El pasado domingo se celebró el Día Internacional de las Personas Cuidadoras. Desde entidades como CEAFA, la Confederación Española de Alzhéimer y otras Demencias, se aprovechó para reivindicar mejores servicios y bienestar social para aquellos que encabezan estas labores tan fundamentales. Solicitan que se establezcan programas de apoyo que permitan conciliar la vida profesional y personal de los cuidadores.
Por su parte, en lo local, AFEDABA-Los Calatravos celebró una charla este lunes para abordar la prevención de la sobrecarga laboral a los cuidadores. La impartió la psicóloga Belén Hernández.
El domingo se celebró el Día Internacional de las Personas Cuidadoras. ¿Existe una perspectiva de género en este ámbito?
Sí, las personas cuidadoras siguen siendo mujeres principalmente. Siempre ha sido así y se mantiene. Hablamos de cuidadoras de entre 45 y 65 años y que, normalmente, lo compaginan con otros cuidados: niños u otros mayores. El estrés y la ansiedad, así como la impotencia, son comunes entre estas personas. Por ello, hasta ahora nos hemos ido ocupando de saber cómo acompañar al cuidador para saber cómo reducir ese estrés. En estos últimos años, el diagnóstico precoz de según que enfermedades nos permite detectarlas antes que se manifieste. Sin embargo, aquí el cuidador ya va a necesitar mucho soporte para preparase para lo que viene.
Las personas cuidadoras y la dependencia van de la mano. ¿Qué engloba esta palabra?
Es un término muy amplio. Alcanza a muchas demencias y también depende de la fase de la enfermedad. Podemos hablar de alzhéimer, pero también de otras muchas patologías. Enfermedades degenerativas y otros tipos de dependencias. Por ello, insisto, depende mucho de la enfermedad. También están las que atañen a la salud mental, discapacidades intelectuales…
¿Con qué apoyos cuenta un cuidador?
Cada vez tiene más. También es cierto que a la vez siempre son pocos. Al principio de la enfermedad creo que lo más crucial es contar con un espacio terapéutico o psicoeducativo para entender en qué consiste la enfermedad y como adaptarme y qué medidas tomar. Incluso a nivel legal o ético con las últimas voluntades. Surgen dudas como el si debemos hablar con la paciente de la enfermedad o no. El primer punto, que es el acompañamiento al cuidador para orientar, debemos seguir reivindicándolo. Para ello estamos las asociaciones. Es cierto que hay otros recursos como un centro especializado terapéutico, la ayuda a domicilio, la Ley de Dependencia… También hay otros programas como los periodos vacacionales que se pueden solicitar. Contamos con ayudas, pero a la hora de la realidad siguen siendo pocas.
¿Esta situación es agravada en el mundo rural?
Sí, totalmente. Aunque, por fortuna, contamos con comarcas que pueden usar su transporte para acercar a pacientes hasta nuestro centro. Aún así siempre se quedan poblaciones que no pueden venir sin cubrir y es muy difícil interaccionar con los pacientes. Es importante también dar un respiro nutritivo al cuidado. No es que el cuidador lo necesite desde el principio, pero este respiro permite quedarse tranquilo y vea que está haciendo algo bueno por su familiar al que quiere.
¿Cómo prevenimos la sobrecarga al cuidador?
Como profesionales parece que siempre nos tenemos que preparar para hacer nuestro trabajo y hacerlo posible. El del cuidador también lo es. Y debemos concienciarnos de ello, ese es el primer paso para prevenir. Luego llega la formación para conocer la enfermedad y saber cómo actuar y qué va a venir. Si yo quiero cuidar no pueden descuidarme a mí. Para ser cuidador no podemos enfermar ni descuidarnos a nosotros mismos. Tenemos que ver que hábitos tenemos que adquirir y que cosas debemos dejar fuera.
¿La sociedad valora este trabajo?
Para ellos, una parte de todas esas emociones que se llega a vivir y forma parte de la sobrecarga es el no sentirse reconocidos o valorados. Debemos valorar que gracias a estas personas los pacientes se están sosteniendo e incluso mantienen su autonomía.
¿Qué hay del llamado síndrome del cuidador quemado? ¿Existe?
Sí, existe. Lo hace en muchos trabajos cuando las demandas superan los recursos que tenemos. Hablamos además de un trabajo muy delicado porque cuidar a una persona dependiente ya es bastante dependiente de por sí porque va a superar los recursos de cualquier persona sobre todo con el nivel de vida que llevamos actualmente.
¿Cómo se sale de ahí?
A veces cuesta pedir ayuda porque supone descargar tiempo para que otros se ocupen. Hay que saber decirse no a si mismo en algunas ocasiones. Hay que ver como romper ese círculo de sobrecarga y hay que hacerlo interviniendo de forma muy práctica. Puede ser con el programa de ayuda a domicilio, el apoyo de un centro de terapia, repartir las tareas con familiares cercanos… Hay que pedir ayuda. Prevenirlo es otra tarea. Ese paso previo. Queremos incidir en ello para regularnos y prepararnos.