La emoción y los aplausos se adueñaron el domingo por la tarde del salón de actos del Hogar Santo Ángel de Alcañiz. El aforo, de 240 butacas, estaba completo para disfrutar del espectáculo de fin de curso de la escuela alcañizana de jota Malandia. La elección del lugar no fue casual, sino que este año se decidió dedicar el acto a los abuelos, por lo que los usuarios de la residencia asistieron como público en primera fila. 60 alumnos, de todas las edades, realizaron una actuación conjunta, de más de dos horas, en la que se combinó el canto y el baile.
«Fue increíble lo vivido en el Hogar Santo Ángel. Fue una actuación que nos hizo emocionarnos a todos. Es increíble la grandeza que tiene la jota, que hasta los más ancianos con Alzheimer avanzado cantaban las jotas. Menuda lección nos dieron aguantando las dos horas de actuación», subrayó el presidente del Grupo Folclórico Malandia, Carlos Quílez. También mostró su «orgullo» hacia todos los alumnos, en especial hacia los más pequeños y hacia sus padres, que son quienes les llevan a las clases, por su «gran capacidad de aprendizaje». «Hay pequeños que en tan solo dos años ya se mueven como profesionales ante el público. No sólo se les enseña a cantar y a bailar sino también a comportarse encima del escenario y detrás de él», explicó.
El curso escolar de la escuela Malandia comienza en septiembre y termina en junio. Sonia Platero enseña canto; Ramón Artigas, baile y organización; y Luis Quílez, rondalla. De forma paralela a las clases, se trabaja en un proyecto conjunto, que sirve para poner en práctica y perfeccionar lo aprendido, y al mismo tiempo para deleitar a los vecinos a fin de curso. La actuación del domingo se guionizó para que tuvieran cabida todos los alumnos, que tienen desde 3 años hasta casi 80. Eso sí, hubo algunos que, lamentablemente, no pudieron asistir por lesiones o falta de disponibilidad.