más.
«Para mí es importante que vean y sepan cómo me crié y eso también se lo inculco a través de la comida, por ejemplo, aunque estemos en Irlanda», dice. «Antes me llevaba ingredientes pero ahora se puede encontrar de todo allí», añade.
Este año ha sido el de cumplir los 40 y Marta lo ha hecho «muy feliz». Dice que está feliz en su trabajo pero que su vida empieza a las cinco de la tarde cuando llega a su casa y puede compartir momentos. Momentos que, desde hace unos meses, también los pasan en la cancha de fútbol. El primero en apuntarse fue George, luego Lola y después Marta.
«Estamos en un equipo las madres en una liga y todo», advierte riendo. Es fútbol gaélico, una modalidad típica en la que se mezcla también el rugby. Le encanta Dublín y ella también es una irlandesa más.