El nuevo número de la revista Turia tiene, entre sus principales contenidos, un oportuno y amplio artículo de Juan Villalba Sebastián en el que se rinde homenaje a Joaquín Carbonell. Tras el primer aniversario de su muerte y bajo el título de ‘Joaquín Carbonell: alma de niño inquieto’, el vicedirector del Instituto de Estudios Turolenses (IET) ofrece al lector un pormenorizado recorrido por la biografía y la rica e intensa trayectoria de este creador polifacético nacido en la localidad turolense de Alloza en 1947.
Se da la circunstancia de que la revista cultural editada por el IET de la Diputación de Teruel publicó, justo hace un año, un texto inédito de Joaquín Carbonell sobre Labordeta que tuvo carácter póstumo. Fue un original que el cantautor envió a Turia poco antes de su ingreso en la UCI del Hospital Clínico y con el que la revista quiso analizar la figura y la obra de José Antonio Labordeta al cumplirse el pasado año el décimo aniversario de su muerte. La iniciativa fue muy bien acogida por el también cantante y escritor turolense pero, desgraciadamente, el coronavirus acabó con antes de verlo editado.
Además, como es habitual, en este nuevo número de Turia en el que el monográfico estará dedicado a Segundo de Chomón por el 150 aniversario de su nacimiento, los autores y temas vinculados a Aragón gozan de un protagonismo muy relevante. Un total de 44 autores aragoneses o radicados aquí participan en cada una de las diez secciones de la revista con sus relatos, fragmentos de novelas, poemas, artículos o críticas de libros.
Como autor aragonés, aunque nacido en Barcelona, se puede considerar a escritor Carlos Castán, que protagoniza la sección de la revista denominada «Sobre Aragón». En ella, José Ignacio de Diego Lidoy publica un certero y riguroso análisis de su obra narrativa.
Carbonell y su personalidad arrolladora
Según la opinión de Juan Villalba Sebastián, Carbonell fue un «Peter Pan de contagiosa alegría; culo inquieto de mil asientos: música y poesía, novela y opinión, crítica y compromiso, cine y televisión; irredento optimista; vitalista contagioso; volcán en continua erupción, nos abandonó hace poco más de un año, pero nos dejó su legado artístico, su ejemplo de vida y mil proyectos por hacer».
A ese perfil final se llega tras dar a conocer al lector de Turia la biografía de quien fue el hijo mayor de una familia de agricultores radicada en Alloza, en la que su padre había sido un maestro represaliado que solo años después de la guerra civil española sería readmitido en su puesto. Y es que Joaquín Carbonell fue un niño rural, travieso e hiperactivo, carácter que le acompañaría hasta el fin de sus días.
Desde muy jovencito, Carbonell demostró su pasión por la música y un autodidactismo prodigioso. Los años de infancia y juventud transcurrieron entre Alloza, Sarriá y Sitges (1947-1966). Primero fue el chico de la armónica, luego pasó a la batería y de ahí al micrófono como vocalista. Tenía 14 años y cantaba en la Orquesta Bahía. También fue un niño lector de tebeos y puede decirse que, ya en la adolescencia, nacía un periodista cuando edita una publicación festiva en la que entrevistaba a personajes de su pueblo. Interno en los Salesianos de Sarriá de los 11 a los 15 años, a esa edad abandona los estudios y trabaja en Sitges y en diferentes lugares de la costa catalana.
Fundamentales para Carbonell fueron los tres años, de 1966 a 1969, que pasó en Teruel al retomar su educación reglada en el Instituto Nacional de Bachillerato Ibáñez Martín. Son los años que residió en el Colegio Menor San Pablo, en los que compartió pupitres, viajes y actividades con Federico Jiménez Losantos, Gonzalo Tena, Carmen Magallón, Jaime Caruana, Manuel Pizarro y un largo etcétera de nombres destacados de la cultura y el arte, cuya formación en estos años decisivos de su vida de estudiante se debió a un claustro de profesores privilegiado: José Antonio Labordeta, Eloy Fenández Clemente, José Sanchís Sinisterra, Eduardo Valdivia…Su primera actuación musical retribuida tuvo lugar en el Teatro Marín de Teruel, una tarde navideña de 1969.
Desde 1969 hasta su muerte, encontraremos a Carbonell ligado a Zaragoza. Cincuenta años de vida musical que se iniciaron como telonero de otros intérpretes para, ya en 1973, participar en el I Encuentro de la Música Popular en Aragón que se celebró en el Teatro Principal. Cuarenta y siete años más tarde, volvería al mismo escenario para festejar sus cinco décadas como cantante. Por el camino quedaron hitos fundamentales de la canción de autor.
El artículo de Juan Villalba explora también la dedicación de Joaquín Carbonell al periodismo y la literatura. Sus años de colaboraciones con TVE en Aragón, con RNE, Radio Heraldo y el periódico «El día». Inolvidable fue igualmente su larga etapa, de 1990 hasta 2014 vinculado a «El Periódico de Aragón», medio en el publicaría más de siete mil artículos y entrevistas.
Su faceta como escritor la comenzó publicando un libro de poemas, «Misas separadas», en 1987, y la cerró en 1994 con otro poemario de calidad: «Laderas de ternero». En total, escribe Juan Villalba en TURIA, su producción narrativa «comprende cinco novelas y tres biografías dedicadas a otras tantas personalidades de la canción, grandes amigos suyos y maestros absolutos en sus respectivos estilos: «El Pastor de Andorra, 90 años de jota»(2005), «Pongamos que hablo de Joaquín, una mirada personal sobre Sabina» (2011), y «Querido Labordeta» (2012). Además, en colaboración con el director de Villarquemado, José Miguel Iranzo, realizó un par de documentales biográficos: «José Iranzo, el Pastor de Andorra» (2007) y «José Antonio Labordeta, con la voz a cuestas» (2009).
Por último, «como novelista es un narrador vigoroso, de prosa ágil, voz dinámica, personajes berlanguianos bien construidos, con gran dominio de los tiempos narrativos y fina ironía, que ocasionalmente deviene en humor sarcástico y socarrón», concluye Juan Villalba en su artículo.