Los días previos a la Semana Santa el pulso se acelera en la familia Bes Badal. Entre las más jóvenes especialmente porque el Concurso Nacional ya está encima y, una vez que pase, llegarán los tres días más importantes y esperados del año. «Lo mejor es que nunca vas a sobrar. Da igual que no sepas tocar porque siempre vas a tener gente y un hueco». Carmen y Lucía Bes Gómez, y Cristina y Alejandro Turón Bes lo tienen así de claro. Son la tercera generación de la saga y viven por y para el tambor. En el caso de Cristina para el bombo.
«Hay tensión y pique, sano pero pique», ríen. Una afirmación que corrobora Reyes Gómez, la madre de Carmen y Lucía y tía de Cristina y Alejandro. «No se habla de otra cosa en las comidas, las cenas y a todas horas… Pero es normal porque ya con 3 ‘añicos’ salían con la cuadrilla». En Los Azotes compiten Lucía y Cristina, mientras que Carmen lo hace con Los Despertadores. Alejandro se decanta por la banda juvenil de Alabarderos. «Le encanta la corneta, es lo que le gusta aunque también tiene su tambor, como su padre Antonio», dice Francisco Bes, su tío. «En esta casa no nos falta de nada», añade.
Y cierto es, porque a tambores, el bombo y la corneta, se suma Luis Bes (1940) y Luisa Badal (1943), que siguen participando de manera muy activa en la Semana Santa. Hace 73 años que Luis es rosariero. Su abuelo ya lo era y con él salió la primera vez en Navidad cuando apenas tenía 9 años. «Me preguntó si quería ir, y hasta hoy», dice, y recuerda que en aquellos tiempos las rondas eran más largas cada domingo y fiestas de guardar. «A las cuatro de la madrugada dábamos la primera vuelta para despertar y a las seis, el rosario. El que empezaba a llamar a los demás no dormía, salía ya a las dos», añade. También llevó la peana de La Burrica «unos cuantos años» y después, la del Crucificado. El relevo lo cogieron sus hijos Reyes y Francisco y ahora también las nietas.
No hay más rosarieros, de momento, porque sin ser el padre de tambor, Francisco salió un entusiasta. Tanto, que incluso algún año ejerció de profesor con una de las cuadrillas de casa. «La primera vez que salió iba aún con el chupete puesto», apunta su madre. Luisa fue ministra de la Orden Tercera durante 12 años -de hecho, que haya relevos es fundamental para continuar- y ahora sale de «ofrecida» en las procesiones que puede. Todos recuerdan los colores de sus primeros tambores. El primero que recuerda Luisa es uno de cien años de antigüedad. «Antaño se tocaba con latas, era rara la casa en la que había, y se salía a tocar con batas negras de las madres y las abuelas, mi hermano así salió la primera vez», apunta ella. Los tiempos han cambiado tanto que ahora en las casas se amontonan los instrumentos, los palillos y las mazas. «Es una locura la casa pero la nuestra y la de cualquiera del pueblo», dice Reyes Gómez, nuera del matrimonio.
Y es que para llegar al momento de las procesiones y toques en cuadrilla, detrás hay mucho trabajo que empieza muchos días antes y termina muchos después. Hay que tener las túnicas a punto, que en este caso llevan el cuidado de la madre y las puntadas de la abuela, los tercelores y demás vestimentas y detalles. Reyes sale de Manola, un papel que retomó una vez sus hijas se decantaron por el tambor. «Me hice traje de Hebrea para salir con ellas y cuando crecieron y se fueron solas, yo retomé ser Manola, que es lo que había hecho hasta entonces», dice. Reconoce que «nunca ha sentido la necesidad de tocar el tambor», ya que a las mujeres de su generación todavía no se les estaba permitido. «Nunca aprendí, y creo que por eso cuando ya se pudo a mí nunca me salió. Pero tiene que haber de todo en la Semana Santa, hay mil maneras de vivirla y yo la vivo mucho porque me encanta», añade. Su familia asiente y Luisa también, aunque a ella sí que le llamaba el tambor. «Alguna vez a las chicas nos dejaban los amigos las túnicas y los tambores y nos íbamos al lavadero a tocar un rato, eran otros tiempos», sonríe. La Semana Santa no se concibe sin la participación de todos y en cada acto. En casa, esto también lo tienen muy claro entre los primos.
«Además del tambor, nos han enseñado que procesión que se empieza procesión que se termina, que se sale a todas sean de noche o de día porque son solo tres días y hay que estar a todo. Y también, que hay que ir con la ropa correcta», dicen ellas. «Cuidar los detalles es básico, el pelo, los zapatos, todo», apunta Reyes. Y así es. De hecho, es uno de los aspectos en los que más se incide desde las organizaciones de los pueblos de la Ruta.
Los cuatro primos nacieron entre 2000 y 2005 y han crecido así, con un tambor colgado al hombro. Es su vinculación con familia, amigos e incluso desconocidos porque, como insisten, «todo el mundo es bienvenido y encuentra su espacio». Del tambor sacan los toques con los que compiten en el escenario el Domingo de Ramos; fuera de él, son los toques con los que estrechan lazos. Como dicen, la Semana Santa también es una serie de «tradiciones no escritas y que son fijas». Son los momentos fuera de procesiones de almuerzos en familia y comidas con amigos, y esas conversaciones vecinales. Son los ratos que hacen que toda la preparación que hay detrás valga la pena. Y siempre lo vale, porque es «la semana grande del año».