Rosa María Calaf, periodista y excorresponsal de RTVE, ha participado este martes en el I Encuentro Iberoamericano sobre Viajes, Comunicación y Turismo celebrado en el Parador de Alcañiz. En la cita se ha reflexionado sobre las experiencias pasadas pero, sobre todo, los profesionales se han centrado en trazar líneas de actuación de cara al futuro. Dialogamos con Calaf sobre esta cuestión y sobre los peligros que muchas veces ha supuesto el turismo para la preservación incluso del patrimonio.
Esta cita reúne a profesionales de mundos muy distintos, como el periodismo o el turismo, ¿cómo se ha desarrollado el encuentro?
Ahí está la clave porque muchas veces los departamentos son estancos y no, porque este es un tema transversal, nos afecta a todos. Se trata de reconvertir el turismo, porque esta es la única industria que realmente parece que va en contra del activo con el que hace caja. Tienes bellezas naturales, tienes monumentos, una serie de realidades por las que la gente va a los lugares… y resulta que no cuidamos esos lugares ni a las personas que se ocupan de ellos. Eso es muy importante. Y la sostenibilidad, que es clave en este momento. Está claro que hay que intentar reconducir el modelo porque es un modelo muy depredador. Es muy importante que las propias poblaciones sean conscientes de lo que se tiene, y de la importancia que tiene cuidarlo. Y eso vale absolutamente para todos. Y, por supuesto, están los derechos de las personas, que hay que respetar. Realmente hay una intersección y al final es una cuestión de educación y de información, de educar para el viaje. ¿Por qué es importante viajar? ¿Para qué viajamos? ¿Qué aportamos y qué nos aporta? Eso tiene que ser defendido, pero primero tiene que ser entendido, y después informar sobre ello. Hay que relacionar las personas con los entornos y dar a conocer cómo afecta lo que hacemos a esas personas y a nosotros. Todo ese tipo de relaciones son de lo que se está hablando aquí, ¿para qué? Pues simplemente para conseguir un turismo de mejor calidad y que, por tanto, apoye a los lugares y a las personas a donde va.
Ha sido corresponsal en muchísimos países. Esto que comenta lo hace desde esa perspectiva en la que ha podido comprobar lo que es capaz de hacer el turismo en un lugar...
Ahí está. Tú ves que el mundo, muchos lugares, cambian a mal precisamente porque el comportamiento del visitante no es el que debería ser. Y muchas veces el comportamiento local tampoco, porque no es consciente de la importancia de la defensa de los valores que tiene. Hay lugares en los que he estado hace a lo mejor 50 años que ya no existen, porque han sido absolutamente anulados. Otros, al contrario, se han revalorizado porque se han sabido cuidar, mejorar, y se han sabido proteger. Por tanto, el que va a verlo va a hacerlo todavía en mejores condiciones de las que estaba antes. Y de eso es lo que te das cuenta viajando por el mundo. Desde luego, como periodista, lo que sí me importa mucho es que se entienda. Yo recuerdo, por ejemplo, que tras el tsunami que devastó las costas de Tailandia y Sri Lanka en el 2004 muchísimos titulares eran: «Catástrofe en el paraíso». Pero la pregunta era: ¿El paraíso para quién? El paraíso para el que iba de vacaciones, pero no era el paraíso para las personas que vivían ahí. El transmitir eso es obligación del periodismo. El periodismo hace de mediador entre culturas, y está claro que tiene la función, igual que el viaje, de acercarte al otro, y hacer que lo conozcas mejor, que lo comprendas y que lo entiendas. Una cosa que entiendes y comprendes la puedes defender y proteger. Y ese mecanismo muchas veces falla, ¿no?
¿Cómo se trae esto al mundo rural?
Lo que hay que entender es que el mundo hay que conocerlo a través de sus personas y sus lugares, y eso significa ir a todas partes. Es decir, no solo ir a conocer un museo, que está muy bien, o una capital que está de moda… No, no. Hay que recorrer el territorio. En España tenemos una riqueza cultural, social, gastronómica, paisajística, monumental tremenda… que tenemos que ser capaces de explotar en el buen sentido y, por tanto, primero, tenemos que darla a conocer, pero siempre con el añadido de la protección. Así ayudamos a que más gente pueda verlo en el futuro, no a destruirlo. Procedo afortunadamente de una familia que era muy viajera cuando en España nadie viajaba, y mi padre decía siempre: «Hay que conocer bien lo propio y salir a ver lo ajeno». Pero no puedes salir a ver lo que hay fuera sin saber lo que hay dentro. Y en cualquier caso tienes que conocer cómo viven las personas y cómo son los lugares. Y no es una cuestión de hacerse fotos y selfies poniendo eso que hay que mirar a tu espalda para que lo que se vea sea a ti. Eso no tiene ningún sentido.
Esto choca con el modelo de turismo masificado que en ocasiones ha predominado: grandes excursiones en las que uno ve lo que le enseñan pero olvida la otra parte, que es la que precisamente menciona...
Sí, sí, claramente. Se ha convertido en una industria. Por supuesto hay una parte muy responsable, porque no se puede demonizar a la industria turística en absoluto. Hay muchísima gente haciendo las cosas muy bien, pero sí que es verdad que cuando se mercantiliza al límite y lo que importa es la cantidad y no la calidad, tienes la absoluta destrucción de aquello que precisamente te va a proporcionar hacer caja, que parece que es lo único que te importa, ¿no? El turismo, el viaje, su finalidad no es hacer caja. El hacer caja es algo que viene añadido si uno hace bien esa actividad. Entonces, entender ese mecanismo, que es tremendamente perverso, es función de la educación, de la información, y de la voluntad política. Lo importante no es tener 200 millones de turistas, sino tener 200 millones de personas interesadas por ver y hacer eso que te están ofreciendo, con lo cuál significa que esas personas van a proteger eso que van a ver. Además, en este momento en el que el tema medioambiental es tan, tan grave, tenemos que ser muy conscientes de que quizá en lugar de hacer tres viajes al año de tres días contaminando como locos, cogiendo aviones para arriba y para abajo; tenemos que hacer menos, hacer proximidad, combinar y exigir que evidentemente todas esas grandes empresas contaminadores contaminen lo menos posible, o por lo menos no contribuir a que sigan contaminando más.
Este encuentro no es casual. Se celebra tras una crisis que nos ha puesto frente a nuestros propios monstruos...
Ahí está. Si no aprovechamos ahora la oportunidad que nos da ese parón que hemos tenido con la covid… Ha tenido cosas terribles, evidentemente, pero la parte buena es que quizá nos ayude a reflexionar y a dar una vuelta de tuerca, viendo además la interdependencia, es decir, lo importante que es que lo que ocurre a miles de kilómetros nos puede afectar. Esto no es una cuestión de osos polares. Es una cuestión de que nuestras costas están desapareciendo y de que estamos matando la gallina de los huevos de oro. El motivo de este encuentro es hacer una tormenta de ideas. Están saliendo una multitud de comentarios, de ideas, de preocupaciones… y luego habrá que traer esto al terreno de lo práctico para, poco a poco, ver cómo se pueden ir aportando soluciones. Evidentemente la solución ni va a salir de aquí ni es una cuestión de hoy para mañana, pero si no iniciamos un patrón diferente… Si seguimos haciendo las cosas igual, vamos a ir a la catástrofe absoluta. Por tanto, o cambiamos la manera de hacer las cosas o desde luego, el turismo tal y como lo entendemos, tiene un futuro cortísimo, realmente cortísimo.
¿Había estado en Alcañiz? ¿Qué le parece el territorio?
Sí, sí. He venido varias veces porque además participé en el Festival Buñuel en Calanda y a la comarca he venido un montón de veces porque yo sí soy muy de ir a patear los lugares. Viajo fundamentalmente en coche y en tren e intento precisamente acercarme a aquellos lugares donde la gente no tiene tendencia a ir. Esta es una zona riquísima, porque tiene de todo, puede ser interesante en muchísimos sentidos: histórico, monumental, paisajísitico, gastronómico… Dices: Bueno, si tienes esto al lado, aprovéchalo. Cuando me propusieron venir -de hecho ya había estado varias veces también en el Parador- pues francamente, me pareció una idea estupenda, y estoy encantada y agradecida.