José Miguel Marín, natural de Mirambel, creció y vivió toda la vida en esta localidad del Maestrazgo. Su afición por Pío Baroja parte desde la niñez, cuando con solo 10 años «le impactó» ver la ambientación que el autor hacía de su pueblo. A lo largo de su vida ha conseguido recopilar en su colección personal un total de 195 novelas, la mayoría de ellas primeras ediciones. No obstante esta «obsesión», como él la llama, va más allá de los libros. Y es que este vecino de Mirambel encarna al mismísimo autor en las visitas guiadas puestas en marcha por el ayuntamiento para que vecinos y curiosos conozcan el pueblo. Un viaje en el tiempo a través de los ojos de quien la retrató hace cerca de 100 años.
Quién iba a decirle a ese joven que leía a Pío Baroja que acabaría convertido en él...
Esto viene porque cuando yo iba a la escuela cayó en mis manos ‘La Venta de Mirambel’. Lo leí y me impactó tantísimo que desde ese momento siempre he tenido esta, digamos, ‘obsesión’ por sus escritos, por Baroja. Me impresionó leerlo y ver que describía tan bien mi pueblo. Ese ambiente que hay en la novela es el mismo que si se escribiera hoy en día. Los locales y las calles no han cambiado, están tal y como él los describe.
¿Cómo surgió la idea de convertirse en Pío Baroja?
Surgió a raíz de una conversación entre la alcaldesa y la concejal de Cultura. Miramos el recorrido que se podría hacer en base a algunos de los fragmentos y qué textos se podían leer para acompañar la visita. Pío Baroja iba siempre al lugar donde estaba ambientada la historia antes de escribir cualquiera de sus novelas. En el caso de Mirambel estuvo allá por 1930. Ahora en cada visita se leen unos 4 o 5 capítulos, pero muy estructurados y recortados.
¿Cómo te sientes en la piel de este autor?
Tengo en mis manos 195 novelas de Pio Baroja, la mayoría de ellas primeras ediciones. Desde ‘Vidas sombrías’, que empieza en 1900, hasta todo lo que ha ido llegando a mis manos. Teniendo en cuenta mi afición hacia Baroja me siento muy bien a la hora de interpretarlo. Hace dos años realizamos dentro de ‘Mirambel Negro’ la teatralización de su llegada al pueblo, donde también participé. No es algo nuevo para mí.
¿De dónde viene la vestimenta que portas para encarnar al personaje?
La he ido adaptando. Hay muchas cosas que eran de mi abuelo, de los tiempos de entonces. La chaqueta y el chaleco, por ejemplo, datan de 1920 y equivalen al tiempo que vino Baroja. En realidad es ropa de su época.
¿Cómo ves la respuesta de los vecinos ante esta peculiar forma de enseñar el pueblo?
La mayoría de los vecinos conocen la iniciativa porque cuando hemos ido haciendo obras de teatro siempre destaca este personaje ligado a la localidad. Yo he ido a otros pueblos y me dicen «¡Oiga Don Pio!» (ríe). Eso es bueno, significa que los de nuestro territorio conocen Mirabel y a Pío Baroja. No es que la cultura sea una cosa de unos pocos, es de muchos, pero no se expresa, es algo que está dormido.