Marina Marroquí (Elche, 1988) es educadora social y experta en la lucha contra la violencia de género. Su monólogo ‘Esto no es amor’ se ha representado durante estos días tanto en Andorra como en Alcañiz con un lleno absoluto y como previa a los actos del 25N que se han organizado desde los consistorios. Marroquí ha realizado también talleres en el IES Bajo Aragón, dos sesiones en las que ha participado el alumnado de Bachillerato, Formación profesional y 4º de la ESO del propio instituto y los colegios La Inmaculada y Escolapios de Alcañiz. Un taller diseñado desde el primer momento para cuestionar la realidad de los jóvenes y que se cuestionen el ambiente en el que se relacionan.
En su página web dice que erradicar la violencia de género es una tarea de toda la sociedad. ¿Cómo se consigue que todo el mundo trabaje en el mismo sentido?
La víctima es la última en darse cuenta y solo se da cuenta cuando la violencia es ya muy grave y existe un riesgo alto. Toda la sociedad debería estar sensibilizada y ser capaz de detectar si a mi hija le está pasando algo. Hay que dotar a la sociedad de herramientas para que pueda identificar las primeras señales y sacar a la víctima antes de que corra peligro. Los profesionales tienen que estar formados, cuando empecé en 2016 la Guardia Civil quería sensibilización y eso no puede ser, los que tienen que estar sensibilizados son el pandero y el panadero, todo aquel que esté en contacto con una víctima necesita formación específica. La sociedad tiene que saber cómo actuar y que no solo se te venga el mundo encima cuando tienes el problema en casa y le está pasando a tu hija. Por desgracia, una de cada tres mujeres sufrimos violencia de género y, si añadimos violencia sexual, es una de cada dos.
También añade que, aunque su generación no ha sido la que erradique la violencia de género, tiene la oportunidad de educar a la generación que sí puede conseguirlo. ¿Reaccionan bien los jóvenes en este sentido?
Han sido dos días con los alumnos de FP, Bachillerato y 4 de la ESO y la respuesta ha sido impresionante. Nuestra generación hace unos años tocó con la punta de los dedos la libertad total, ese poder poner todas las violencias encima de la mesa y pensábamos que lo íbamos a conseguir, pero las noticias en pocos años me han quitado la razón y hemos visto como, lejos de crear una nueva generación que destierre las violencias lo que han hecho es crear nuevas e invisibilizar las que ya conocíamos. Después de tanto tiempo los chavales de primeras son resistentes, no quieren tener ese discurso o se sienten atacados, pero el taller tiene un recorrido que hace que se cuestionen y se pregunten, son dos horas y media, en las que desde el principio estoy ridiculizando el machismo, desde las películas de Disney hasta los videojuegos que juegan. Se cuestiona toda su realidad y por último les cuento el precio que se paga. Hoy mismo uno de los chicos me ha seguido hasta el parking para darme las gracias. Es muy bonito cuando un chaval te mira y te dice “no pensaba que tu taller me iba a cambiar”. Por desgracia aquí en Alcañiz ha pasado lo que pasa siempre y son chicas de 13, 14 y 15 años contándome verdaderos infiernos y sigo recibiendo mensajes en Instagram con aún más testimonios.
Se trata de una generación que tiene muchos estímulos negativos como, por ejemplo, el acceso a la pornografía a una edad muy temprana...
Todo está sexualizado, desde la primera película infantil que ven, pero nadie les cuenta la realidad porque no hay una educación sexual reglada y actualizada a sus necesidades. Ponerle un condón a un plátano a los 16 años no me sirve de nada. Para las nuevas generaciones lo afectivo y lo sexual, no está conectado porque el sexo forma parte del ocio. Los chicos me dicen que una mamada es lo mismo que un beso. Yo lo que les intento hacer ver es que lo afectivo nunca se puede separar de lo sexual porque si tú quitas las caricias, las miradas, las risas de una relación sexual, lo que te queda es una violación. Tienen una sexualidad que está muy basada en la normalización de la violencia, las chavalas entran en el juego, pero luego pagan el precio porque son las que tienen pesadillas por las noches. La violencia sexual es muy peligrosa porque se está normalizando y, aún peor, se está romantizando.
Más de 120.000 jóvenes han pasado por estos talleres, pero en Andorra y Calanda también ha estado con público adulto. ¿Cambia mucho el mensaje?
Estuve hace un poco en un pueblo donde la media del público era, sin exagerar, de 90 años. Les dije que cambiaba la formación, que no había problema, que llevaba el disco duro con todos los materiales, pero no quisieron. La respuesta fue impresionante. Lo que hago hace que vuelvan a su adolescencia y para que tengan recursos reales para abordar una situación de alarma. Las lecciones magistrales no funcionan con esta adolescencia, están más desinformados que nunca y ahora no se trata de transmitir conocimientos para educar, sino de enseñarles a desenvolverse en la sociedad. El problema está en que existe una brecha generacional entre padres de 30 años que no saben a qué juegos están jugando con sus hijos o qué videos les llegan. El monólogo quiere abrir esa realidad a las familias. Estamos viendo como a niños de nueve años les llegan videos de violaciones a bebes o de cómo descuartizan a una mujer. En un primer momento se asustan, pero cuando me lo cuentan a los 13 en los talleres es entre risas. ¿Qué ha pasado en su desarrollo cerebral para que ahora se rían? Si las familias no saben lo que están consumiendo, no hay forma de prepararlos.
¿Se ven resultados inmediatos después de este tipo de intervenciones?
Los chavales alfa entran con una actitud de “y esta qué me va a contar” y vas viendo cómo cambian las miradas. Hay un momento en el que cuento mi historia y se hace un silencio que sobrecoge, ya no hay risas. Puedes ver como son unos los que entran y otros los que salen. Las familias me escriben y me dicen que las conversaciones más interesantes las han tenido tras uno de mis talleres. Desde la política la educación se usa muchas veces como una solución a corto plazo para no hacer nada, pero eso no es real. Una educación bien ejecutada y bien hecha tiene siempre una respuesta.
Su propia historia es la que impulsa estos talleres...
Lo que hago es un recorrido social y, por último, les cuento el precio que yo pagué. Yo sufrí violencia de género desde los 15 a los 19 y les cuento sin ningún tipo filtros cómo me quemó, me violó, me cortó, me estranguló… y luego me pongo delante de ellos para que me puedan preguntar absolutamente lo que quieran. Creo que se merecen un relato real, que les cuente que ellas están sufriendo violencias brutales, pero no son nuevas, sus madres ya las han sufrido, lo que pasa es que seguimos cayendo. Con lo que me responden es con una madurez, una inteligencia y un respeto increíbles. A mis las preguntas más interesantes siempre me las ha hecho un adolescente. Después les doy 12 pasos para saber si te están maltratando y un termómetro para medir la violencia. Necesitan herramientas de detección precoz, no lecciones magistrales porque yo soy el ejemplo de lo que no hay que hacer. Si mi historia sirve para evitar el infierno de una chica de un instituto, pues ya habrá compensado.
Además de con jóvenes también trabaja con cuerpos de seguridad. Son muchas las personas que aseguran que no confían en las fuerzas de seguridad para tratar estos temas.
Yo fui víctima, nunca denuncié y he acompañado a muchísimas víctimas y entiendo la desesperanza y la rabia hacia el sistema. La rabia nos pide a nosotras identificarlos, alzar la voz y convencer. El problema está en que nuestra palabra no vale nada aún, porque no hay escalas psicológicas dentro del sistema judicial que avalen nuestro síndrome de estrés postraumático. Por eso creo tan importante una formación. En la Policía Nacional lo hago desde la perspectiva de la víctima. Todo el sistema policial tiene saber qué secuelas tiene, en qué estado emocional está, cómo facilitar el proceso, cómo conseguir escuchar a la víctima, que confíe en ti y que te cuente eso que nunca ha dicho en voz alta sobre todas las cosas que más le avergüenzan y le denigran. Necesitan esas herramientas para que todo este proceso no sea un estrés añadido, sino que sea el principio del fin y el proceso para recuperarte. Sí que es cierto que algo falla, solo se denuncia en uno de cada tres casos. En 2022 se pusieron algo más de 180.000 denuncias y solo hubo 44.000 condenas. Lo que sé es que un maltratador es muy peligroso y puede asesinarte. Si alzas la voz puede que no te ayuden, si no la haces no te ayudará nadie.
La política es un reflejo de la sociedad. La entrada de determinados partidos en las instituciones ha provocado que haya cambios en materia de igualdad. El propio Ayuntamiento de Alcañiz no ha podido aprobar una declaración institucional por el veto del concejal de Vox.
Aragón llevaba 3 años haciendo un proyecto impresionante de la mano de la Delegación de Gobierno en la que llegaba a más de 4.000 adolescentes en Huesca, Zaragoza y Teruel. El año pasado fue ese proyecto el que me trajo Alcañiz y este año se iba a ampliar a otras ocho ciudades diferentes por la demanda y por la acogida. Gracias a la nueva influencia en el gobierno autonómico decidieron a tres semanas vista que el proyecto no se hacía. A mí no me sirve de nada que Vox salga pidiendo cadena perpetua revisable para los violadores si a mí no me dejan llevarle para que no violen porque es una gran hipocresía. Ellos piden que no se adoctrine a sus hijos, pero ha sido la Federación de Familias Aragonesas la que se ha unido y ha exigido que se retomen los talleres. Han sido muchos los ayuntamientos que me han traído de forma particular, pero, aun así, yo creo que no se les debería permitir negar la violencia de género. Que vengan a uno de mis talleres y, si tienen moral que me digan que lo que estoy haciendo es adoctrinar. En el caso de Alcañiz yo misma me sorprendí porque el alcalde del año pasado era socialista y este año es del Partido Popular y se han mantenido los talleres e incluso se han multiplicado. La concejal de Acción Social ha venido y ha visto la respuesta. La violencia contra las mujeres no entiende de ideología y una reja de oro sigue siendo una reja. Quien quiere negar la violencia solo tiene un gran beneficiario que es el agresor.
El mundo rural es muy diverso en muchos aspectos, ¿ocurre lo mismo en violencia de género?
Hay un estudio del Ministerio de Interior que dice que una víctima, una vez salida de la relación de maltrato, necesita una media de ocho años para identificar lo que han vivido y la gravedad real. A partir de ahí hablaríamos de una denuncia bien puesta. En el caso del mundo rural, la realidad cambia muchísimo y la media sube hasta 25 años. Cambian mucho los recursos porque no hay acceso a obras de teatro o películas que te puedan ubicar y hacer clic. En los entornos pequeños, romper la máscara del agresor es mucho más difícil y es más duro sentirte señalada como víctima. En el mundo rural faltan profesionales de psicología de forma continuada y que haya un mayor acceso. El efecto del pueblo hace que muchas mujeres no puedan contarlo nunca.
La Comarca del Bajo Aragón entró en el sistema Viogen en 2017. Desde entonces, paradójicamente, en los últimos tres años los casos han crecido un 60%.
A eso se le llama la paradoja nórdica. Cuando más luchamos por la violencia de género, cuando más invertimos en recursos, cuando más recursos hay, más hablan las mujeres y más piden ayuda, más aumentan las denuncias. Es otro de los argumentos que suele utilizar Vox, la Ley de Violencia de Género no funciona porque las denuncias siguen aumentando. Una de cada tres mujeres denuncia la violencia de género, de esas la mitad abandona el proceso judicial. Si entramos en violencia sexual, los datos es que solo una de cada 10 denuncia la violencia sexual que sufre. Cuando tú haces bien la lucha contra la violencia de género, cuando tú generas campañas que hacen que la detecten, cuando tú generas una confianza que hace que alcen la voz es que se deberían multiplicar las denuncias. Que cada vez haya más mujeres adheridas en el Viogen significa que cada vez hay más mujeres que han pedido ayuda al sistema y eso siempre es algo bueno. Por cada porcentaje de mujeres que quieren salir hay un porcentaje de maltratadores que se creen con el derecho de matarlas.
En Aragón apenas hay 20 efectivos que cuentan con formación especifica para atender a víctimas de violencia de género. ¿Supone un peligro para las víctimas?
Tenemos poco personal y todos pueden tener una buena formación en rellenar formularios, pero si no tienes un grupo pequeño especializado en violencia de género con la formación y la especialización real… Al final el que mucho abarca poco aprieta. Cada vez más policías locales están haciendo grupos especializados para que sean ellos los que lleven estos casos.
¿Cuáles son las señales que deberían alertar de una relación de maltrato?
Cuando tienes que estar pendiente de no enfadarlo, cuando todo lo haces para que no se enfade, cuando tienes celos de cualquier persona, cuando todo el mundo está en tu contra. Una señal muy importante es que el maltratador tiene que estropear todas las ocasiones especiales, da igual que sea cumpleaños, Nochevieja, viaje de fin de curso… Alguna bronca se sacará para que no vayas o vayas llorando. Al final son estas señales la que te hacen ver el esfuerzo que hace en que no seas feliz, en borrarte cada sonrisa de la cara. Un maltratador no siempre es un violento que se le pueda ver venir, pero es un manipulador, un chantajista y un victimista profesional. Juega con la pena como si fuera arte y consigue que dejes de hacer más cosas llorando que gritando y eso es lo que nos tienen que enseñar a ver.