Cuando Miguel Ángel Tobías (Barakaldo, 1968) creó Españoles en el mundo hace 16 años, no sabía que estaba tomando el camino para ser la voz de quienes no son escuchados. Su cámara nos mostró la vida ligera de nuestros compatriotas, pero sus retinas grabaron la más absoluta miseria. Quien es testigo de la pobreza, la injusticia y la violación de los derechos humanos tiene dos opciones: mirar de frente, o de lado. Tobías eligió la primera en 2009 y solo un año después un brutal terremoto sacudió Haití. Ese documental fue el primero de catorce. Sueños de Haití (2011), Gurba, la condena (2014) -premiada en el Festival Internacional de Cine del Sáhara-, Rishing Nepal (2016), Me llamo Gennet (2018) o El guion de tu vida (2020) son algunos de sus trabajos sociales, solidarios y benéficos realizados con su productora Acca Media.
En 2022, Tobías estrenó El camino interior, una serie de 16 capítulos, tantos como las etapas del Camino de Santiago recorridas con personajes destacados que han transformado sus vidas y ahora ayudan a otros. El título de ese viaje introspectivo -donde se habla abiertamente de salud mental post pandemia- da nombre a la conferencia que impartirá este miércoles en la capital turolense, invitado por Caja Rural de Teruel. El productor y director no solo predica valores universales como la justicia, la paz o la solidaridad en relatos audiovisuales, sino que también peregrina por auditorios para hacerlo con la palabra.
¿Se puede cambiar el mundo?
Si decidí ser la voz de quienes no la tienen, es porque me di cuenta de que el audiovisual es el motor más potente para cambiar el mundo. Cuento historias que generan conciencia social, para que el espectador piense cómo, desde su posición, puede ayudar a lo que acaba de ver. Quizás sienta que no tiene la capacidad de hacer nada en un país lejano, pero sí en su barrio, su pueblo o incluso dentro de su propia familia.
Un conflicto social sin rostro es difícil que traspase la pantalla.
Desgraciadamente, vivimos tan bombardeados por la información que, de algún modo, nos hemos insensibilizado: podemos ver un terremoto o una decapitación del ISIS en la televisión mientras comemos. Sin embargo, logramos empatizar cuando le ponemos nombre y apellidos al problema. Cuando grabo los documentales, siempre me imagino que yo o mis familiares somos los protagonistas.
¿Hacer de altavoz es un trabajo reconfortante o psicológicamente agotador porque nunca es suficiente?
No hay nada en el mundo que tenga el poder de resolver todos los problemas. Eso es una utopía. Para mí lo importante es ser consciente de que cada vez que cambiamos una vida, en realidad, estamos cambiando la vida de todo el planeta. Lo que sí es duro psicológicamente es darte cuenta de la poca capacidad que tienes para ayudar en el momento de la catástrofe. He visto a gente morir porque no había un poco de agua para darles.
«Grabar ciertas cosas me daría premios, pero no generaría empatía con las víctimas»
¿Alguna vez le han frenado a contar algo?
No, porque jamás he pedido permiso para rodar. Eso me da libertad. Intento que las televisiones, plataformas y patrocinadores se sumen al proyecto una vez terminado. La única autocensura es la mía propia. Grabar determinadas cosas quizás me daría premios, pero no me haría sentirme bien. En Haití, por ejemplo, podría haber rodado ceremonias de vudú e incluso ahorcamientos, pero eso no genera un sentimiento de empatía hacia la gente que estoy queriendo ayudar.
Ha mostrado cómo nuestro origen no determina nuestro futuro. Sin embargo, alguien sin apoyo familiar, sin recursos económicos y que ha nacido en un país pobre o en guerra no parte desde la misma casilla de salida…
Lo que digo es que «tu origen no determine tu destino», que es distinto que decir que «tu origen no determina tu destino». Siempre merece la pena luchar, sobre todo, para escapar de un origen desfavorable. He visto muchos ejemplos de personas que lo han hecho. El documental Me llamo Gennet (2018) narra la historia de la primera mujer sordociega de nacimiento en conseguir un título universitario. Nació en África, en plena hambruna. Sus padres eran pastores pobres nómadas y a los dos años fue entregada en un orfanato de la Madre Teresa de Calcuta. A los nueve años fue adoptada y llegó a España. Tras un proceso durísimo personal, y de todo su entorno, para ser educada, se licenció a los 29 años con un 8,5 en la Universidad Complutense de Madrid. Para mí es muy importante que se entienda que el guion de tu vida lo tienes que intentar escribir tú.
«Si nos podemos morir mañana, a qué estamos esperando para vivir cómo queremos»
Creo que a veces no escribimos esas páginas por miedo…
El miedo es ancestral y gracias a él, el ser humano ha conseguido llegar hasta aquí. Sin embargo, ese sentimiento de supervivencia comienza a ser negativo cuando nos impide caminar hacia la dirección que queremos. Millones de personas viven en un estado de semiesclavitud: se levantan por la mañana para trabajar en algo que no les gusta con el único objetivo de poder comprar comida y pagar facturas. Si nos podemos morir mañana, a qué estamos esperando para vivir la vida que queremos, o al menos para intentarlo.
Cuando el miedo es excesivo y diario se convierte en ansiedad.
Durante la pandemia, mientras hacía voluntariado en una residencia madrileña, me di cuenta de las secuelas psicológicas, psiquiátricas, emocionales y existenciales que iba a dejar; y me planteé hacer un proyecto que nos diera herramientas a todos para salir adelante. Desde que empezó a emitirse El camino interior (2022) en Movistar he leído y contestado 10.000 mensajes en redes sociales. Me están diciendo cómo la serie les ha ayudado a reducir su ansiedad y a ganar autoestima. El mundo está lleno de gente maravillosa dispuesta a ayudarte, pero primero tienes que pedir ayuda.
«No tengo nada que demostrar, soy un simple ser humano con mis circunstancias»
¿Qué aprendió de si mismo en ese viaje introspectivo?
La única premisa que les planteé a todos mis invitados, y por tanto a mi mismo, fue que tenía que ser una charla a corazón abierto. He dado rienda suelta a mi niño interior y he mostrado mi vulnerabilidad. Que millones de personas hayan visto que yo también he necesitado pedir ayuda muchas veces en la vida, me ha generado un sentimiento de liberación absoluta. No tengo nada que demostrar, soy un simple ser humano con mis propias circunstancias.
¿Qué aprendió de las personas que le acompañaron?
Reafirmé que no importa a qué nos dediquemos, lo que hayamos estudiado o cuál sea nuestra situación socioeconómica o sociocultural en la vida. Lo que nos da valor a cada uno de nosotros es que somos seres humanos y solo por el hecho de serlo, ya tenemos todos una titulación cum laude. Todos hemos venido a este mundo a tratar de aprender y a crecer espiritualmente.
Dice en la serie que «todos necesitamos de alguien que camine a nuestro lado». Sin embargo, hay personas que, aunque estén rodeadas de muchas personas, se sienten solas.
Hemos sustituido el ser por el tener. Todos corremos en una carrera desenfrenada para seguir acumulando cosas y, por el camino, nos hemos perdido a nosotros mismos y a las personas que nos estaban acompañando. Además, como intentamos llegar antes, no nos preocupa dejarlas atrás, incluso aunque sean familia. El nivel de deshumanización, de materialismo y de competición es tremendo. Vivimos en un mundo en el que los subcampeones de una competición lloran de tristeza, sin ser consientes de que son los segundos mejores del planeta.
Parecería que por nacer en Occidente y tener esa mejor casilla de salida, tendríamos que ser felices…
He comprobado que las personas de Oriente o Latinoamérica -si tienen cubiertas las necesidades básicas, por supuesto- son mucho más felices y se sienten menos solas que en Occidente o Europa porque cuidan las relaciones humanas. En muchas zonas de pobreza en el mundo, las personas mayores no solamente son veneradas, sino que son cuidadas y reconocidas. Aquí, cuando se jubila una persona sentimos que ya no aporta ningún beneficio a la sociedad. Y no quiero ni hablar de las personas muy mayores, que en muchísimos casos son aparcadas en residencias en contra de su voluntad…
«La felicidad, si existe, es el momento en el que un ser humano está alineado con su propósito de vida»
¿Cómo definiría la felicidad?
Lo más próximo a la felicidad -si es que ese concepto existe- es el momento en el que un ser humano está alineado con su propósito de vida. Eso no quiere decir que no vaya a tener miles de momentos de sufrimiento y de dificultad. Yo me sentía feliz en Haití, aunque pueda sonar como una aberración si no lo explico, porque con mi trabajo iba a poder ayudar a las víctimas. Hemos confundido felicidad con gratificación inmediata, es decir, con esas cosas que nos pueden hacer sentir bien en un momento determinado, como irnos de vacaciones, pero que no son un estado permanente.
Cuando alguien pierde el sentido de su vida, puede llegar a pensar que la muerte es la única salida…
Tengo claro que las personas que se suicidan no quieren dejar de vivir, sino dejar de sufrir. Cada vez que una persona se quita la vida es un fracaso para toda la sociedad, porque no hemos sido capaces de estar ahí. Por favor, que cualquiera con el más mínimo pensamiento suicida pida ayuda. Y el resto de la sociedad, hablemos de salud mental para normalizarla.
Hasta que los trastornos mentales, como la depresión, no tengan el mismo peso en la sanidad pública que el resto de enfermedades no podrán combatirse. Sin embargo, los enfermos no ponen rostro al problema por miedo al estigma…
Estoy cien por cien de acuerdo con lo que has dicho y no creo que haya ninguna otra opción más que visibilizar el problema en primera persona. Quienes más vulnerables se han mostrado en la serie, son los que más felicitaciones han recibido. Por tanto, la clave para matar el estigma es darnos cuenta de que cuando mostramos nuestra vulnerabilidad, la gente desde fuera no la ve como una debilidad, sino como una fortaleza.
Tantas frases de este artículo resuenan en mi …»un ser humano alineado con su propósito de VIDA»…cuando ese propósito es hacerse cargo de otra persona que convive con el Alzheimer, su vida es doblemente valiosa y si además es capaz de mostrar el camino a otras……entonces no tiene precio.
Gracias a mi hermana Carmen y su marido Pepe en los que se inspira la acción solidaria de Còdols por el Alzheimer. «Creando entorno incluSIvo». Y Gracias a Miguel Ángel Tobías por todos los mensajes de VIDA que nos deja en este artículo.
Extraordinarias como siempre las reflexiones de Miguel Angel, un ser humano extraordinario. Siempre que le leo o le veo en sus reportajes, me hace reflexionar mucho sobre la vida en general, sobre el mundo en el que vivimos y sobre nuestra propia vida, el propósito del que Miguel Angel habla. Estoy de acuerdo que la felicidad como tal no existe, son momentos, situaciones, actitud ante la vida y sobre todo alineación con tus valores y tu «para qué». Seamos humildes, personas comprometidas e intentemos en la medida de lo posible dejar un granito de arena positivo a nuestro alrededor.