La hostelería debe cerrar desde el lunes a las 22.00 y tan solo puede servir en las terrazas con un 50% del aforo y en mesas de hasta seis personas al entrar Aragón en nivel de alerta 3 para intentar frenar el coronavirus. Una situación que aboca a muchos empresarios al cierre temporal de sus negocios –la patronal calcula que las nuevas medidas supondrán el cierre del 80% de los establecimientos– y a otros a intentar aguantar con los veladores y reinventándose con la comida para llevar.
No obstante, todos coinciden en que no hay suficiente mercado para la comida para llevar y, sobre todo, que las terrazas no son una opción en el frío invierno bajoaragonés. Para adaptarlas habría que realizar una inversión en la adquisición de estufas o carpas que no saben cuánto tiempo van a rentabilizar debido a la incertidumbre general con unos datos de contagios que no paran de crecer.
El restaurante La Chesita potenciará la comida para llevar que inició este verano y que está funcionando muy bien adaptando la carta a la temporada; y seguirá con la terraza a la mitad. Su propietaria, Elena Marín, explica que por ahora las mesas en la calle tienen buena acogida pero cuando llegue el frío no sabe cómo responderán los clientes. «De momento veo a la gente muy animada, somos muy de salir. El viernes por la noche estuvimos llenos y nos preguntan si vamos a tener comida para llevar. Vienen tiempos duros pero con ilusión intentaremos luchar», apunta.
También dará «una oportunidad» a la situación el restaurante Rokelín. «No llevo ni un año abierto así que lo voy a intentar. Tengo dos alicientes, si de momento se mantiene el buen tiempo y que aún queda una prueba importante más en Motorland, el Mundial de Turismos», afirma su gerente, Rubén Boltaña, quien propone «unidad» en el sector. «Sé de muchos compañeros que cierran y es un fastidio. Ahora toca estar más unidos que nunca aunque hay mucho temor y el frío de Teruel es duro», añade.
El hotel-restaurante Guadalope trabajará con su terraza en la plaza del Mercado. Juanma Crespo también incide en que la climatología del Bajo Aragón es dura y que las inversiones para ofrecer calidez en las terrazas son caras y más en una situación de incertidumbre. «Ya cambia la hora y las temperaturas bajarán; las inversiones para hacer frente al frío son costosas y las ganancias mínimas. No estamos en disposición, de momento aguantaremos así», explica Crespo. Otro problema es el cierre a las 22.00, que obligará a mucha clientela a adelantar la hora de la cena.
Manuel Barrau, cocinero y gerente del gastrobar Micelios, y su plantilla se tomarán una semana de vacaciones. En estos días decidirá qué hará: si se acoge a un Erte o si abre con la terraza y comida para llevar. «La medida es demasiado drástica porque en la hostelería cumplimos las medidas, tenemos muy pocos contagios», explica el alcañizano, quien pide que se retrase la hora de cierre y se pueda trabajar en los interiores teniendo en cuenta que nos acercamos al invierno.
El restaurante Merinos ya no abrirá el lunes y toda su plantilla irá al Erte a la espera de cómo evoluciona la situación. Ya están estudiando medidas para poder trabajar en la terraza en invierno y ven con buenos ojos la propuesta del Ayuntamiento para prolongar hasta el 31 de marzo la unidireccionalidad de la avenida Aragón. «Nos gustaría que se mantuviera así todo el año aunque con mobiliario más bonito. Estamos viendo qué hacemos porque a nosotros el velador nos ha dado la vida. Todo es caro pero si te da rentabilidad se puede estudiar», comenta su cocinero, José Antonio Cerezo, quien también opina que el problema de los contagios no es la hostelería sino las reuniones sociales en domicilios.