La periodista y escritora Ana Iris Simón conocía Alcañiz por su alcalde, Ignacio Urquizu, a quien sigue en Twitter, pero no fue hasta el pasado jueves cuando visitó por primera vez la ciudad para presentar su libro «Feria». Desde la publicación de su obra -un conjunto de «crónicas costumbristas que atañan a la cotidianidad de su familia, pero en las que puede leerse la historia de España»- en octubre de 2020, Simón ha recorrido el país a través de sus capitales de provincia. Su parada en el ciclo «Alcañiz Lee» supone la primera presentación de «Feria» fuera de ellas. Acompañada de su pareja y de su hijo pequeño, la escritora aprovechó la oportunidad para alargar su estancia y descubrir el Bajo Aragón.
¿En todas las familias puede leerse un poco la historia de España?
Sí, al final todas las decisiones que se toman en los despachos, en Bruselas y en comités de dirección de empresa inciden en nuestras vidas. Yo cuento cómo a través de la vida de mis abuelos maternos, que eran feriantes, pude leer la globalización cuando su oficio dejó de tener sentido. O como a través de las reflexiones de mi abuelo paterno, que tiene una familia muy extensa, se puede leer la demografía y por qué ahora no tenemos tantos hijos.
Hay miedo a vivir peor que nuestros padres…
Nuestros padres, que nacieron en una dictadura, tienen en el horizonte el progreso. Mi padre nació en una casa que no tenía baño y vio cómo lo construían, pudo estudiar a diferencia de su padre y tener un trabajo (de cartero) mejor que el suyo que era campesino. Ellos, a su vez, nos han educado como si el progreso fuese algo lineal y todo lo que han luchado y conseguido fuera a ser mejorado en nuestra generación. Sin embargo, nos hemos dado de bruces con que eso no es así. Tenemos trabajos precarios y nos independizamos y tenemos hijos cada vez más tarde, y es una decisión vital sí, pero también una imposición material, que tiene que ver con la pérdida de poder adquisitivo y con la quiebra de la confianza en un horizonte que sea un progreso asegurado.
El esfuerzo, entonces, ya no asegura el progreso...
Cuando di el discurso en Moncloa (con motivo de la presentación del plan Pueblos con Futuro), el taxista que me llevó me contó que él había sido camionero y luego taxista y que podía vivir con un sueldo en casa. Sin embargo, su hija lo había dejado con el novio y con veintitantos años había tenido que volver a casa porque sin una pareja no podía independizarse y el dolor que eso le causaba. Él había invertido mucho esfuerzo en que su hija pudiera ir a la universidad con la confianza de que eso supondría un ascenso social, una manera de asegurar sus condiciones vitales, y en la práctica no ha sido así.
¿Por qué crees que el discurso que diste en Moncloa se hizo viral?
La clave fue decir lo que dice la gente normal, lo que le escucho a mi primo que es agricultor, lo que oigo en mi entorno, lo que se habla en el bar o en casa de mi abuelo… Creo que las elites y el pueblo, la opinión pública y la publicada, o lo que se dice en el congreso y lo que se dice en la calle, nunca había estado tan lejos, y eso es en culpa parte de los periodistas. Yo creo que en el periodismo local estáis mucho más apegados a la realidad que a escala nacional.
Vivías en pleno Malasaña y volviste a casa, a Aranjuez, para poder criar a tu hijo, que hoy nos acompaña en esta entrevista.
Sí, y antes estuve viviendo en Ávila. Todo el mundo habla mucho de la España Vacía y piensa en aldeas de Teruel, Asturias o Galicia con cien habitantes, pero la España Vacía también es la de las capitales de provincia como la de Ávila quedándose sin jóvenes. Aranjuez, sin embargo, tiene unas características muy concretas porque está en Madrid y mucha gente que no puede permitirse vivir en la capital, viene aquí. Yo crecí en una localidad de al lado que tiene mil habitantes, así que también conozco lo que es vivir en un pueblo muy chiquitín.
Ahora que has vuelto, ¿te arrepientes de haberte ido?
Lo que siento es como un arrepentimiento por la condescendencia con la que miré mi propio pueblo o mis raíces al irme y por sentir que solo tenía sentido mi vida y mi carrera laboral lejos de allí. Quería vivir en Malasaña y trabajar en el centro de Madrid y miraba un poco por encima del hombro a mis compañeros del colegio e instituto que se querían quedar y tener hijos e hipotecas. Admiro profundamente la intuición de alguna gente que dice que quiere quedarse, pero mi camino ha tenido que ser de ida y vuelta para darme cuenta de muchas cosas.
De eso hablas también en tu libro…
Al final creo que mi libro lo lee tanta gente porque es la historia de muchos a los que nos venden que solo en las ciudades tienen sentido nuestras vidas y nuestras carreras, y que solo allí vamos a poder realizarnos. Se debe a esa creencia de que los pueblos son lugares de barbarie prácticamente. Y lo que me jode es que cuando volvemos, muchas veces los que provenimos de allí incluso, parece que lo hacemos como civilizadores. Me parece terrible.
¿Es la vuelta al medio rural una oportunidad para los jóvenes?
La vuelta al medio rural no debería plantearse como un mal menor o una opción B. Tiene que existir la posibilidad de que quien quiera pueda tener unas condiciones dignas de vivienda y de trabajo en su ciudad y que quien quiera no tenga que irse de su pueblo. Estamos viendo como en la práctica miles de jóvenes españoles se ven obligados en muchas ocasiones no solo a marcharse de su pueblo, sino de su propio país. Hay que luchar por que en los centros de las ciudades el alquiler no sea imposible y en los pueblos haya trabajo, asistencia médica y servicios públicos de calidad.