Marco Jubierre pasea por la calle Alta de Calaceite revisando hasta el último detalle. Desde que terminó la ejecución y la reurbanización las plantas han seguido creciendo, las que no se autoabastecen con las aguas de lluvia son responsabilidad de los vecinos que se encargan de regarlas de forma regular, cada uno se queda con la que está más cerca de su puerta. «Todo el mundo se siente responsable de las plantas, los vecinos siempre tienen la sensación de que son de su propiedad, pero realmente son del ayuntamiento», comenta el joven mientras se prepara para afrontar la entrevista.
Desde hace varias semanas, el proyecto de la calle Alta de Calaceite está reconocido como una de las mejores obras llevadas a cabo por un arquitecto menor de 35 años. El premio, que ha recaído sobre el arquitecto alcañizano Marcos Jubierre y su compañero, el navarro Miguel Hernández, es un reconocimiento a un verdadero éxito urbanístico. Son los pequeños detalles los que han conseguido el reconocimiento, «Nos limitamos a exaltar aquello que ya existía, reconstruimos el mobiliario urbano y le dimos un valor escultórico. Además, intentamos resaltar todas las virtudes que la calle ya tenía«, explica el arquitecto.
En todo momento, el proyecto ha tenido como objetivo principal la integración del proyecto en la estética del municipio. Un cuestión que se solventa, por ejemplo, con la utilización de piedras procedentes de antiguas reurbanizaciones municipales. «Había que solventar problemas y en todo momento intentamos huir de las soluciones más modernas como pueden ser el hormigón impreso o el asfalto», añade el joven.
Tomar decisiones lógicas
La adaptación al entorno es uno de los puntos que defiende el joven arquitecto, en este sentido mantiene que «cada actuación tiene que ser lógica con el entorno en el que se encuentra«. «Seguramente una actuación en otro punto de Calaceite no tendría por qué tener este estilo, pero sí que es verdad que siempre tienes que partir del respeto», explica Jubierre. Además recuerda que «hacer las cosas bien no tiene por qué ser más caro, pero debe responder a las necesidades funcionales de cada espacio».
Según su visión como arquitecto, es muy importante que en pueblos como aquellos en la zona del Matarraña que encuentran en su estética más tradicional un punto fuerte para la atracción de visitantes, se le de el peso que merece a la comisión de Patrimonio de cada uno de los consistorios. «Aun así, nuestra función como técnicos siempre tendrá que tener un especial respeto por cada una de las intervenciones», explica Jubierre.
El arquitecto hace especial hincapié en que este tipo de trabajos completamente integrados en la estética de los pueblos no tiene por qué suponer un sobrecoste, sino que siempre será más interesante apostar por mano de obra local y por materiales del territorio para que el beneficio redunde en la zona.
Invertir el esfuerzo en las zonas despobladas
Jubierre recuerda que el trabajo no solo está en las grandes ciudades, sino que los pequeños pueblos, las zonas más afectadas por la despoblación, son las que «atrapan una mayor parte de las miradas». «Hay mucho trabajo que hacer y sobre todo es importante que sea un trabajo consecuente y que parta desde el respeto«, concluye el joven.