La pregonera, Eva Defior, ha destacado que Calaceite es un pueblo bonito por su patrimonio pero sobre todo por sus vecinos, que dan vida a la piedra, cultura y tradiciones
Una oda al periodismo rural y a su implicación social; y también una oda a Calaceite y lo que supone ser uno de los pueblos más bonitos. No solo por su patrimonio, también por sus gentes, tradiciones y el arraigo de los que viven aquí. Así ha sido el pregón que ha abierto este sábado las fiestas de Calaceite con la directora del Grupo de Comunicación La COMARCA, Eva Defior, como anfitriona.
Un discurso con una marcada reflexión sobre el papel de los pueblos desde un punto de vista positivo y repleto de anécdotas y recuerdos. «He querido transmitir la labor del periodismo rural, una especialidad que te engancha y en la que muchas veces te encuentras solo y te unes a las personas que conoces. Yo llegué al Bajo Aragón hace 13 años y comencé escribiendo noticias sobre la comarca del Matarraña, tengo muchas vivencias», ha dicho Defior.
Un acto, amenizado al final por la rondalla y los joteros, en el que se ha proclamado a las representantes de la localidad de este año. Nerviosas pero contentas porque iban a vivir un momento muy especial, una a una han subido al escenario para que la alcaldesa, Carlota Nuñez.

Pregón íntegro de Eva Defior:
«Buenas noches Calaceite, bona nit calaceitanes y calaceitans, autoritats i alcaldessa. Es un honor ser la pregonera de Calaceit. Gracias por esta invitación, que supone un enorme orgullo para mí por muchas razones que espero poderos explicar de forma breve.
Cuando venía hacia aquí no podía evitar sonreír al recordar mis primeras vivencias como periodista del grupo de comunicación La Comarca cuyos contenidos y equipo tengo la responsabilidad de dirigir hace ya una década. Sé bien que entre el cruce de la N-232 y esta villa, por la N-420, hay 70 curvas. Las tengo grabadas a fuego. No es un camino fácil, como la vida en nuestros pueblos, aunque la recompensa, como sabéis, vale mucho la pena. Sé por experiencia que es un buen lugar para perderse, como me sucedió a mí con tan solo 23 años, toda una novata zaragozana perdida en la realidad de nuestras infraestructuras, fronteras y reivindicaciones. De ahí vino mi primer encuentro con estas calles. No me pregunten cómo ni me lo tengan en cuenta, pero tenía que llegar a la presentación de un libro en Valderrobres, y terminé totalmente descolocada en la travesías calaceitana, dos horas después pidiendo ayuda y un mapa a un amable camarero de la Fonda Alcalá. Pocos meses después conocí sus judías con sardina y la amabilidad de esta familia con la que tuve el privilegio de compartir un reportaje para los premios Bajoaragoneses, la gala del Grupo la Comarca que en la que reconocemos la labor de quienes tanto luchan por nuestros pueblos. Ha habido muchos calaceitanos en esta lista de premios bien merecida.
Cuando logré regresar a la redacción de Alcañiz sana y salva, mi entonces director, mi querido Michel Vallés, con esa ironía de los nacidos en el Matarraña, concretamente en Lledó, me bautizó como la reina de Calaceite-Gandesa (porque ojo, en mi recorrido, llegué hasta la vecina localidad tarraconense) Y ese fue mi nuevo bautismo durante bastantes años… quién me iba a decir que el destino me devolvería aquí de esta privilegiada manera. Michel hoy no está con nosotros en cuerpo, sí en alma, y como buen matarrañense, seguro que tendría alguna mordaz ironía para rebautizar también este día. Tuve el privilegio de relevarle en la dirección del periódico la Comarca en 2008, pero antes me encomendó una labor mucho mayor, ocuparme de cubrir la información de esta comarca, que era la suya, aquellos primeros años de trabajo.
Aquí aprendí casi todo lo necesario. Por eso me gustaría que este pregón fuese también un homenaje a los periodistas y trabajadores de medios de comunicación rurales que se dejan la piel por el territorio, realizando kilómetros de pueblo en pueblo, como mis 26 compañeros de oficio, casi siempre solos, con una entrega fuera de serie, compartiendo las alegrías y los desvelos de sus vecinos como propios y llevándolos allá adonde haga falta. Hoy, les dedico también parte de estas palabras porque sin duda alguna esta tarea es parte de lo que me ha convertido en lo que hoy soy como persona, mujer y profesional que cree en un tipo de periodismo que independiente pero no neutral, con una misión común y que engrandece a quienes lo practican, leen, escuchan, ven y comparten.
Guardo todavía como oro en paño un mapa carreteras agujereado por chinchetas que compré para sentirme segura al volante. Entonces no funcionaba como hoy google maps. Empecé a marcar todos los pueblos que recorría, los 18 de esta comarca y muchos otros que llegarían después. Enseguida aprendí todas las vías y caminos, no me perdí, pero sí les confieso que tuve otros incidentes, como meter el coche en una acequia (jamás lo había confesado hasta hoy) Solo lo saben los agricultores que me ayudaron a empujar, y salir sana y salva… Me enamoré de conducir por vías secundarias y bacheadas, sin tráfico, sin cobertura… Y prescindí enseguida de los mapas de carreteras.
Aprendí a no perderme, a calzarme las botas en las granjas más modernas, y entender un lenguaje nuevo. Han sido incontables mis viajes para conocer las masías más remotas, los atardeceres entre olivares más hermosos, los viñedos crecientes, las primaveras de almendros más floridas, las aulas compartidas del Cra Matarraña… Conocí a fondo el sector agrícola y ganadero (no olvidaré nunca aquel reportaje que titulé ‘El encanto del berraco’, sobre un proyecto de inseminación y cómo me alucinó que no me cambiasen el titular. Ahi queda para la hemeroteca y mi carpeta de mejores recuerdos)
He hecho mías la agroindustria, las tradiciones y la cultura, incluso la más cercana: los sabores de chocolatadas, crespells de borraja, tortas de alma o los carquiñols de las amas de casa KalaZeit… Sabores, palabras, y gestos de cariño que me recordaron siempre a mis abuelas, Herminia, de Binaced (en Huesca), gran matriarca de siete hijos, y Julia, de Rincón de Soto (en La Rioja) Seguro que están ahi arriba observando en esta preciosa noche de lluvia de estrellas…
Este fue el inicio de mi aventura bajoaragonesa, que aún sigue, y que me ha traído decenas de vivencias aquí y, más de una década después, una adopción a una tierra que no cambiaría por nada y que me ha regalado una enorme felicidad personal y profesional. Porque el mapa que nos une, y el de las cientos de personas que me encuentro cada día en él, me hacen reafirmarme sobre la idea de que nuestros pueblos son lugares increíbles para vivir, desde una óptica reivindicativa pero optimista y entusiasta. Solo aquel que lo conoce y valora puede hablar de despoblación, o mejor, de repoblación, con firmeza.
A cualquiera que me pregunte le diré que vuestro pueblo, Calaceite, es un buen lugar para perderse, no como yo, sino por voluntad propia. Es uno de los pueblos más bonitos de España, pero no por vuestro patrimonio monumental; por ser Bien de Interés Cultural; por vuestras casas palaciegas; por la calle Maella, la casa Moix, los trujales, el portal de San Antonio, o la ermita de San Cristóbal, o la Santa Espina. Calaceite no solo es uno de los pueblos más bonitos por por su lengua, por ser capital cultural, tierra de poesía y cultura, por ser casa para Joan Cabré, José Donoso, Teresa Jassá, o Ángel Crespo. Lo que hace único vuestro pueblo sois vosotros, los calaceitanos, puerta de entrada al carácter de Aragón, gente de frontera que da vida a la piedra, gente luchadora, pujante, emprendedora y creciente. Vuestro pueblo es una forma de ser y pensar que nos definen como ruralistas, arraigándonos como bajoaragoneses (de cuna o adopción) y construyendo una gran familia, que nos hace querer luchar todavía más por nuestros pueblos, sus infraestructuras y calidad de vida; una gran familia que nos hace disfrutarnos y también reivindicarnos contra la desigualdad, contra la despoblación, contra los agravios y el aislamiento, pero sobre todo a favor de nuestros jóvenes y niños, como mi hija bajoaragonesa, que está allí, vuestras damas y reina son nuestro mejor tesoro y legado. Es emocionante escuchar su ilusión, desparpajo y viveza. Transmitirles las raíces, los valores de nuestros abuelos combinados con la libertad y capacidad de desarrollo que del siglo XXI, ofreciéndoles la oportunidad de poder seguir en nuestro territorio ha de ser nuestro mayor empeño.
Calaceite es un lugar para perderse sobre todo hoy, más bonito que nunca, porque vais a llenar sus calles de alegría y las habéis engalanado con tanto cariño, rompiendo fronteras y derrochando creatividad. Nuestro Calaceite es mucho más bonito en fiestas mayores, cuando llenáis esta plaza, bailáis con la orquesta en pareja, cuando las carrozas que tanto trabajo han costado despiertan las risas en cada rincón, cuando las peñas os dejáis llevar como locas bajo la manguera del chupinazo o se iluminan las calles con los toros de fuego. En fiestas construimos nuestra mayor convivencia y nuestros mejores recuerdos, amistades y alianzas de todo tipo. Ya no queda nada.
A Calaceite se viene de propio, sí, o te pierdes de propio, dejando atrás el meridiano de Greenwich, entre esas 70 curvas que atraviesan el punto cero del mundo, la línea imaginaria que divide la tierra en dos partes. Hay quien define Calaceite como el “destino eterno”, para mí lo fue y tened por seguro que llevaré el nombre de Calaceite allá adonde vaya. Os deseo un presente lleno de optimismo para un futuro de progreso. Calaceitanas, calaceitanos, felices fiestas.¡Vivamos en nuestros pueblos. Vivan nuestros pueblos. Vivan las fiestas y viva Calaceite!»
Gracias eva por recordar a mi hermano, le hubiera encantado poder oirte porque el amaba el matarraña
Preciosa dedicatoria, Eva…a Calaceite; al Matarraña y al Bajo Aragón en general.
Este mensaje optimista de ‘repoblación’ hay que llevarlo a todas partes….