Los cuatro hermanos Pelegrín Escosa, hijos de Antonio y Pilar, son los que se han encargado de mantener viva una tradición que en casa la recuerdan con el sonido de un tambor hecho a base de una lata de sardinas. Aún sonríen al recordarlo mientras sujetan los actuales, tan modernos que parece mentira que la vida evolucione a tanta velocidad. «Eran otros tiempos y la gente salía con lo que podía», dicen. «Y los parches eran de piel, cuando llegó el plástico se cambió el sonido pero hemos ganado en durabilidad, aguantan más y si llueve también», analiza Antonio, que nacido en el 51 es el mayor. Le siguen Isidro, Jesús y José Miguel, el más joven y el que aporta los contragolpes de bombo.
Los dos mayores pasaron por el cuerpo de alabarderos y, aunque la Semana Santa no la conciben sin sus tambores, algunos también los combinan con salir con sus cofradías en procesiones. Esta labor se centra básicamente en la casa de José Miguel, donde él y su hijo Sergio salen con la Coronación de Espinas; y su esposa y su hija Sandra salen en la Oración en el Huerto. «Nos repartimos así, no hay problema», sonríe José Miguel, al que acompaña su hermano Jesús en la Coronación.
De hecho, la huella del tercero de los Pelegrín ha quedado para siempre en la cofradía porque suya es la base de la peana. Con paciencia y de forma minuciosa, hace unos años se dedicó a tallar una base que simula la caja con las cuerdas de un tambor. Eligió el alabastro por ser algo de la tierra y un material que permite la traslucidez, y por eso brilla más en cuanto se prenden las luces interiores. «No me dedico a esto pero me apeteció hacerlo para que el paso tuviera más realce», dice. Saben lo que es llevar peanas en Semana Santa y fiestas varias durante el año. «Y en estas calles tan estrechas y con cuestas interminables», resoplan.
Los hermanos se siguen reuniendo cada poco y en torno a la Semana Santa, todavía más. El nervio tamborilero albalatino lo han transmitido a Judith, Josan, Miriam, Isidro, Sandra, Sergio y algo a Marta en su niñez, la segunda generación. Lorenzo y Lola vienen abriendo la tercera línea de sucesión. Ellos continúan compartiendo toques en las calles, y prefieren los de siempre, «las marchas que hay que cuidar y preservar», concluyen.