¿Cómo entró en política?
De casualidad, porque no llevaba intención, pero el anterior alcalde insistió tanto en que nos presentásemos algunos ya jubilados, que nos animamos. Y fui el más votado.
Claro, que son listas abiertas.
Eso es, y no me pude negar porque si te votan das el paso. Mi única aspiración es hacerlo lo mejor posible. Si vives en un pueblo pequeño es un compromiso más que tomas.
Pero creo que novato del todo no es, que ya fue cargo municipal.
¡Uf! Hace tanto… Fui concejal con mi suegro José Riba, el primer alcalde de la democracia. Él lo dejó y se presentó mi mujer (Elena Riba), que fue una legislatura alcaldesa.
¡Menudo historial!
(Ríe) Parece que venga de casa, ¿verdad? Pero no, ya te digo que fue hace muchos años y entré por lo mismo, porque mi suegro me insistió mucho en tener a gente joven. Y ahora mira: por jubilado.
¿Cuál ha sido su vida profesional?
He sido chófer de mi camión toda la vida. Con el tiempo pusimos granjas de pollos, que las llevan mis dos hijos. Empecé en una gravera en Calanda al volver de la mili y surgió la posibilidad de comprar un camión y entrar en Samca. Allí pasé 30 años transportando carbón de las minas de Ariño a la Térmica de Andorra. Así hasta que nos echaron con el cierre.
Carbón y transporte, dos crisis.
Hay que tratar mejor a los chóferes, por eso no hay. Es dura la faena y te tiene que gustar mucho. Yo tengo la suerte de que he hecho en la vida lo que me ha gustado, poder decir eso es lo mejor que te puede pasar.
¿Qué ideas hay para La Ginebrosa?
Unas cuantas, pero dependerá del presupuesto y subvenciones. Queremos climatizar el salón y estamos en vías de darle uso continuado a parte del edificio del centro social. Ahí tenemos también el gimnasio, la peluquería y un espacio diáfano donde se dan clases, y hay cocina a estrenar. El albergue se reconvierte en casa rural municipal, estamos con la actualización del PGOU y con todo el mantenimiento, que ya son frentes abiertos.
El día a día de la gente...
Y hacerlo más agradable. Ya hemos hecho mucha limpieza. Acabamos de recuperar los lavaderos, que estaban muy sucios. Habrá un carril bici que lleve al ‘pumptrack’ y queremos limpiar la balsa del Castillo, otra zona de paseo.
Imagino que muchas peticiones las recogerá en la calle.
Sí, todo el mundo te dice algo, pero no me importa, me gusta hablar con la gente y quisiera que todo el mundo estuviera contento con nuestra gestión. Lo intentaremos.
Se ha jubilado pero no se aburre.
¡No! Y no pienso en el camión, pero cuando veo a compañeros de ruta me hace ilusión.
Alguna costumbre sí habrá adquirido ya sin tener horarios rígidos.
Sí. Las mañanas suelo estar por el ayuntamiento, especialmente si es día de secretario, o fuera con temas municipales. Por las tardes es sagrada la partida al guiñote en el bar. Antes no lo podía hacer y es un momento de socializar y hablar de muchos temas un rato. Esa es la función de un bar en un pueblo pequeño.
Usted se quedó porque enseguida encontró trabajo. Y, ¿ahora?
Tenemos muchas granjas de pollos, pavos, conejos, cerdos… Si no es por eso no estaríamos ni la mitad y no tendríamos en el colegio más de 15 estudiantes y dos maestros. En los pueblos sin industrias nos mantiene la ganadería, porque la agricultura solo tampoco, porque es muy inestable. Al mismo tiempo siempre estamos vigilantes con el abastecimiento de agua porque en verano multiplicamos población.
¿Qué tiene La Ginebrosa para que sus hijos mantengan el arraigo?
Viene muchísima gente y también gente que nos conoce por amigos y se compra casa. Hay piscina, frontón, gimnasio, tienda, bar y médico. Con el arreglo de la carretera a Alcañiz hemos ganado tiempo y seguridad. Creo que la gente está a gusto, tanto vecinos como los turistas que nos visitan, que son muchos.