Michael Romano llegó hace 18 años a España desde Uruguay. Reside en La Ginebrosa y trabaja desde Alcorisa
«Casi llevo el mismo tiempo viviendo en España que el que pasé en Uruguay». Michael reflexiona sobre su salida de casa. «Tenía 18 años y muchas ganar de ver mundo», sigue. Puso tierra de por medio y sin ningún plan claro. «No sabía si para un mes o para quedarme, tenía un tío que vivió en Suiza y mi idea era recorrer Europa», añade.
El punto de llegada fue Barcelona y de ahí, seguiría el resto de Europa aunque los planes cambiaron ligeramente. «Me gustó y me quedé. Me instalé en Sabadell y de ahí seguí visitando países pero con billete de ida y vuelta», explica. Michael llevaba la cámara de fotos con la que salió de Santa Lucía, una pequeña ciudad de «dimensiones parecidas a las de Alcañiz», apunta. «Siempre me había llamado la atención la fotografía y era una gran afición. Mis trabajos no tenían nada que ver».
En 2001 se cruzó Aguaviva. Sus padres, que se habían trasladado con él a Sabadell, tenían amistad con una de las familias que habían ido desde Argentina en un proyecto de repoblación. Probaron en un territorio que no conocían y que a Michael le atrapó para siempre. Fue allí, una vez instalado, cuando decidió cursar los tres años de formación en Barcelona en una de las academias de fotografía más importantes a nivel europeo para convertir la cámara en su herramienta de trabajo.
Entre el estudio y el campo
A los tres años cambió Aguaviva por La Ginebrosa. «Vivo muy a gusto con mi novia y mis perros», ríe. Y desde allí se desplaza a Alcorisa, donde abrió la tienda. Está especializado en fotografía de moda y publicitaria y entre sus clientes figuran muchas empresas de gremios muy variados conscientes de que las ventas de un producto comienzan con cuidar la imagen. Grandes superficies de bricolaje como Leroy Merlin exhiben sus imágenes.
No se cierra a nada como bien atestiguan las paredes de su estudio donde las fotos de publicidad se mezclan con estampas de fiestas populares, sesiones de parejas embarazadas y con reportajes de boda, un ámbito que domina. En este sentido celebra que el público cada vez tiene más cultura visual gracias en parte a los móviles con cámara.
«Mucha gente exige con conocimiento de causa y está muy bien porque te obliga a ser mejor, como la competencia, que te obliga también a ello», explica. «Si es un evento importante la gente acude a un profesional y se olvida del móvil, otra cosa distinta es el intrusismo, que sí hace daño», reivindica.
La inquietud y la curiosidad le han llevado a querer explorar el paisaje que le atrapó en 2011 y pasa mucho tiempo en la naturaleza, en concreto con las aves. «Todo está relacionado porque técnicas que aprendo en el campo las aplico a sesiones de estudio», dice.
Es uno de los colaboradores fijos de las iniciativas del Plan de Dinamización de la Comarca del Bajo Aragón, como por ejemplo, la guía de aves o el concurso I Safari Fotográfico #VisitBajoAragon que se celebró en noviembre.
«Me encantaría seguir en turismo ornitológico con rutas, talleres de foto para niños, adultos,…», dice mientras se distribuye el tiempo para acercarse a ultimar el nuevo «hide» (observatorio de camuflaje) recién instalado por la Comarca. «Requiere de adaptación porque el protocolo de uso es muy estricto para no interferir en la rutina de las aves», explica.
Entre todo esto, y por su cuenta, perfila otro proyecto con casas rurales de la zona con las que unificar alojamiento con talleres de fotografía. «Trato de estudiar, probar, leer mucho sobre el tema y aprender de los mejores. Es la única forma de evolucionar y me encanta», cuenta.