Son todos los huéspedes que van pasando por sus dependencias los que dan sentido al sobrenombre que acompaña a La Casa de Belmonte. Es un refugio para escribir y en que esto sea así ponen todo su empeño sus responsables que cuidan al detalle el concepto con el que desembarcaron en Belmonte de San José justo antes de que el mundo quedara paralizado por una pandemia. En esos meses de cierre forzoso dentro de esas paredes no pararon de fluir ideas, que en cuanto se abrió la veda se han ido poniendo en marcha. La Casa es un no parar de mentes llenas de proyectos que poner negro sobre blanco y que viajan hasta el Mezquín en busca de ese refugio en el que comenzar o continuar sus novelas, ensayos o artículos.
Desde que abrió sus puertas, esta casa adquirió un compromiso con quienes empiezan y a estos autores dedican la Beca de Escritura. Se atrevieron en 2021 y la buena aceptación les hizo repetir este año con la segunda edición, y es que no abundan propuestas así para los autores noveles. Las personas interesadas y que cumplan con los requisitos, solo deben enviar un relato de adelanto del proyecto que quieran sacar adelante. Tras una primera criba en La Casa -este año de doscientos envíos-, la deliberación final se deja en manos de un jurado. Las personas seleccionadas consiguen una estancia en La Casa de Belmonte para seguir avanzando en la idea. Para la finalista esa estancia es de un mes. «De este año de actividad completa el balance es bueno, siempre solemos tener gente que viene a escribir y esto va a seguir siendo un albergue y refugio de escritores. Impulsamos la beca para noveles pero vamos a comenzar a hacer encuentros y a provocar que pasen cosas relacionadas con la escritura», avanza María Ruiz, una de las responsables de este proyecto.
Este año en La Casa se despidió del verano con desayunos, comidas y cenas en torno a una mesa y sobremesas bien entretenidas. Es otra seña del lugar. «Las bienvenidas a nuevos huéspedes se hacen en la cocina, también las despedidas. Son importantes los momentos de convivencia y de conversación también para el propio trabajo de escritura. De hecho, han salido algunos proyectos conjuntos de huéspedes que se han conocido aquí», sonríe Ruiz.
Para aprovechar todo esto, la estancia de las finalistas de la Beca de Escritura se hace de forma conjunta en la medida de lo posible. En esta ocasión, las huéspedes que han hecho el cambio de estación en la casa gracias a la beca son Violeta Niebla, Flor Martínez y Nuria Candela. Esta última la ha hecho desde Galicia donde se recupera de un inoportuna lesión de mano, aunque viajará a Belmonte a disfrutar de su premio en cuanto le sea posible. Ninguna conocía la zona y todas prometen volver.
Violeta Niebla, una carrera dedicada a la poesía desde Málaga
De «experiencia única» define Violeta Niebla (Málaga, 1981) su estancia en La Casa de Belmonte. Es un lugar en el que ha hecho realidad un sueño, que para cualquiera que se dedique a la escritura no es otro que disponer de tiempo para escribir sin preocuparse de nada más. «Tenía como un sueño escribir en una casa en el campo y me he encontrado con un pueblo pequeño que tiene a dos pasos el campo y me han dejado traer a mi perro, así que, es una maravilla. Esto es un sueño cumplido», dice. «Y cada paseo que damos es diferente, la naturaleza en Belmonte es increíble», se sincera. Niebla es autónoma y viajó desde la ciudad, por lo que se tomó la estancia de casi un mes como una oportunidad para bloquear esas semanas. Llegó para desarrollar la que quiere que sea su primera novela a la que ha titulado «Todas las cosas que he hecho por dinero». Es la idea de un currículum narrado que relatará desligándose de la poesía, que es el género al que ha dedicado su carrera hasta el momento. «Venía con una idea muy clara pero recibir «feedback» del resto de compañeras y de María en La Casa te orienta mucho, es fundamental porque yo iba muy enfocada con una idea y me ha hecho parar, editar, pensar… Igual no hace falta una despedida tan radical de la poesía, vamos a ir viendo», comenta.
En La Casa «hay días y días». Hay días en los que se dedican más a la reflexión, al paseo, al rehacer y otros días muy productivos en escritura. «Lo de ponerse metas… Al final depende de cómo tengas ese día. Hay que fluir un poquito, no se puede ser tan robótica», sonríe.
Flor Martínez, escribir sobre la masificación de la urbe desde la España despoblada
Violeta Niebla ha compartido parte de su estancia con Flor Martínez (Madrid, 1989), una de las finalistas y quien comenzó a escribir desde la España vaciada sobre un problema que asola a la gran urbe como es la masificación. La «gentrificación» y la «turistificación» de barrios del centro de ciudades como en este caso es Madrid, está desplazando a sus vecinos a las afueras con todas las consecuencias que eso acarrea como «desarraigo y crisis muy potentes en la gente que lo vive». Martínez le ha puesto en título provisional de «Chusa», que es el nombre de la protagonista. El libro contará la historia de esta señora de 60 años que vive en Lavapiés y que está pasando por una depresión debido a varias crisis personales como desde duelos, el síndrome del nido vacío y la postmenopausia. Todo esto se junta a una crisis social como esta masificación de su barrio. Como la autora es de la opinión de que es mejor reírse, le está dando tintes de tragicomedia a su relato. «Quiero que la gente empatice con el drama de esta mujer pero a la vez se ría. Chusa se va metiendo en un embolado y le pasan cosas muy locas», adelanta.
Martínez salió del meollo de la ciudad para dedicarse a escribir en el refugio bajoaragonés. «En estos días he pensado en lo mal distribuido que está el territorio en recursos y servicios. Si no estuviese todo tan centralizado en las ciudades y se diesen más oportunidades al medio rural, la gente sería mucho más feliz y el campo estaría mucho más cuidado ante peligros como los que vividos en incendios, por ejemplo», reflexiona. «De momento estamos en estas y yo espero que se vaya dando ese cambio de conciencia sobre la situación, sería todo mejor», añade. Ya ha regresado a su día a día, que en este caso no tiene que ver con la Literatura, ya que ella se dedica al Trabajo Social. «Escaparme a Belmonte también ha sido un sueño cumplido para mí, ha sido un paréntesis y ahora tengo que ver cómo acoplo la novela con mi día a día pero lo haré, ya no hay vuelta atrás», ríe.
Dice que quiere volver y lo hará sabiendo cómo es el Bergantes o Valderrobres, además de Belmonte. «Han sido días muy productivos en escritura y nos ha dado tiempo a ver los alrededores en alguna escapada y es todo precioso, ojalá haberme podido desdoblar en dos personas para viajar y para escribir», concluye.
Nuria Candela, conexión Galicia
Gracias a la tecnología, Nuria Candela (Céltigos, Lugo, 1987) ha estado presente con sus compañeras de Beca. Un desafortunado accidente le ha obligado a aplazar su estancia en Belmonte hasta que se recupere totalmente. «La comprensión de María desde La Casa ha sido total desde el principio, así que, espero ir pronto», dice. De formación, Candela es historiadora. Se convirtió en editora de libros y trabajó en editoriales y publicaciones periódicas. También es redactora freelance y su firma aparece en diferentes medios digitales y en papel. «Soy un poco de todo», ríe. Nunca había escrito nada personal y se lanza con una autoficción a la que ha llamado «La herida que ladra». Es personal e íntima porque es una crónica autobiográfica sobre las primeras etapas del duelo y de la pérdida, y también es un libro tributo a su padre. «El eje central es autobiográfico pero se van mezclando entradas de diario personal, cartas, un poquito de todo. Pero está un poco verde, avanzo despacio aunque tampoco está mal frenar, que sea algo tan personal influye en que me esté costando», comenta.
Conoció la Beca como las demás, de casualidad y a través de redes sociales. «No abundan este tipo de oportunidades y no me lo pensé y me presenté. Ahora estoy deseando ir», concluye.
En La Casa siempre hay gente, cabezas pensantes desarrollando sus ideas con las que coincidirá y podrá compartir ideas y opiniones. Algunos de esos proyectos que se han desarrollado en parte en La Casa han salido a la luz. Manuel Guedán fue el primer huésped en Belmonte, llegó en pandemia y se quedó un mes. Volvió recientemente para presentar en Alcañiz «Los sueños asequibles de Josefina Jarama» (Alfaguara, 2022) y en la última página explica que este libro se terminó de escribir en La Casa de Belmonte. «Nosotros flipamos porque no sabíamos que iba a poner esa mención. Esas cosas pasan en La Casa y más que pasarán porque siempre viene gente majísima», concluye María Ruiz, la impulsora de esta acogedora y revolucionaria casa.