«Yo no quiero ningún regalo, ¿qué voy a hacer con ellos? Solo quiero que se acuerden de mí y que me feliciten», nos ha contado este lunes Miguel Perdiguer. Y sus deseos fueron órdenes, porque su teléfono no ha dejado de sonar en todo el día. Sus familiares y amigos le han llenado de mensajes de cariño por su 103 cumpleaños. Ha celebrado su aniversario «como un día más», consciente de que lo más importante para él «es estar otro día aquí, sin importar si es mejor o peor». La reunión con todos sus hijos, nietos y bisnietos «está aplazada» a cuando las circunstancias sanitarias lo permitan.
Miguel Perdiguer nació en la desaparecida localidad de Santolea, aunque la mayor parte de su vida la ha pasado en Alcañiz, donde echó raíces en el año 1947, tras acabar la especialidad en Madrid de Pediatría y Puericultura. Aquí se casó a los tres meses de llegar, y tuvo más tarde a su hija y a sus dos hijos. En la capital bajoaragonesa ejerció su profesión hasta que se jubiló a los 68 años y todavía a día de hoy le paran vecinos por las calles, alguno ya con más de 70 años, para recordarle cuando iba de consulta médica a sus casas.
Al preguntarle de qué se siente orgulloso en esta vida es inevitable que hable de su profesión, aquella que durante muchos desempeñó con una vocación admirable. Cuando él empezó a trabajar no existía la Seguridad Social y cada noche se levantaba hasta dos veces para asistir a los pacientes en sus domicilios. «A mí el dinero nunca me ha arrastrado, siempre he ayudado a la gente desinteresadamente», explica. Todas las condecoraciones que le han otorgado o la misma llamada que ha recibido del presidente de la Real Academia de Medicina de Zaragoza para felicitarle el cumpleaños son, sin duda, pruebas de su buen hacer. Su otra gran vocación es la fotografía, disciplina que todavía sigue disfrutando.

Rutina centenaria
El día de Miguel Perdiguer comienza a las nueve y media de la mañana. Tras levantarse, se hace el desayuno y se va a por los periódicos. Sale a comprar con su carro, come, ve la tele o se acuesta un rato y por la tarde baja al huerto hasta la hora de cenar. Cultiva todo tipo de hortalizas, aunque no oculta su favoritismo por los tomates. Solo el año pasado recogieron 600 kilos. Su hija se encarga de llevarle y traerle en coche desde hace un par de meses. Hasta el día 10 de junio de 2021 tuvo carné de conducir. Perdiguer recuerda, entre risas, cómo dos agentes de la Guardia Civil se presentaron en su casa porque no daban crédito con su caso. Era el conductor más mayor de todo Aragón.
Sobre de dónde le viene la energía para no estarse nunca quieto, Perdiguer explica que «le emana como una fuente». «Si tienes que ir buscar la motivación mal asunto, a mi me queda mucho tiempo para discurrir y en cualquier sitio encuentro un motivo de distracción», concluye.
Miguel, un fuerte abrazo y felicidades por cómo te conservas y la envidia que dás