La artista plástica Paz Benavente desprende arte por los cuatro costados. Lo cuenta ella misma cuando explica que el artista lo es a tiempo completo y que el arte no se circunscribe al horario laboral porque es su vida. Hasta los sueños los tiene artísticos y lamenta que nadie más los pueda ver. Su arte no solo se puede apreciar sino que a Paz le gusta reflexionar sobre él.
Más de cuarenta años de trayectoria bien avalan sus reflexiones. Paz lamenta lo poco valorado que está el arte como ornamentación frente a la moda del mensaje social que, en su opinión, inunda todas las representaciones artísticas en la actualidad: «Me parece bien que haya arte reivindicativo pero no lo tiene que ser todo, es como la canción protesta, no es toda la música. Reivindico el valor de lo bello, lo ornamental y lo estético. El arte como ornamentación, el que decora, escoger un cuadro porque sea bonito. Me considero una esteta y me gusta estar rodeada de belleza, alegra la vida».
Comenzó en la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza, donde se especializó en la cerámica; y después completó los estudios con cursos en la Escuela de La Bisbal, uno de los centros con mayor tradición. Al terminar abrió en Alcañiz un taller con Marta Benavente del que después su prima se desligó. De aquella época queda la creación del lagarto del colegio Palmireno, una de las obras de las que más orgullosa se siente. Ha trabajado la cerámica, con la que ha confeccionado desde cuadros a marcos para espejos, escudos… Empezó trabajando una cerámica bastante tradicional y después pasó a un enfoque más creativo con las formas geométricas que siempre le han gustado y que han ido evolucionando. Después entró a una fase de colores vivos a la que llama «pop naif».
Ahora trabaja desde casa en un soporte cerámico ya cocido que pinta con barnices en frío haciendo un ejercicio de reconocimiento a su formación, las artes aplicadas. Pinta vírgenes (la de Pueyos, la del Pilar, la del Carmen…), imágenes de Semana Santa y tamborileros que vende tanto por encargo como en tiendas. Las influencias para darles un sentido original y propio son el arte religioso; el minimalismo; el arte pop por los colores vivos; las letras y las palabras partidas por donde conviene típicas de la cerámica popular; el soporte de madera, una influencia del arte industrial que no esconde los materiales; y con la cenefa hace referencia a las cenefas vegetales en relieve medio de los altares pero con colores vivos. «Las vírgenes son un mix de influencias que son un reflejo mío, de cómo entiendo la vida. Mi respeto por la tradición pero introduciendo lo nuevo».
Además de las vírgenes, Paz también pinta cuadros con nombres para niños y mandalas. A raíz de un encargo le gustaron los conjuntos de formas geométricas concéntricas porque «le salen solos y tienen algo especial» que vive más como una experiencia que como una creación para vender.
Paz también reflexiona sobre lo complicado que es vivir solo del arte debido a que desde hace años han bajado mucho las ventas debido a que cada vez se valora menos el arte y la globalización ofrece piezas muy baratas a gran escala. «El otro día leí que la pionera del arte abstracto, Hilma af Klint, creó dos tipos de obra, los paisajes clásicos que vendía y lo que guardó en un sótano y le dijo a su heredero que no lo abriera hasta años después de su muerte porque no se iba a entender. Yo voy a hacer como ella, la obra de vender y la de guardar, algo que ya me rondaba en la cabeza y al leerlo me decidí. Es muy triste que los artistas estemos limitados por la economía, se está desperdiciando mucho talento porque si quieres ganar algo de dinero tienes que bajar mucho el listón tanto de precio como de calidad».