Asignar una disciplina artística a David Castillo no es factible. Es pintor, escultor, fotógrafo y también herrero al que le gusta experimentar en la fragua íbera. Y es que desde los 16 años se dedica de forma profesional a las artes. Una manera de conocer parte de su bagaje es asomándose a la exposición que hasta el 31 de marzo podrá visitarse en el Hotel Boston de Zaragoza. Se llama ‘Vuelta atrás’, y la puesta de largo será este jueves 23 a las 19.00 con la inauguración. Este será un buen momento para compartir con él y entre quienes se acerquen hasta allí. «Es una bonita costumbre, y nos podemos ver, conversar y tomarnos algo», dice invitando a asistir aunque la muestra podrá verse libremente hasta fin de marzo.
El polifacético artista afincado en Azaila hace en ‘Vuelta atrás’ una celebración de los 25 años de su exposición del año 1997 en este mismo hotel. Por aquel entonces apenas llevaba un lustro haciendo muestras en bares, restaurantes y en la calle cuando hizo su primera exposición en un espacio amplio y fuera del llamado ‘underground’. «En la inauguración del 97 vivía en Zaragoza, tenía un trabajo y era una persona muy urbana, aunque tenía orígenes rurales. Pero ahora, haciendo este repaso, me doy cuenta de que en los cuadros ya estaba esa intencionalidad de escapar de lo urbano hacia un mundo más asalvajado, que es lo que hice. Luego está la parte personal, que obviamente, uno se ha hecho más viejo», sonríe.
Como explican desde el círculo del artista, en ‘Vuelta atrás’, Castillo (Zaragoza, 1973) muestra una selección de obras de gran formato pintadas desde la fecha de aquella exposición. Se trata de un repaso a su obra, una mirada al pasado, una parada en el camino para mirar lo recorrido. «Si algo ha caracterizado la obra de David Castillo desde sus comienzos es el uso del color y la simbología, el color como forma de llamar la atención sobre el espectador, atraerlo a su mundo como una ventana mágica, un color dotado de fuerza e impacto», añaden.
Rescatando las palabras de la crítico de arte Desirée Orús en el catálogo de aquella exposición, «al arte se le pide que se mezclen en él lo habitual y lo mágico, porque donde sólo se encuentra lo habitual no hay arte y donde sólo hay magia su efecto es simplemente la emoción».
Otra de las constantes en la obra de David Castillo ha sido el uso de signos como elementos atávicos de culturas del pasado que están presentes en toda su trayectoria. Desde sus comienzos y cambiando de temáticas o de técnicas siempre están presentes, en su última etapa influenciado por la arqueología y el mundo rural se repiten pautas como la utilización de su propio signario o la aparición de objetos como las puntas de flecha, las hachas o las lanzas. Las obras se mueven entre lo abstracto y figuras que son reconocibles. «De hecho, una cosa curiosa es que hay mucha simbología que ya utilizaba antes de ir a vivir a Azaila y que tienen que ver con lo que posteriormente ha sido mi vida. Por ejemplo, hay unos cuadros que hacen referencia al lenguaje íbero y celtíbero y casualmente acabamos viviendo en Azaila, donde hay un yacimiento íbero importante», reflexiona en Hoy es tu día.
Tras aquella exposición de 1997 con aquellos signos inventados y de carácter mágico, se centra en las texturas urbanas de un mundo industrial y tecnológico aun cuando se traslada a vivir en 2003 a Azaila, un pequeño pueblo en vías de despoblación. Ya en el mundo rural se centra en conceptos más naturales como las capitanas o el mundo de la arqueología del que es conocedor realizando trabajos de arqueología experimental con su proyecto Vida Primitiva. Junto al yacimiento Cabezo de Alcalá.
En cuanto a la técnica pictórica, mantiene a lo largo de estos años el uso del pigmento sobre lienzo, ese duelo entre el artista y la materia que siempre lo ha caracterizado. Como recuerda Castillo, el título de la exposición ‘Vuelta atrás’ es una canción de Más Birras y también una expresión que emplean científicos y matemáticos para buscar soluciones a problemas. «Al mirar atrás ves las cosas con una perspectiva muy diferente y asusta un poco porque veo que toda mi vida ha girado en torno a la pintura. De hecho, si nos fuimos a vivir a Azaila fue por buscar un espacio más amplio para pintar, la pintura me ha acompañado y hay muchas cosas que se han repetido a lo largo de este tiempo sin buscarlo», reflexiona.
En el medio rural encontró todo el espacio que necesitaba y buscaba para seguir desarrollando su carrera. No obstante, «aunque se interviene en edificios o se construyen nuevos no se suele pensar en la posibilidad de habilitar salas». Encontrar locales acordes para exponer sigue sin ser sencillo, ni en la urbe ni en los pueblos, y menos para obras de gran formato y ‘Vuelta atrás’ lo precisa.
Algunos datos sobre su trayectoria
Castillo se dedica desde los 16 años a las artes y en 1992 comenzó a realizar exposiciones por los bares de Zaragoza con sus amigos del Colectivo Subterráneo (Julio Sari y Alfredo Losada). También ha expuesto en galerías privadas, instituciones públicas, museos, pueblos y ciudades. Entre ellos, en Andorra o en Híjar, en la Sala de Arte Contemporáneo del Centro de Estudios del Bajo Martín (CEBM). En el Año 2000 junto con Eva Gil y la fotógrafa oscense, tristemente fallecida, Alegría Lacoma creó Birrus, un estudio de diseño, arte y fotografía.
Es miembro fundador de la asociación Arte Monegros, comarca de la que desciende. En el año 2003 junto con su pareja se trasladó a vivir a Azaila, desde donde desarrolla su vida y su obra. Continúa realizando trabajos creativos con Birrus Design and Art, su labor artística y continúa con su periodo de experimentación arqueológica y la forja con la reproducción de objetos del pasado con las técnicas de la antigüedad. Por eso creó La Fragua Íbera, un proyecto en el que recrea las técnicas de forja del pasado.