La cofradía de Nuestro Señor atado a la Columna, también conocida como «El Melero» es una de las más antiguas de la localidad de Andorra. Su nombre alude a la gran similitud de la columna en la que está apoyado Cristo con los antiguos vasos usados en la fabricación de la miel, además de por la vinculación de algunos cofrades con la apicultura. Formada en la actualidad por tres familias (Gracia, Tello y Abellán), más de un centenar de cofrades acompañan el paso cada Jueves Santo en la Procesión del Silencio y cada Viernes Santo en la Procesión del Santo Entierro.
Felipe Gracia es uno de los miembros de esta gran familia. Su abuela, Vicenta Tello, fue una de las primeras en configurar esta cofradía cuando se adquirió la segunda imagen de la cofradía. «El Melero es bastante antiguo, pero los escritos no aparecieron hasta los años 60. Nuestra abuela hablaba de que en la primera Guerra Carlista había un Cristo de piedra que tuvo que ser escondido en un armario y que, cuando llegaron los isabelinos y lo descubrieron, dejaron en paz a la familia», recuerda Gracia.
Sin embargo, dicha figura fue destruida y se compró otra talla en madera años más tarde, la cual fue quemada durante la Guerra Civil española.
La peana actual se compró en 1942, y consta de una imagen del Cristo junto a un sayón y un soldado romano. Inicialmente la llevaban a hombros cuatro personas, las cuales vestían una túnica negra y un tercerol negro en la cabeza. El resto de la familia procesionaba sin túnica y portando una vela.
Tanto Felipe como sus familiares han participado desde que son niños. «A los críos nos metían debajo del paso, y todos llevábamos una vela. Me acuerdo de una frase muy curiosa que nos dijeron una vez: ¡Mira, otro pequeñajo con las dos velas!, refiriéndose a la vela encendida y a la «moquita» que nos caía por el frio que hacía», ríe anecdótico.
Al ser una cofradía formada por tres familias, admite que el momento de vestir el paso con flores era, y sigue siendo, momento de reunión de todos los miembros de la misma. «Es algo muy esperado. Ahí los más pequeños empezábamos a conocernos porque vivíamos en distintas partes de España. El único momento de reencontrarnos hace unos años era en Semana Santa».
Hacia la década de los años 60 se decidió hacer una peana nueva con ruedas e instalar en la misma tres faroles que alumbrasen la imagen. También se cambiaron las túnicas negras por unas blancas con una capa corta, capirote y cíngulo rojo.
Sin embargo, este cambio con las ruedas provocó varios problemas en la procesión: la dirección se rompió en varias ocasiones a lo largo de los años. Una de estas veces tuvieron que llevar la pesada peana a hombros hasta la iglesia.
En 1978 se creó un grupo de ocho tambores y dos bombos que acompañaron a la cofradía en la Procesión del Silencio. También seguían a la misma un conjunto de niñas vestidas de samaritanas. Finalmente, en el año 1994 desaparecieron las figuras musicales de la procesión.
También se decidió cambiar la indumentaria a la actual: una túnica blanca con botones rojos, cinturón del mismo color, capa larga y capirote de terciopelo rojo con forro de raso y el emblema de la cofradía en su parte delantera. Asimismo llevan guantes blancos y portan un cirio o velón blanco.
La familia espera la llegada de la Semana Santa con mucha ilusión. «Tenemos «mono» de sacar el tambor. Con las Jornadas Nacionales de Alcorisa decimos que hemos tenido el aperitivo de las nacionales, pero hay muchas ganas de más», reconoce Gracia.