El presidente del Centro de Estudios del Bajo Martín hace balance de La Noche en Blanco y profundiza en el papel de estos centros
La Noche en Blanco cada vez tiene más adeptos y además, satisfechos, ¿a qué se debe?
En parte a esa satisfacción porque cuentan que les ha gustado y que quieren repetir y eso va llamando a más gente. Respecto a 2018, hemos incrementado un 25% la asistencia.
Se estrenaron dos cortos en los que se implicó a profesionales que nada tienen que ver con la tierra y que terminan haciendo un vínculo fuerte. ¿Cómo reciben estas propuestas?
Muchas veces hay que acudir a gente que tiene experiencia en un campo determinado como en este caso el audiovisual. Creo que los proyectos se venden solos porque son ideas chulas pero luego vienen, ven la aceptación, y no se lo pueden creer. Llenamos el cine de Urrea y eso en Zaragoza no es fácil.
¿Qué papel juegan los centros de estudios?
Nos preocupamos de la historia y el patrimonio pero también de exposiciones o iniciativas más próximas como, en nuestro caso, la Noche en Blanco o el FestiFal. Los centros de estudios somos las únicas entidades que se están preocupando por la Cultura y no por el Espectáculo, y con iniciativas que se ajustan a las necesidades del territorio porque la gran ventaja de los centros es que surgen de abajo arriba. Salen de los ciudadanos y llegan a las instituciones que por fortuna nos apoyan. Van cambiando los colores de los Ayuntamientos y ahí siguen y eso te hace sentir que lo estamos haciendo bien.
¿Cómo puede ayudar hacerse socio?
Para mí tiene dos sentidos. Por un lado, demuestras que hay un interés de un grupo de personas por estas inquietudes. Por otro, la importancia de contar con un respaldo económico propio porque no siempre se subvenciona el total de una actividad o hay que adelantar parte. Son 25 euros por año y persona. Ahora somos unos 250 y llegar a los 600 no sería una locura para una comarca de 7.000 vecinos. Nos vamos manteniendo pero lo importante no es el número de personas sino que la sociedad vaya respaldando las actividades y la propia repercusión que puedan tener. A veces son actos que ya sabemos que no van a tener tanta afluencia de público.
¿Cómo por ejemplo?
El Coloquio Internacional de Patrimonio Judío ha hecho que haya un municipio de España en la Red Europea de la Asociación de Patrimonio Judío. Se trata de Híjar. Ese Coloquio trajo otras cosas como demostrar que la sinagoga hijarana era sinagoga. Vamos a pensar en el calado como medida de éxito.
¿Qué queda hasta diciembre?
Presentar el Rujiar sobre Patrimonio Morisco y ya trabajamos en el de 2020 que tratará sobre cine rural. En noviembre tenemos FestiFal y celebraremos asamblea general donde espero tener relevo. Un día en un acto me dijeron que era el tercer presidente del CEBM que conocían y eso es muy bueno, eso significa que estamos vivos.