La provincia de Teruel es el lugar donde el fenómeno del granizo se observa con «más frecuencia», siendo las comarcas del Bajo Aragón y el Maestrazgo las que registran la incendia más alta de todo el país, según varios estudios científicos. «Hay estudios que nos indican que incluso sería la más alta de toda Europa», explica Andrés Merino, profesor titular en el Área de Física Aplicada de la Universidad de León y experto en este fenómeno meteorológico. Su amplia trayectoria en la estación de la Ibérica zaragozana entre 2003 y 2014 le ha permitido estudiar relevantes episodios históricos de intensas granizadas, como «la de 2003 de Alcañiz o la de 2010 en Calanda, que también supuso graves pérdidas en el melocotón«.
A pesar de la virulencia a la que está acostumbrado el territorio, los vecinos se han visto sorprendidos ahora por tres granizadas en dos días consecutivos, un episodio meteorológico que sin duda quedará en la memoria colectiva, tanto por su periodicidad como por su impacto. Lo cierto es que comparar datos y su magnitud en el cómputo histórico resulta complicado porque este fenómeno meteorológico no se monitoriza en tiempo real en ninguna de las diferentes estaciones meteorológicas existentes. Es decir, no existe una serie histórica registrada. «Actualmente no se está monitorizando en tiempo real ni de manera automática la caída del granizo, aunque existen algunos aparatos muy concretos que se usan en el ámbito de la investigación», matiza Merino.
El granizo es un fenómeno muy puntual, local y discontinuo en el espacio y en el tiempo, indica el físico. «Algunas veces los observatorios lo anotan, pero no hay una serie histórica concreta», detalla. La falta de redes de este tipo de instrumentación imposibilita por tanto una cuantificación de estos fenómenos, cuyo registro sólo existe a nivel puntual de investigación o solo en algunos observadores ciudadanos. Así, los datos existentes se desprenden de ciertos observatorios de AEMET que anotan el fenómeno y sus características. También a través de recuentos de aficionados con testimonios gráficos particulares. No obstante, la falta de una base de datos imposibilita contar con una tendencia histórica clara. «Es cierto que a lo largo de los años hemos recopilado ciertos datos de informes periodísticos o de algún observador voluntario, pero no tenemos una base de datos científica exacta que determine cuál ha sido la mayor granizada de los últimos 20 años», enfatiza Merino.
Según puntualiza Merino, uno de los mecanismos existentes para calcular el impacto del granizo es el de la red de granizómetros que puede instalarse en determinadas áreas geográficas. Se trata de unas placas que registran el impacto del granizo al caer, ubicadas en un punto concreto y que permite medir su tamaño. Un mecanismo, que sin embargo no puede hacer un seguimiento continuo ni uniforme del fenómeno. A nivel de investigación se está trabajando con teledetección, la detección del granizo a través de los satélites, que sí permiten tener una cobertura espacial uniforme en el terreno y en un tiempo continuo. Esta tecnología de momento no traspasa el ámbito de la investigación científica. «Esta es la línea de investigación a seguir», concluye el científico.
Cómo se evitan las granizadas
El Consorcio Antigranizo de Aragón, con sede en Cariñena, tiene repartidos generadores de yoduro de plata en cuatro comarcas de la comunidad autónoma para evitar que se produzcan granizadas. Estos aparatos están gestionados entre el propio consorcio y las Comarcas. De hecho, tanto el Bajo Aragón, como el Bajo Aragón-Caspe cuentan con uno de estos generadores antigranizo. Pero, ¿cómo funciona este mecanismo?
Cuando aún está el cielo despejado, el Consorcio recibe un informe de la Universidad de León, con la que colaboran, en el que se indican las probabilidades de granizo a lo largo del día. Con esta información, los equipos que están en el campo se ponen en alerta y encienden los generadores de yoduro de plata. «Este compuesto químico tiene una estructura muy parecida al agua, por lo que cuando se dispersa forma muchos más cristales de hielo de los que se formarían, de modo que, o bien el hielo se distribuye en trozos más pequeños, o bien se convierte en agua por el rozamiento en la caída evitando así las pedregadas», explica Fernando Peligero, gerente del Consorcio Antigranizo de Aragón.
A parte de este tipo de sistema antigranizo, existe otro que pueden contratar los agricultores o interesados particulares, unos cañones a base de acelitano. Funcionan emitiendo unas ondas hacia la atmósfera que deshacen el granizo. Los radares monitorizan la tormenta y activa el cañón previamente a que esta llegue. «Aún teniendo los cañones, ha habido campañas como esta en las que sí que ha caído granizo. Eso sí, habría que valorar si el tamaño de las piedras hubiese sido más grande de no contar con este sistema», puntualiza el agricultor nonaspino, Miguel Zurita, que no tiene ninguna duda de la fiabilidad del aparato para proteger los frutos.