Más de 750 personas participaron este domingo por la mañana en la popular Marcha senderista del Mezquín, una prueba más que conocida en todo el Bajo Aragón Histórico que este año ha regresado con más fuerza que nunca tras dos años de parón. «Hasta la pandemia nunca antes se había suspendido, ni siquiera por lluvia. Este año por fin recuperamos el evento, había muchas ganas», explicó Gregorio Gargallo, portavoz de la organización. El escenario para la ocasión fue La Codoñera, hasta donde además de los vecinos también se acercaron senderistas de los pueblos colindantes que consideran este encuentro como una cita deportiva fija en el calendario.
Desde los inicios de la marcha en 1977 el evento ha ido rotando entre los diferentes pueblos del Mezquín con el objetivo de que quienes participen puedan apreciar los diferentes parajes naturales de cada localidad. La Codoñera en concreto no acogía este evento desde hace 10 años y las ganas del regreso se han hecho notar. Desde primera hora de la mañana familias con niños pequeños y hasta perros, grupos de amigos o parejas de senderistas se acercaron al pabellón municipal para desde allí iniciar cualquiera de los tres recorridos disponibles de 20, 17 y 13 kilómetros, siendo esta última la opción de marcha corta. «Nos hemos dado cuenta de que se ha convertido en una marcha muy familiar y local. Hay gente fija que repite año tras año», señaló Gargallo.
La organización Marcha Senderista del Mezquín (MASEM) inicia la preparación del evento en el verano, meses en los que comienzan a idear los recorridos, limpiar los montes y organizar demás preparativos. Su esfuerzo se manifiesta a través de los 100 voluntarios que la conforman. Gracias a ellos es posible tanto el trabajo en esos meses previos como el que llega con el gran día con tareas como el reparto de camisetas para conmemorar cada edición, la señalización de los senderos o la gran comida que se celebra tras la finalización de cada marcha.
Lo hacen con alegría y eso se nota, especialmente en los puntos de avituallamiento ideados a lo lago de los recorridos. Este año se organizaron cuatro paradas: una con café con pastas, otra con chocolate con churros, un puesto de huevos fritos y un último punto donde se repartían bocadillos de jamón. «Gracias a ellos sale adelante el evento, con el paso de los años muchos se han convertido en amigos», añadió Gargallo. Lo corroboran casos como el grupo de Rosa Bañolas, vecina de Valdealgorfa que forma parte de los voluntarios encargados del puesto de chocolate y churros. «Somos voluntarios de Castelserás, Valdealgorfa y Belmonte de San José. En su día empezamos en el punto cero pero hacían falta voluntarios para avituallamiento y allí que fuimos. Nos llevamos todos muy bien», afirmó Bañolas. Su parada es desde siempre un éxito, especialmente desde hace tres marchas senderistas atrás, cuando propusieron repartir chocolate con churros en vez de solo pan tostado. A voluntarios como ellos se pueden unir hasta otros 100 gracias a la organización de cada pueblo.
Los tres recorridos tuvieron como escenario un entorno caracterizado por sus singulares paisajes naturales. Los senderistas pudieron disfrutar de caminos que alcanzaron puntos como el Paironet, desde donde se puede apreciar una espectacular panorámica de todo el territorio del Mezquín o el punto más alto de la jornada, de 674 metros de altitud, durante el camino por un barranco perpendicular a la Val de Ripol en dirección al Santuario de Monserrate.