Fueron un «cúmulo de casualidades» las que provocaron que Adolfo Giner terminara siendo ceramista. Tras más de 20 años trabajando como minero, el cierre de la mina de Castellote llegó como un jarro de agua fría que Giner supo aprovechar como una segunda oportunidad. Fue entonces cuando lo que hasta el momento era una mera afición de días libres acabó ocupando todo su tiempo mientras estaba en el paro. «Dediqué ese tiempo a la cerámica. Hice muchos cursos, clases y aprendí a base de prueba y error», cuenta. Su empeño pronto se vio recompensado al poder comenzar a dedicarse a este mundo de forma profesional, un trabajo que, frente a su faceta como minero, desde un principio consiguió otorgarle «gran satisfacción personal y mucha libertad».
Su nuevo oficio como ceramista terminó alargándose durante 25 años llegando incluso hasta la actualidad, cuando Giner todavía se ve incapaz de dejar de crear piezas pese a estar ya jubilado. «Ahora estoy aprendiendo a manejar el torno en madera, me gusta mantenerme activo», explica. «Aunque la cerámica siempre estará ahí».
Sus inicios los vivió junto a Trini Espallargas, ceramista de Alcorisa, su amiga y su primera maestra. «En los últimos años de la mina ya iba a clases con ella, pero no fue hasta que estuve en el paro cuando pude dedicarme al 100%», afirma. Fue con ella con quien aprendió a perfeccionar su técnica y las bases del oficio y es a ella a quien recuerda cuando habla de sus primeras piezas.
Poco después, el esfuerzo y la constancia consiguieron que Giner creciera profesionalmente y llegara a alcanzar el primer gran hito de su carrera como ceramista: poder abrir su propia tienda junto a Pilar, madre de sus dos hijos. «Era una pequeña tienda ubicada en Mas de las Matas. Vendíamos mis piezas y otras de compañeros del gremio que completaban la oferta disponible», explica. El éxito del local fue una doble alegría porque llegó para él como una segunda oportunidad para salir del paro.
Giner recuerda aquellos años con cariño, aunque asegura que su etapa más especial llegó años después, cuando Giner pasó a ser quien enseñaba al decidir abrir su propio taller-escuela en el mismo municipio. «Con Pilar conseguimos un taller y ahí inicié a dar unas formaciones semanales en las que explicaba técnicas como el torno o raku a estudiantes que llegaban hasta Mas de las Matas desde todas partes de España o incluso Portugal», cuenta entusiasmado.
Cada verano durante años Giner recibía a grupos de 10 integrantes que vivían y aprendían durante estos siete días en un formato intensivo. Lo vivía como «una locura» al ser una gran carga de trabajo y de forma muy personalizada, pero la satisfacción siempre ejercía un peso mayor. «A veces creía que yo aprendía más de mis alumnos que ellos de mí porque me hacían unas preguntas que yo nunca me había hecho hasta entonces», confiesa.
El mejor regalo de esta época llega para él hasta la actualidad, cuando Adolfo todavía sigue la pista a varios alumnos que iniciaron sus aprendizajes de cerámica con él y ahora continúan en el sector o incluso tienen sus propios talleres en los que ofrecen clases.
Algo parecido vivió también cuando fue profesor de la escuela de cerámica en Muel (Zaragoza). Allí, además de dar clases a niños, Giner también pudo crear las piezas de las que hoy en día está más orgulloso. «Uní la decoración típica de Muel fusionando la técnica raku, algo que no se había hecho nunca», afirma. Aquella técnica que creó todavía sigue siendo utilizada en otras piezas a día de hoy, un legado que para Giner es entendido como lo más importante de su profesión.