71 personas que vivieron en Santolea y sus descendientes se reunieron el pasado sábado en las ruinas del extinto pueblo. Juntos recorrieron las calles, vieron el estado de las casas usadas por la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) que todavía quedan en pie y recordaron emocionados múltiples anécdotas. Las conversaciones, entre familiares y viejos amigos, estuvieron marinadas con vino y pastas. Después, hubo una comida de hermandad en Castellote y una infinita sobremesa de guitarras. Fue la undécima jornada de convivencia anual celebrada por la asociación Santolea Viva.
«Muchos santoleanos que siempre venían, no nos acompañaron este año. Algunos ya no están y otros tienen una salud muy delicada. Entre los asistentes, estuvimos generaciones que no nacimos en el pueblo como hijos y nietos», explica la presidenta de la asociación, Laura Berné. Aunque el encuentro solía celebrarse cada 26 de abril (día de Santa Engracia, patrona de Santolea) este año se retrasó por la dificultad de cuadrar las agendas.
La última familia que se vio obligada a abandonar la localidad por la construcción del embalse se marchó en 1970. Durante cuatro décadas, hasta el nacimiento de la asociación, «los santoleanos llevaron a escondidas el sentimiento de desarraigo, que fue pasando de generación en generación». «La creación de Santolea Viva y las reuniones anuales nos ayudan a mantener con vida la historia del pueblo. Todos sus habitantes, como mi madre, que se fue con 14 años, tuvieron que hacer un sacrificio económico y, sobre todo, moral. Santolea estuvo habitada desde el siglo XII y era el centro neurálgico de la zona», detalla Berné.
Parque de la memoria
La presidenta de la asociación lamenta que Santolea -a diferencia de otras localidades afectadas por los embalses que fueron inundadas o abandonadas- «se derruyera deliberadamente». «Cuando mi madre volvió cinco años después, estaba todo tirado. Solo mantuvieron cuatro edificios para los usos de la CHE», señala.
El estado ruinoso de la localidad ha impedido a los antiguos pobladores y a sus descendientes rehabilitar Santolea. Sin embargo, les gustaría construir un parque de la memoria que recorriera las antiguas calles y que sirviera de museo al aire libre. Asimismo, la edificación de un espacio les permitiría celebrar allí sus convivencias anuales.
«Las únicas casas que siguen en pie son de adobe, y están medio derrumbadas. No se pueden reformar y suponen un peligro. Por eso, desde la administración no nos dejan que este parque se construya en el mismo pueblo. Así que estamos abiertos a otras ideas», señala Berné.
Yo me acuerdo mucho de este pueblo vivían allí unos tíos míos y dos primos y alguna vez recuerdo a ver estado lo normal es que les hicieran el parque en recuerdo del pueblo.