¿Con qué ánimos llegas a Alcañiz?
Alcañiz es para mí una cita ineludible. Mi inveterada costumbre ya se construye con unos ladrillitos que siempre asfaltan una carretera que me lleva hasta Alcañiz. Todos los años me acerco y este, pandemia mediante, tampoco quería faltar.
Has estado de gira por toda España pero, ¿en qué consiste ‘Stand Up Comedy’?
Es una recopilación de mis mejores monólogos y alguno de los peores porque mi humor siempre ha estado muy cosido, muy unido y muy juntito a lo cotidiano, al día a día, a esas miserias que cada uno de nosotros atraviesa desde que se levanta hasta que se acuesta. ¿Qué ha sucedido ahora? Esta pandemia ha revisado y ha cambiado completamente la cotidianidad. Añoramos nuestra vieja normalidad, y yo con ‘Stand Up Comedy’ lo que pretendo es hacer un homenaje a esa normalidad, que es la que nos gustaba, porque esta no nos acaba de convencer a nadie.
Es curioso cómo estos monólogos de escenas cotidianas han quedado prácticamente desfasados en un breve lapso de tiempo…
Efectivamente. El humor costumbrista se ha convertido casi en un género de ficción. La distopía es tal que uno está hablando de algo que parece soñado, como era, por ejemplo, el ir tres personas en un ascensor, el oler el sobaco de alguien, que te pisen el pie al pedir una bebida en una discoteca… Y eso lo añoramos. Es curioso: ¡estamos echando de menos cosas que antes odiábamos! Eso es lo que nos ha traído la pandemia.
Precisamente tu humor se esconde en esas paradojas e ironías...
Sí. He buscado revisar algunos comportamientos cotidianos que ya no lo son, pero también el objetivo del espectáculo es hacer reír. Que la gente venga, se ría… porque es interesantísimo reír, y es cierto que en estos días lo hacemos menos. Uno necesita recordar cómo era su cara cuando era feliz. Entonces, un espectáculo de humor ayuda mucho. Recomiendo además volver al teatro, ver un concierto, la danza, el cine… el poder desconectar un ratito es necesario en este momento, y no estar recociéndonos en nuestra angustia todo el rato. Necesitamos desconectar y que haya un momento de esperanza.
A pesar de esto hay mucha gente que se cuestiona si este tipo de actos o eventos son necesarios, ¿cuál es tu opinión al respecto?
Es cierto que uno las puede obviar dependiendo de cuál sea su objetivo en la vida. Es decir, si usted quiere ser una gallina no necesita saber idiomas. Si usted quiere ser un ladrillo no necesita ni el teatro, ni los libros, ni siquiera la tele. Dependiendo de qué quiera ser uno, de cuál sea su objetivo, pues tiene unas necesidades. Si uno aspira a ser una persona un poquito completa ha de consumir una gotita de cultura al menos para saber qué es lo que le rodea y poder opinar, completarse y escuchar unas reflexiones acerca del alma humana que no sean únicamente las que él tiene.
Pero sí que es cierto que para que esto se pueda hacer hay que tener presente el compromiso de la seguridad, con la responsabilidad. Uno no puede estar en un concierto o en un teatro como se hacía hace ocho meses. Hay que implementar unos nuevos protocolos, un poco pesados, pero que enseguida uno los cotidianiza y los olvida. Es cierto que hay que dejar unas butacas libres, es cierto que vamos a tener que lavarnos las manos con gel hidroalcóholico, llevar mascarilla, entrar de modo escalonado… bueno, son pequeños peajes que hay que pasar, pero valen la pena.
¿Cómo se vive ahora el enfrentarse a un público con mascarilla?
Es cierto que un público enmascarillado da un poco de miedo porque por lo general la gente con cosas que les tapaban la cara iban a atracar a un banco o eran aquellos forajidos del oeste con un pañuelo (bromea)… Pero te digo una cosa: el 50% de la sonrisa está en la boca, pero el otro 50% está en los ojos, y eso se sigue viendo. Y continúas escuchando las risas y viendo las miradas atentas, vidriosas, emocionadas, que disfrutan. Y eso el artista que está en el escenario lo percibe. Se percibe que el público está disfrutando, porque también lo necesitaban, no por capricho o imposición, sino por necesidad.
¿Cómo se ha adaptado el humor de esta nueva normalidad?
El humor viaja a la velocidad de la luz y cambia al tiempo que cambia la normalidad. Es decir, no es como en la tormenta, que primero ves la tormenta y después escuchas el trueno. No, no, no. En cuanto ha cambiado un ápice la normalidad ya hay un chiste que habla de ello: en Twitter, en Instagram, en una charla de amigos, en una conversación telefónica, en un mensaje de WhatsApp… Al tiempo que cambia la realidad va cambiando el humor. De hecho, en mi espectáculo, aunque yo digo que hablo de la antigua normalidad, estamos comentando la actualidad de forma indirecta. No me gusta hacerlo de un modo explícito, pero sí hablar de un concepto más humano, como que todo puede cambiar de repente o lo poco que nos gusta esperar. Son cosas que hemos experimentado a lo largo de nuestra vida, pero que ahora se han hecho más acuciantes porque estamos esperando al borde de la desesperanza pero todavía esperanzados a que llegue una vacuna. La realidad actual nos permite hacer reflexiones ingeniosas, divertidas, sin soltarle la mano a lo que conocíamos antes como ‘normalidad’ y hablar de lo que somos las personas, que eso es de lo que debe hablar el humorista.
Defensor de las palabras bien elegidas, ¿qué opinas de las nuevas construcciones que hemos ido incorporando en estos últimos meses?
A las palabras les pasa como al humor, viajan a la velocidad de la luz. Bueno, quizá tardan un poco más… quizá la palabra viaje a la velocidad del sonido porque tiene que consensuarse y quedarse. Pero es imprescindible, la palabra da nombre a lo que sentimos y es necesaria para intercambiar ideas, conceptos, sentimientos. Por ejemplo, ‘nueva normalidad’ puede ser una construcción más bonita o más fea, y haya gente que prefiera otras palabras o que lo considere una contradicción o una redundancia… pero nos sirve, porque sabemos de lo que estamos hablando, y nos es útil para comunicarnos. Luego si usted quiere ser más correcto pues bienvenido sea, pero no podemos quejarnos de las palabras que tenemos. No están mal.