Isabel Coixet fue la invitada al inicio del toque que volverá a silenciarse a las dos de la tarde.
«Por muchos años que pasan, y ya son seis, nunca me acostumbro y siempre es especial». José Ramón Ibáñez lleva todo este tiempo dando la orden de Romper la Hora desde el centro de la plaza y sin perder un ápice de intensidad ya que «las emociones van en aumento cada año que pasa».
Como alcalde, este Viernes Santo a mediodía volvió a hacerlo, y al levantar el bastón de mando, Isabel Coixet y Pedro Guarc abrieron la Rompida sobre el bombo gigante.
La cineasta tomó la maza y cumplió a la perfección con el cometido. «La vibración del bombo y la del resto de tambores que te rodean te traspasa. Ha sido muy especial», dijo una vez consiguió reordenar sus sensaciones.
Coixet rompió la Hora con Pedro Guarc que estuvo acompañado por su hijo Teo.
Coixet compartió emoción y honor con Pedro Guarc, calandino designado por la cofradía Jesús Entrando en Jerusalén. «Esto no se puede explicar, estoy que no me lo creo. Es un momento que voy a recordar toda mi vida», dijo. No se lo contará a su hijo Teo, que con siete años, le acompañó en el momento. «Eso lo ha hecho más especial, estamos todos muy emocionados», añadió.
También participó, invitado por el alcalde, el presidente de Aragón, Javier Lambán, que la noche anterior presenció junto a la consejera de Educación y Cultura, Mayte Pérez, el Romper la Hora de Samper de Calanda. Durante unos minutos dio con la maza en el bombo junto a los Guarc y Coixet. Destacó la unión que se crea en torno a los tambores y la personalidad que imprimen a Aragón «en el conjunto de España».
Los tambores y bombos y visitantes llenaron tres plazas. Acentos de toda España y de parte del extranjero se mezclaron entre las calles. Belgas, ingleses, franceses,… Fueron miles las personas que quisieron acercarse a ver qué era esto de la Rompida de la Hora.
Calanda seguirá retumbando hasta las dos de la tarde. A esa hora la plaza volverá a teñirse de morado cuando se reúnan todos los tambores y bombos apurando los últimos redobles. A esa hora y a la señal de la corneta, callarán a la vez y el estruendo dará paso a los abrazos, besos y despedidas hasta el próximo año.
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