A falta de la investigación, que sigue en secreto de sumario, los testimonios de los vecinos tratan de ubicar al Ruso
«Esto está siendo la peor película que podíamos imaginar. Por todo lo que ha pasado y por todo lo que está pasando». Esta es la sensación de una pareja que la misma tarde de los disparos de Albalate del día 5, informó en el cuartel de la Guardia Civil que habían visto una furgoneta conducida por un extraño.
Recogían olivas en el campo, cerca del casco urbano, hasta que a las 13.30 ya acabando y estando a la orilla del bancal, oyeron un vehículo cerca. «Nos fijamos en que era una furgoneta de un modelo que solo tiene una persona en el pueblo pero al tenerla cerca nos dimos cuenta de que no era él», explican.
El hecho de que hubiera habido varios robos en los días previos en la zona, hizo que se fijasen especialmente en los detalles. A plena luz del día vieron a un chico de entre 30 y 40 años vestido con un chándal verde militar. Les llamó la atención el color del pelo, «ni rubio ni moreno que tiraba a una especie a pelirrojo», y les alertó la velocidad. Iba «ligero» en dirección al pueblo procedente del monte, de Los Estrechos. «Saludamos con la mano pero no respondió». Por la tarde, en cuanto supieron del tiroteo, se personaron en el cuartel de la Guardia Civil.
Cuando los heridos, que recibieron la primera cura en la puerta del cuartel, fueron trasladados al Hospital de Alcañiz, dos agentes les recogieron la descripción de la persona que habían visto apenas seis horas antes. Tomaron cuenta, tanto oral como por escrito.
Prefieren no dar su identidad ya que, como recalcan, todo lo que explican «está registrado en la Guardia Civil». No obstante, y tras la insistencia de este medio, accedieron a relatar su experiencia «para tratar de servir de ayuda porque ha habido y hay mucho miedo». En cuanto vieron a Feher entrar en los Juzgados de Alcañiz, lo relacionaron con aquel conductor.
De la furgoneta nada se sabe y se preguntan si podía ser que ahí transportase todo lo que había robado y siguió robando hasta el día 14. Material muy pesado que nadie sabe dónde está, desde garrafas de aceite, agua, a ruedas de bicicleta, alcohol, ropa, mantas, etc. La zona de la que venía, Los Estrechos, es abrupta y bien podría servir de refugio. Hasta ahora nadie ha preguntado por la furgoneta ni vuelto a preguntar a esta pareja.
Los testimonios de los vecinos se acumulan. Un albalatino asegura que le robaron los faros traseros de su furgoneta, no se sabe si está relacionado con el primer furgón que vieron el día 5, y otro vecino de Ariño encontró una mochila y unos guantes, entre otros enseres, apoyados en un árbol en una finca cercana a la Virgen de Arcos, cerca de este área de Los Estrechos.
Pero la del día 5 no fue la única vez que esta pareja acudió a la Guardia Civil. El martes 12 se dieron cuenta de que otro masico de la propiedad de su familia estaba abierto y el miércoles, un día antes de los asesinatos, lo avisaron en el cuartel. Al mismo tiempo, otra persona explicó que por la noche había visto luces de linterna por la zona cercana al Ventorrillo. Acababan de asaltar el masico de la familia Capapé de Andorra y entre las cosas de comida y ropa que echaron de menos, faltaba una linterna.
Capapé sí puso denuncia porque sufrió un robo. «Al menos, un par de veces desde el día 15 han llamado a mi padre al cuartel. Normalmente para preguntarle cuando han encontrado algo que podía ser suyo», explicó ayer su hijo Roberto. De hecho, una de las cosas que encontraron fue una linterna pero no suya. «Mi padre cuando ve algo extraño o que cree que puede servir de ayuda todavía hoy llama él mismo», cuenta.
Incide en la gravedad de lo sucedido, y recuerda que existen denuncias de destrozos y robos en días previos a los disparos del 5. «Esto no ha hecho más que empezar», vaticina. Lo mismo que Vanesa Pequerul, que en la noche anterior al asalto de los Capapé, avisó de la presencia de un individuo en su propiedad de madrugada. «Avisé, me tomaron nota y ya. Nadie ha vuelto a preguntar», lamentó.
La mancha de Feher se extiende
Algunas denuncias se ubican en Híjar donde desapareció comida (carne, pescado y bebida) y alguna prenda como un chaleco. También en Samper de Calanda hay rastro. Unos cuatro días antes de los tiroteos del 5, alguien entró a la torre de Vitorián Marqués, un ganadero que tiene su propiedad cerca de la carretera que une Samper con Híjar.
Le rompieron la puerta y robaron la rueda trasera de una bicicleta y un bote de melocotón. «Todo rarísimo y por eso no denuncié, aunque di parte y lo expliqué», contó ayer. Tampoco iba a ser la última vez que tenía que llamar a la Guardia Civil.
La segunda fue el 26 de diciembre. «Llegué con las ovejas y me encontré la torre abierta. Era de noche y con todo lo que había pasado en Andorra, no me atreví a entrar», añadió. Llamó a la Guardia Civil. «Ellos también me dijeron que no entrara, vinieron bien armados y accedieron pero no había nada», cuenta.