Los caspolinos Ismael Crespo y Emilio Maza, de Bailío Teatro, fueron los primeros responsables de la Conmemoración del Compromiso de Caspe. Estuvieron en la dirección desde 1998 hasta 2002, ambos inclusive. Hablan de la organización de la fiesta en esos primeros años, de sus dificultades y también de la importancia de los caspolinos en la evolución de la fiesta.
¿Cómo se fraguó la primera edición de la Conmemoración del Compromiso en 1998?
I.C: Se juntaron varias circunstancias. Yo acababa de leer una obra de teatro de Alfonso Zapater: ‘Crónica del Compromiso de Caspe’. Prado Murillo, concejal de Cultura de la época, también llevaba idea de hacer algo y nos preguntó si podríamos ocuparnos, aunque no fuimos su primera opción. Y así empezamos, nos lanzamos y hasta aquí.
Fue por tanto Prado Murillo quien propuso esa idea de comenzar.
E.M: Sí, ella nos lo propuso. Ismael tenía un guion de la obra de Zapater leído muy reciente. Además, el grupo de teatro aceptó también la idea y fuimos para adelante. Poco a poco nos fuimos introduciendo en una locura que no sabíamos como se hacía ni cómo iba a terminar.
Por el momento esta semana va a cumplir su 25 edición. Algo también propiciado por la gran base teatral que ya había aquí en Caspe…
I.C: El grupo estaba ya trabajando en diferentes actos de una manera estable durante varios años, algo que es poco habitual. Aquí lo conseguimos con rotación de gente que nos iba acompañando y que tenía grandes inquietudes. Esta idea de hacer algo por y para el pueblo nos hizo crecer y conseguimos tener un grupo muy fuerte que hizo que esto saliese hacia adelante.
¿Fueron años bonitos?
I.C: A ver… Supuso más trabajo que alegría. Obviamente, terminar la representación con la plaza a rebosar es algo que creo que no voy a volver a vivir en otra circunstancia, pero la situación requería que alguien se ocupase del trabajo sucio.
Durante cinco años fueron las caras visibles de esas primeras conmemoraciones del Compromiso pero… ¿Contaban con un gran apoyo detrás?
E.M: Sí, sí, sí, claro. Vamos a ver, dentro de nuestro grupo de teatro hubo más directores. Por ejemplo, un año no me encontraba bien y José Luis Tello tomó la dirección de los actores. Lo bueno es que éramos gente que a lo largo del año manteníamos el teatro a través de Bailío. Había muy buena relación y siempre estábamos en contacto.
¿Cuál fue la evolución de la Conmemoración mientras estuvieron en la dirección?
I.C: Gracias a la labor de toda la gente hubo una cosa que hicimos muy bien: fuimos aportando novedad al texto. Si siempre haces lo mismo al final la gente se va a cambiar. Por aquel entonces no había muchos recursos para publicidad y había que ir modelando la obra, que empezó teniendo 45’ y llegó hasta los 90’. Hora y media en una plaza al aire libre también supone muchos riesgos. El viento nos dejaba con el culo al aire muchas veces, aunque la gente también lo entendía y el interés fue creciendo en los barrios, en las peñas… Yo era el eje pero la representación siguió adelante por el trabajo de muchas personas como Emilio, José Luis Tello, Cristina Garcés y muchos más.
E.M: No podemos nombrar a todos pero nos permitieron hacer cosas impresionantes. Por ejemplo, los danzantes o la música en directo. También incorporamos los caballos, que nos dejó una anécdota increíble. Se paraban donde querían y nos modificaba la escena.
I.C: (Ríe) En concreto, esa nos ocurrió con Amadeo Barceló. El caballo se negó a entrar debido al ruido de los amplificadores y Amadeo, subido al animal, dijo: ‘Pararemos aquí mismo’. Es una de las grandes anécdotas de esos años.
¿Se encontraron con muchas dificultades?
I.C: Con todas.
E.M: Aprendimos sobre la marcha porque no éramos más que un grupo de teatro de pueblo. Contratar luces o vestuario era nuevo para nosotros.
¿Qué fue lo que les llevó a dar un paso atrás y dejar la dirección?
I.C: Mi labor como director en el último año era ya nula, porque tenía conmigo a dos personas trabajando detrás. El papeleo tampoco era lo mío y el organizar con todos los grupos que querían participar me llevaba un estrés muy grande. Además, se quiso ya hacer crecer la fiesta a nivel regional y ni siquiera contábamos con actores suplentes por si había una baja. Si viene gente de lejos a verte y hay algún problema… yo no quería esa responsabilidad. Lo dejé porque quería estabilidad.
E.M: Yo tengo unos límites y ya no sabía qué hacer. Esto tenía que seguir creciendo y ya no tenía evolución con nosotros. Pensé que era lo mejor y con el tiempo ha quedado claro que acertamos. Actualmente estamos ante una de las mejores representaciones que puede haber. La fiesta del Compromiso en Caspe es insuperable.