La exposición del artista ha servido como hilo conductor del programa cultural «Iconos de lo español en el Maestrazgo»
El Museo de Molinos acoge desde este sábado una nueva exposición del artista Eleuterio Blasco Ferrer. Se trata de una muestra monográfica que está enclavada dentro del programa cultural Iconos de lo español en el Maestrazgo que se lleva celebrando durante toda la época estival. La exposición servirá para conocer las experiencias vitales del pintor y escultor bajoaragonés, que fue un exiliado más durante el franquismo, a través de su obra. En total, el público podrá contemplar 40 dibujos y unas 5 esculturas de Blasco Ferrer en una recopilación de obras que se caracteriza por su atributo nacional y en la que se podrán observar bailarinas de hierro, lienzos relacionados con la tauromaquia y algunas de sus esculturas más representativas de Don Quijote.
El programa cultural impulsado por la Comarca del Maestrazgo está llegando a su recta final y este fin de semana le llega el turno a uno de los inspiradores de esta iniciativa. Tal y como explicó Sonia Sánchez, técnico de Patrimonio Cultural de la comarca, el programa cultural Iconos de lo español en el Maestrazgo surge de la misma figura del artista nacido en Foz-Calanda y enterrado en Molinos. «Esta exposición de Blasco Ferrer nos ha servido un poco de excusa para hacer el programa actual. El año pasado utilizamos sus esculturas de Don Quijote para honrar el cuarto centenario de Cervantes y nuestra intención es que el año que viene podamos seguir relacionando una programación cultural con este artista».
Para ilustrar esta exposición, Sánchez ha contado con la colaboración de los historiadores de arte Inmaculada Real y Rubén Pérez Moreno. Precisamente el zaragozano es uno de los grandes expertos en la obra de Blasco Ferrer, ya que en su tesis doctoral estudió la vida y la obra del artista aragonés. «De Blasco, destacaría su especial humanidad. Tuvo un tremendo halo de sinceridad que se puede observar en sus obras y también se puede encontrar en sus palabras», destacó Pérez.
Un artista en el exilio
«Entre los artistas que han tenido que exiliarse, es muy común que reflejen en sus obras diferentes aspectos culturales e históricos de su país de origen», explicó Rubén Pérez. Concretamente, Eleuterio Blasco Ferrer se vio obligado a marcharse a Francia en 1939 y no volvió a España, de visita, hasta el 1968. Durante esta época, el artista bajoaragonés vivió la Guerra Civil en primera persona, la ocupación nazi en el país galo, estuvo preso en varios campos de concentración e incluso fue perseguido para la Gestapo. «Todo ese periplo vital marcó su trayectoria artística. Digamos que ese desarraigo y ese anhelo de su tierra, se observa en la evolución de su obra», destacó el historiador zaragozano.
Estas situaciones marcaron el modo de ver la vida y el trabajo de Blasco, que encontró en el arte la manera de transmitir sus sentimientos y de recordar su pasado y aficiones. Esa añoranza por España y sus tradiciones se puede observar en algunas de sus obras. En el tema de la tauromaquia, son muchos los dibujos y pinturas en los que se observan a picadores o a los toreros durante sus faenas. «Siempre fue un gran aficionado e incluso asistió a alguna corrida en Francia, donde compartió impresiones con Pablo Picasso», dijo Rubén Pérez.
Además de los toros, el baile también está muy presente en sus cuadros, pinturas y esculturas. «Le gustaban mucho los cabarets y eso le sirvió para investigar sobre el movimiento en hierro en la escultura», dijo Pérez. Por último, el Quijote es otro de los iconos españoles que también están muy presente en la vida y en la obra de Blasco Ferrer. «Es como una especie de icono para los exiliados. Se convirtió en una figura simbólica del desarraigo de aquellos que tuvieron que abandonar su tierra», indicó el historiador. De hecho, las esculturas de Blasco sobre el Quijote son las más reconocidas tanto a nivel nacional como internacional.
El gran legado de Molinos
Pese a que Blasco Ferrer nació en Foz Calanda (1907), su vida siempre ha estado muy ligada a Molinos, localidad natal de su madre y donde pasó grandes temporadas con sus abuelos. Antes de morir, a finales de los años 80, donó gran parte de su obra al ayuntamiento molinense. «El legado que ha dejado en Molinos es muy importante. Es cierto que no hay muchas obras escultóricas, pero sí una gran cantidad de dibujos y documentación que hacen que se pueda comprender mucho mejor su obra», señaló Rubén Pérez.
El Museo de Molinos cuenta con una exposición permanente dedicada a Blasco Ferrer. Ahora, con motivo del programa cultural del Maestrazgo, se mostrarán nuevos dibujos y esculturas hasta finales de año.