Entre aplausos, risas y el cariño de su pueblo, el calandino Miguel Portolés Mombiela fue homenajeado este miércoles con la medalla La Calandria, un reconocimiento con el que el Ayuntamiento quería conmemorar su «excelente trabajo para divulgar la historia, cultura y tradiciones de Calanda». «Miguel es toda una institución en nuestro municipio. Estoy más que satisfecho de que sea él quien haya recibido esta medalla por todo lo que significa y, sobre todo, por todo lo que le queda por otorgar a nuestro pueblo», destacó Alberto Herrero, alcalde de la localidad.
El legado de Portolés quedó constatado a lo largo de todo el acto. Tal y como explicó la corporación municipal, es él quien lleva años recopilando la historia de Calanda en un archivo personal que pronto será digitalizado a través de la Fundación Mindán Manero y «servirá para entender mejor la transformación del municipio a lo largo del tiempo». Además, él mismo es también uno de los impulsores de uno de los últimos hitos de la localidad: la recuperación de la Feria de San Miguel, un logro en el que participó activamente aportando datos históricos de cómo era este evento antiguamente para volver a ponerlo en marcha. «Cada día viene con nuevas ideas a nuestro Ayuntamiento, todas documentadas. Es una labor con la que quiere mejorar el municipio, y eso debía ser recompensado», añadió Herrero.

A sus 90 años de edad, el historiador no pudo evitar mostrar su emoción mientras reconocía que no esperaba tal homenaje. «Yo no soy universitario, pero siempre he tenido mucho interés en conocer hechos antiguos. Por eso he recopilado durante toda mi vida. A ello se une que me gusta mucho escribir. Pero no lo he hecho por este tipo de medallas, sino porque es mi afición», explicó.
Portolés, además, también supo transmitir su astucia durante un discurso de agradecimiento en el que aprovechó para dar nuevas ideas que «sigan haciendo de este municipio algo grande». «Apunta, apunta», le dijo al alcalde en más de una ocasión, todo ello generando una carcajada conjunta entre los presentes.
El acto marcó el inicio de las fiestas del Pilar y dejó con buen sabor de boca a todos los amigos, familiares y demás vecinos que llenaron el salón de plenos para la ocasión, especialmente porque durante la cita hubo tiempo para todo, incluso el humor. «En un pueblo de la sierra, el día antes de las fiestas, dos vecinos querían comprobar si la traca de inicio de festejos funcionaba, por lo que decidieron encenderla un día antes. Al día siguiente, al empezar realmente sus fiestas, el alcalde no podía encender la mecha, a lo que los vecinos le dijeron: ‘qué raro, ayer sí que funcionaba’. Esperemos que hoy no pase lo mismo», dijo entre risas Portolés.
