Las mascarillas ya no son obligatorias al aire libre desde este jueves. Sin embargo, en las calles de Alcañiz apenas se nota que la medida haya entrado en vigor. La mayoría de las personas prefieren ser prudentes y siguen llevando la boca y la nariz tapada ante la elevada incidencia de contagios (aunque a la baja). En menor medida, están los vecinos que no creen que en exteriores la mascarilla sea necesaria y se sienten libres de haberse quitado ese yugo que les molestaba, les impedía respirar bien y les empañaba las gafas.
Entre las opiniones a favor de la medida que ha tomado el Gobierno central se encuentra la de Paco Romero, quien está «muy contento»: «Molestaba un poco la verdad, ya eran demasiados días con ella. Eso sí, la llevo a mano por si acaso entramos en algún espacio cerrado». Por su parte, Aleida Aguedelo es de las que «siempre» ha creído que la mascarilla en exteriores «no sirve de nada». Confiesa que la «detesta» y que ahora que la ley se lo permite, se la quitará cuando salga a la calle. Entusiasmadas con la noticia están también las tres jóvenes amigas Ester Flores, Salma Moreno y Mabe Criollo. Si pueden caminar manteniendo la distancia de seguridad, se guardarán la mascarilla.

También están deseando librarse de la mascarilla vecinas como Elena Carbó, pero piensa que «aún es pronto». «Tengo ganas, pero la incidencia de contagios todavía es elevada. Hay sitios en los que se puede respetar las distancias, pero en otros muchos no, sobre todo cuando te cruzas con la gente», explica. También Sara Ponte piensa que la decisión «es temprana». Ella es joven y «no tiene miedo» de contagiarse, pero sí de transmitirle el virus a las personas mayores. Coincide con Carbó en que en los pueblos es más fácil mantener la distancia, pero no tanto en Alcañiz en lugares como la avenida Aragón en hora punta.
Mascarillas en los patios
La mascarilla también ha dejado de ser obligatoria en los patios de los centros educativos desde este jueves. El profesorado del CEIP Juan Lorenzo Palmireno de Alcañiz se alegra de que la situación vaya a mejor, pero recibe la nueva medida «con mucha precaución». «Todavía tenemos casos de niños que están en casa confinados, bien porque son positivos o porque son contactos, y la mayoría de ellos todavía no tiene la pauta completa de vacunación», explica la directora del centro educativo, Carmen José Giner. Reconoce que en el patio del colegio no se pueden mantener las distancias de seguridad, sin embargo, recalca que los pequeños «están al aire libre». Desde el centro siempre se han regido por la pautas que ha marcado el Gobierno. «Durante toda la pandemia nos hemos basado en las normas que nos han dado. Cuando nos han dicho que no podíamos trabajar juntos en grupos cooperativos así lo hemos hecho y, ahora, que nos han dicho que podemos estar sin mascarilla lo respetamos», matiza Giner.
En el centro comienzan a ver la luz al final del túnel, pero no sienten que con esta medida estén más cerca de volver a la normalidad. «En los centros escolares es muy importante el contacto físico con los alumnos y poder verles las caras para saber cómo se sienten. Están aquí muchas horas y muchos problemas los traen con ellos. Los profesores estamos para ayudarles y acompañarles en situaciones complicadas y la mascarilla no nos permite tener ese contacto visual», cuenta Giner.
A primera hora de la mañana, la mayoría de los alumnos y sus padres han llegado al colegio con la mascarilla puesta. La escena se ha repetido a la hora del recreo. Quienes se la bajaban lo hacían para comerse el bocadillo. Solo algunos pocos han saltado a la comba, han jugado al fútbol o han disputado una partida de ping-pong con la mascarilla guardada. El resto de estudiantes también tenía muchas ganas de despedirse de ella, pero han insistido en que solo lo harán «cuando puedan respetar la distancia con sus compañeros». Son pequeños, pero tienen las ideas muy claras.