A sus 77 años, Manuel Blesa (Ariño, 1945) sigue en activo pintando y vendiendo en su galería, situada en su casa de Sitges. Adentrarse en ella es conocer con cada objeto, que guarda una historia, el mundo de este ariñero que ha dedicado su vida al mundo del arte. Sí que ha dejado ya las exposiciones que le han llevado por medio mundo aunque sigue participando en muestras colectivas. Sus cuadros han viajado a Italia, Suiza, Inglaterra… aunque donde más ha trabajado es en Holanda, donde existe mucha afición por el arte y buenos compradores.
Manuel, que sigue la estela de EncontrARTE tras la escritora de Maella Jennifer Boltaina, reconoce que siempre ha tenido como «obsesión» llevar Aragón en su pintura a través de «los paisajes y los personajes del campo» y posee la colección de cerámica aragonesa más importante en Cataluña con piezas de los siglos XVII a XIX. Cuenta con cientos de piezas de Muel y Teruel además de otros objetos como tallas de madera de carácter religioso. No obstante, las piezas más numerosas son las de cerámica, que además se han convertido en la principal temática de su obra pictórica en los últimos años.
El artista es profeta en su tierra. Ha expuesto en su Ariño natal y también en Alcañiz de la mano de su amigo Enrique Trullenque; y en Teruel, donde tuvo una retrospectiva, además de en Zaragoza o Mas de las Matas, entre otros. «A Ariño regreso cuando puedo aunque ahora hace tiempo que no voy. Han sido muy buenos conmigo y pusieron mi nombre a la calle en la que nací. Al principio me supo mal porque se llamaba calle del Prado y me recordaba al museo de Madrid pero ya me aclararon que no tenía nada que ver, que hacía referencia a un prado de árboles», explica.
De pequeño Manuel ya pintaba para los clientes de sus hermanos, barberos en su Ariño natal; y con poco más de 12 años era alumno de las clases de dibujo del célebre Alejandro Cañada en Zaragoza, donde se trasladaba un día a la semana en un camión que transportaba carbón.
De Ariño se marchó con 15 años a Barcelona siguiendo a uno de sus hermanos, que se reconvirtió a peluquero de mujeres. Manuel empezó como barbero pero no era un oficio que le gustaba y trabajó también como camarero y en un taller de restauración de antigüedades. Durante un par de años, coincidiendo con la mili, estuvo en la afamada empresa del mueble y de las artes decorativas de Simón Loscertales Bona en Zaragoza. «Recibíamos encargos de los países árabes ricos, de Madrid, del palacio de El Pardo… yo trabajaba como dorador, poníamos pan de oro auténtico, de 24 kilates», detalla.
Durante la veintena Manuel combinaba los distintos oficios que tuvo con los retratos al natural que realizaba en el paseo de Sitges, donde por la tarde-noche trabajaban muchos pintores durante la época estival. En invierno se marchaba a hacer la temporada a Canarias. Allí nació su primer hijo. Entonces «comenzó a tomarse la vida en serio» y decidió dedicarse exclusivamente a la pintura. Se estableció en Sitges con su familia en una antigua casa de pescadores que compró en 1972 y en la que aún hoy reside y que es también su taller. La abre como galería todas las tardes en verano y los fines de semana en invierno. Junto al mar encontró la inspiración para desarrollar su obra, que tiene como protagonistas «los campos áridos y soberbios de luz de Aragón y sus protagonistas, de rostro tostado por el sol y el trabajo». Del coleccionismo de cerámica antigua aragonesa y escultura religiosa surgió un cambio en su pintura. Dejó las figuras y comenzó a pintar cerámica popular y antigua de Muel y Teruel.
