Este mes de abril se cumplen 60 años del descubrimiento de una de las cuevas más espectaculares de Aragón. Quizá no tan conocidas como las de las Güixas en Villanúa pero que, sin duda, también merecen una visita: las Grutas de Cristal en Molinos. La localidad turolense alberga en sus profundidades estas curiosas formaciones de diversidad de tonalidades cromáticas que no dejan indiferente.
Fueron unos espeleólogos catalanes los que «oficialmente» las descubrieron en abril de 1961 pero la historia tiene su matiz local. Alivio Ciércoles Villanueva -hijo de molineros en Molinos y en otros pueblos como Santolea- se fue a trabajar en su juventud a Cataluña, donde conoció a los espeleólogos Francisco Subils y Françesc Cardeña. Los tres eran trabajadores de la empresa Soler Almirall S.A., fabricante de rodamientos en la población de Sant Joan Despí en Barcelona. «Mi padre, que era cazador y conocía el término del pueblo de arriba abajo, les convenció para que fuesen a ver la Sima de la Manzanera y las cuevas de las Baticambras, otra cueva descubierta muchos años antes», recuerda el hijo de Alivio, Carlos José Ciércoles. Junto a ellos también participó en el descubrimiento «José Subils, familia de Francisco Subils», que fallecería un tiempo más tarde en unas cuevas del sur de Francia.
Desde que se hicieron visitables al público, a mediados de los años 80, las Grutas de Cristal de Molinos se han convertido en un referente para aficionados de la espeleología de todo el mundo. Y es que estas atípicas formaciones tienen un elemento diferenciador en relación a otras cuevas famosas de España, como pueden ser las Cuevas del Drach en Mallorca o las de Nerja: las llamadas estalactitas excéntricas, que bajan desde el techo desafiando la ley de la gravedad haciendo verdaderas filigranas, en varias direcciones.
El espectáculo de este enclave turolense atrae también cada año al público en general, especialmente a familias con niños, atraídos por viajar a las profundidades de la Tierra y dejarse llevar por la imaginación. Eso sí, llegar requiere un esfuerzo, ya que hay que superar los 130 peldaños que separan el aparcamiento de la puerta de entrada a las Grutas. El recorrido interior es muy sencillo -la duración de la visita, siempre con guía, es de unos sesenta minutos y se accede a dos salas: Sala de los Cristales y Sala Marina.
Una buena opción para hacer una escapada por Aragón ahora que el confinamiento perimetral nos invita a conocer o redescubrir la Comunidad, respetando las restricciones sanitarias marcadas por la pandemia.
Fui hace años con los niños y les encantó. El pueblo y el entorno es precioso.