En el segundo capítulo del Diario del confinamiento que relata el pediatra y cardiólogo infantil, Jose Manuel Siurana, relata su experiencia en el Hospital HM Delfos de Barcelona y esta vez se centra en los contagios que se están produciendo entre el personal sanitario. Cabe recordar que Siurana tuvo que ‘reciclarse’ para dejar su puesto de pediatra y pasar a ser médico internista atendiendo en primera línea los casos de coronavirus del hospital de adultos al que fue trasladado.
Diario de un pediatra: Efectos secundarios
José Manuel Siurana. Cardiólogo pediátrico. Hospital HM Nens de Barcelona
Mi segunda semana de mi nueva vida de internista empezó con una noticia. Conforme avanza el virus, cada vez somos más los sanitarios que tenemos un conocido cercano contagiado. Quiero destacar que nosotros los pediatras somos los refuerzos, pero los que se han llevado hasta ahora la peor parte han sido el grueso de médicos internistas e intensivistas. Ellos fueron la primera oleada, que como en las grandes batallas, es la que recibe el mayor número de bajas. Y entonces llegó la noticia. Una gran amiga neumóloga, que estuvo en el ojo del huracán desde el principio y literalmente «se partía las piernas» corriendo por los pasillos del hospital, había sido infectada al tratar de salvarle la vida a un paciente. Esa noticia nos cayó a todos como una losa. Ahora, como muchos otros compañeros, espera en casa impacientemente el momento de volver. Porque esa es nuestra adrenalina particular, vivimos la profesión de manera vocacional y nos sentimos muy orgullosos de ello.
Tras mi primer escrito, recibí muchos mensajes de compañeros de profesión que estaban viviendo la misma situación.Pero el que más me animó fue el de un hijo que, desde la otra punta del país, me agradecíaque cuidara de su madre y me animaba a seguir utilizando mi fonendo pediátrico. Actualmente hay infinidad de especialistasbatallando en multitud de hospitales y centros de salud, que han doblado su capacidad para atender el máximo número de personas infectadas. Y no quiero dejar pasar la oportunidad de ensalzar su labor. Desconozco qué nos depararan los meses venideros, pero os aseguro que nadie volverá a ser el mismo. Esta experiencia está siendo muy intensa para muchos de nosotros, física y emocionalmente. Por suerte, yo tengo mi oasis particular. Se trata de un chat médico con otros compañeros de facultad, en el que compartimos experiencias y buscamos el apoyo de amigos que están pasando por lo mismo. Por supuesto, no nos faltan las risas.
Al acabar mi jornada, de camino a casa, respiro hondo y disfruto de un momento de soledad y reflexión. Como dice una de las mejores psiquiatras que conozco, el cerebro tiende a recordar aquello que no has podido resolver, pero conviene reconducir los pensamientos hacia los pequeños logros del día, porque son esos los que mantienen íntegro el espíritu.Seguiré mirando de reojo a mi hospital pediátrico, qué ganas tengo de que todo vuelva a ser como antes. Por ahora me tengo que conformar con ser un pediatra que se está acostumbrado a tratar adultos.