La mujer sigue sin poder optar a puestos de responsabilidad y tiene que dedicarse al cuidado
La mujer en el mundo rural se enfrenta a una triple discriminación: al ejercer una actividad económica sometida a grandes incertidumbres, en un entorno muy masculinizado y con poco apoyo social que ayude con las tareas familiares. Este es el lema de Fademur, la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales, y que sirve como ejemplo de que la discriminación de la mujer en el mundo rural aún se agrava más que en una gran ciudad.
Hoy, Día de la Mujer, se volverá a vivir hoy como una nueva jornada de reivindicación de derechos.
Las calles y plazas bajoaragonesas se llenarán de nuevo del color morado en una jornada que se vuelve a prever histórica después de la gran reivindicación del año pasado, que sobrepasó las previsiones de la organización. Se prevén servicios mínimos en muchas instituciones y en muchos casos se realizará la huelga de dos horas.
La caravana del Bajo Aragón Feminista partirá este viernes de Caspe y llegará a Andorra pasando por Alcañiz y Alcorisa. En el Matarraña también habrá actividades al igual que en otras muchas localidades de la zona.
En días anteriores ya se han organizado actividades previas. Ayer por la tarde varias decenas de personas, hombres y mujeres, se concentraron en Caspe para recorrer unidos las calles más céntricas de la localidad en una «marcha morada» haciendo ruido con cacerolas, pitos y música.
Feministas de Valderrobres preparando las pancartas este jueves. Foto: J. de Luna
Desempleo rural
La discriminación de la mujer rural se centra principalmente en la formación y los servicios; motivos que no le permiten ser igual a los hombres pero que también la empujan a marcharse de sus pueblos por falta de oportunidades profesionales. Por ello, desde Fademur reivindican cursos online y aulas homologadas. La tasa de desempleo rural es superior al 42% en España. En Aragón, más de 100.000 mujeres que viven en pueblos de menos de 2.000 habitantes.
Un problema, el de la falta de oportunidades, que tiene diferentes vertientes. Por un lado, los empleos que se ofrecen son mayoritariamente en el sector servicios y de cuidados, que son jornadas partidas o por horas sin opción de jornada completa o de ascender a puestos de dirección con mejores salarios.
El trabajo femenino en el sector agrícola todavía es en muchas ocasiones invisible. A pesar de que se cuenta con una Ley de Titularidad Compartida desde hace ocho años, los sucesivos gobiernos no la han impulsado y por eso se ha aplicado de forma muy irregular. En total hay poco más de 500 explotaciones registradas en España. En Aragón, tan solo 23 titularidades compartidas en estos ocho años. «Esto supone un techo de cristal porque si no eres dueño de una explotación no puedes pertenecer por ejemplo al consejo rector de una cooperativa, uno de lo puestos más altos en el medio rural. Es la pescadilla que se muerde la cola», explica María Bosque, técnico de Fademur en la comunidad. En los consejos rectores de las cooperativas agroalimentarias, por ejemplo, solo el 3,5% de sus integrantes son mujeres, mientras que en su base social las mujeres representan el 25%.
La Política Agraria Común (PAC) sigue sin implementar una perspectiva de género a pesar de que rige el sector más potente económicamente en el mundo rural: el agrícola, y supone la partida presupuestaria más importante en la UE. En España las mujeres representan el 37,3% de las personas perceptoras de las ayudas directas de la PAC, es decir, 279.815 mujeres frente a 470.397 hombres reciben esta subvención. En cuanto a la cuantía, también salen mal paradas: de media, las productoras perciben un 36,67% menos que los productores. Lo mismo ocurre con las ayudas para los programas de desarrollo rural: el diferencial económico entre géneros llega a un 23,66% .
Las trabajadoras por cuenta ajena también sufren en el medio rural una brecha salarial en comparación con los hombres. Una desigualdad que las convierte en habitantes de segunda categoría y que lastra su promoción social y económica.
Las mujeres rurales viven en primera persona la carga y la falta de reconocimiento del trabajo doméstico no remunerado. La «ayuda» y el «cuidado» se consideran su tarea en muchos casos y son cargas más elevadas para las mujeres en los pueblos que en las ciudades debido a los escasos servicios con los que cuenta la población dependiente. «Si dedican parte de su tiempo a cuidar o ayudar en el campo sin cotizar no pueden emprender ni crecer personalmente. Hay mujeres muy formadas para los puestos de trabajo que se ofrecen por lo que su única salida es emprender», explica Bosque.
Para ello, es esencial también terminar con la brecha digital, que perjudica las posibilidades de autoempleo y emprendimiento de las mujeres que viven en los pueblos.