El destino hizo que Eva Buj cumpliese uno de sus sueños en el verano de 2020: regresar a su localidad natal. Con 19 años se marchó a estudiar a Zaragoza. En esta ciudad fue donde conoció a Chisco, su marido, y en la que ha vivido y trabajado durante varios años.
Al quedarse en el paro durante el confinamiento provocado por la pandemia y no encontrar otro trabajo en la capital, los vecinos la avisaron de que se buscaba a alguien para el supermercado porque la persona que se encargaba hasta ese momento se jubilaba. «En principio iba a ser solo para verano, pero el contrato se alargó y aquí estamos», dice orgullosa Eva.
Este supermercado tiene todos los productos básicos necesarios para el día a día: alimentación de todo tipo, productos de limpieza, de higiene personal… Incluso acuden vecinos desde otras localidades vecinas a realizar allí su compra semanal.
Afirma también que la conciliación laboral con la familiar y social es muy buena. «Socializo mucho más aquí que en la ciudad. Aunque trabaje todo el día, tengo aquí a mis amigos de siempre y en Zaragoza era mucho más complicado ponerse de acuerdo para vernos porque cada uno llevábamos horarios muy distintos».
La principal ventaja que tuvieron para poder trasladarse rápidamente era que ya disponía de una vivienda familiar y que comparte con sus padres y sus hermanos. «Antes vivía uno de ellos, pero por motivos laborales él y su familia tuvieron que irse de Aliaga», añade.
Al principio se mudó con su hija Mía, que entonces no tenía los dos años de edad. Su marido, al tener su puesto laboral en Zaragoza, regresaba al pueblo cada fin de semana que podía para visitarlas hasta que, finalmente, decidió buscar trabajo por la zona. Y lo logró a los pocos meses en una localidad cercana. «Yo siempre decía que quería volver al pueblo, y hemos tenido mucha suerte los dos al poder tener trabajo en el sitio que queremos», reconoce.
Además, la aliaguina destaca también que quiere que su hija crezca en el mismo ambiente en el que lo hizo ella, pudiendo tener una mayor libertad, tranquilidad y ninguna atadura como le podría ocurrir en cualquier otra localidad de mayor tamaño y número de habitantes. La familia tiene pensado quedarse en Aliaga de manera indefinida, por lo que han puesto a la venta su piso en la capital para poder construir así su propia casa en el futuro.