«En la provincia no tenemos menores delincuentes, sino menores en problemas», dijo el Fiscal de Menores de Teruel, Benito Soriano Ibáñez, a más de un centenar de padres que asistieron el lunes por la tarde al teatro municipal de Alcañiz a escucharle. Con ellos, -gracias a una charla organizada por los AMPAS de los colegios y el IES Bajo Aragón, y el Ayuntamiento- compartió la sabiduría acumulada en sus 30 años de trabajo con adolescentes. Su objetivo fue claro: visibilizar algunas de las causas silenciosas que llevan a los menores a cometer delitos para que los progenitores les pongan freno. Habló de la ruptura familiar «mal llevada», con la que los hijos pueden desarrollar traumas, pese a que a priori parezca que «no les afecta la situación». También se detuvo en la sobreprotección de los hijos, un modelo educativo que merma la capacidad de los adolescentes de enfrentarse a los problemas.
«Cada expediente a un menor lleva adjuntado un informe con una perspectiva psicológica de la persona y su contexto. No nos quedamos solo con la infracción, nos preguntamos por qué lo ha hecho», explicó el fiscal, quien indicó que en ocasiones «han llegado a comprender por qué se ha cometido el delito». En esa mochila que cargan los adolescentes se esconden desde casos de abusos físicos y sexuales hasta los traumas derivados de la separación de los padres. A la hora de juzgarles, ese informe técnico da las pautas necesarias para que la condena prime lo educativo -cómo corregir su conducta de cara al futuro- sobre lo sancionador. En el caso de los menores delincuentes de 14 años, pese a que no son imputables, sí que se trabaja su comportamiento.
«Muchos menores con problemas de conducta que hemos tratado han estado marcados por la ruptura familiar. Eran adolescentes que se sentían queridos y atendidos hasta que los padres rompen la relación y no son capaces de ponerse de acuerdo en la crianza de sus hijos», detalló Soriano Ibáñez. Cuando se produce la separación de la pareja, tiene que establecerse una «nueva organización familiar»: desde si el hijo va a tener que dejar de ir a las extraescolares porque los progenitores ya no pueden permitirse ese gasto, hasta cómo se integrarán en la familia a las nuevas parejas de los padres y sus respectivos hijos, si los tienen. Sin embargo, es habitual que este diálogo tan necesario fracase debido a que una o ambas partes de la pareja se siente «fracasada» o «traicionada», y quiere hacer daño a la otra por medio de los hijos.
El hijo «mensajero», «espía» o «bate de béisbol»
La «instrumentalización» de los hijos puede ser de varios tipos. Algunos ejemplos serían el ‘niño invisible’ (al que parece que no le afecta la situación), el ‘mensajero’ (dile a tu padre, o tu madre, que…), el ‘espía’ (mira a ver si lleva a alguien a casa…), el ‘colchón’ (amortigua los golpes de la mala relación), el ‘edredón’ (hace de paño de lágrimas), el ‘bate de béisbol’ (se usa de arma para agredir al otro progenitor), el ‘subversivo’ (pórtate mal con tu padre, o madre, para que vengas conmigo a vivir) o el ‘subvencionado’ (conmigo no harás deberes, podrás jugar a la Play…). «Te compraré un perro, comerás macarrones todos los días, no tendrás que estudiar», son algunas de las frases que los padres dicen a los hijos para intentar quedarse con su custodia.
Cuando los progenitores no son capaces de llegar a acuerdos tiene que intervenir el juez y el fiscal, «dos extraños» que realmente no conocen al menor, por mucho que se esfuercen en recopilar información. En la Fiscalía de Menores de Teruel han llegado a tener que decidir si el hijo «hacía o no la comunión», o si de extraescolar «jugaba a fútbol o baloncesto». Soriano Ibáñez quiso subrayar que «no son malos padres», sino personas que «no han sabido hacer bien el duelo».
Como consecuencia, algunos de estos niños ‘invisibles’ generan un trauma (una combinación de factores como el cambio de colegio, amigos y casa, dejar de hacer extraescolares o ver la tensión entre los padres), que puede terminar explotando. Ya sea cometiendo delitos para llamar la atención de sus progenitores o volviéndose «los dueños de la casa», mandando sobre sus padres mediante el uso del chantaje o la agresividad.
«Pobrecicos», el adjetivo que hace a los hijos un flaco favor
«Pobrecicos es la palabra que más usan hoy en día los padres para hablar de sus hijos», dijo el fiscal despertando las risas cómplices del público. «Pobrecicos» porque llegan a casa después de tantas horas de clase y todavía tienen más deberes, es una de las frases más comunes. Este modelo educativo, que sobreprotege a los hijos para «evitarles los problemas y que sean felices, porque bastante dura es ya la vida», hace que los menores vivan en un mundo utópico. Como resultado, se vuelven personas «incapaces» e «irresponsables», que van a carecer en el futuro de las herramientas necesarias para tomar decisiones.
Los padres sobreprotectores se sienten totalmente responsables de sus hijos, llegan a anticiparse a sus necesidades, y resuelven los problemas por ellos limitando así su toma de decisiones. Por su parte, los hijos sobreprotegidos no tienen seguridad en si mismos, no disfrutan de la vida, buscan la aprobación en otros y no quieren enfrentarse a los problemas. La baja tolerancia a la frustración hace que sean intransigentes y agresivos en la convivencia, no solo con sus padres, sino que en el futuro también pueden llegar a ser controladores y violentos con sus parejas. Por otro lado, la baja autoestima les hace muy vulnerables, desarrollan ansiedad o frustración, y tienen tendencia al suicidio.
«Vemos muchos casos de violencia filio-parental. Son padres que no han puesto nunca límites a sus hijos y cuando quieren hacerlo es tarde. Les humillan, les escupen, les empujan, les destrozan la casa, y les llegan a amenazar, por ejemplo, con romperle las gafas al padre o destrozar la televisión si no les dan 50 euros o no les dejan las llaves del coche», contó Soriano Ibáñez. Cuando estos progenitores tratan de buscar ayuda, y en el Salud y el IASS les cierran las puertas, llegan a la Fiscalía como último recurso. Sin embargo, al decirles que si denuncian a sus hijos tendrán que ingresarlos en centros de menores para su rehabilitación, «se echan atrás porque no quieren que se los lleven».
«No quieren morir, sino dejar de sufrir»
En cuanto, a los casos que terminan en suicidio, el fiscal alertó de que los suicidios de menores entre 10 y 14 años han aumentado en un 134% respecto a los datos prepandémicos. Asimismo, señaló que en el 60,9% de los casos está detrás la violencia (un 20% sufre bullying), mientras que un 34,5% padece problemas de salud mental. «La mayoría de los menores que tienen ideas suicidas no quieren morir, lo que quieren es dejar de sufrir. Sin embargo, la escasez de herramientas para salir de ahí les hace tener una visión de túnel, en la que la única salida que ven viable es suicidarse», explicó Soriano Ibáñez.
El fiscal matizó que antes no se hablaba del suicidio porque se creía que tenía un «efecto llamada», sin embargo, se han dado cuenta de que «tapándolo lo único que se consigue es que siga ocurriendo». Por tanto, es necesario que los padres conozcan cuáles son los indicios del suicidio para que puedan detectarlo y evitarlo. Asimismo, es conveniente conocerlos para «saber si de verdad un hijo tiene ideas suicidas», ya que también hay casos en los que los hijos «usan la amenaza de suicidio como herramienta para chantajear a los padres».
Soriano Ibáñez enumeró algunos consejos para que los padres no sobreprotejan a sus hijos como son: establecer unos límites claros, darles responsabilidad desde pequeños (como lavarse los dientes para cuidar de su salud o hacer la cama aunque no la hagan bien), dejar que se equivoquen y aprendan, enseñarles a compartir o escuchar lo que tengan que decir. El objetivo es que aprendan a tomar decisiones por sí mismos, para que en el momento en que los progenitores ya no estén para protegerles, no sean impulsivos ni influenciados por otros. Es decir, que ellos mismos «sepan decir que no cuando les ofrezcan droga», o «no sigan los consejos de las páginas webs con información sobre bulimia si quieren adelgazar».
De lo que no habla el fiscal es de aquellos que desde el principio establecen normas y limites en casa, con cariño pero con firmeza, que intentan educar a sus hijos en responsabilidad y valores haciéndoles ser participes de la responsabilidad de sus actos, tanto buenos como malos o erróneos… y que ven como no ha valido de nada y sus hijos se han convertido en expertos delincuentes por aquello del » lo quiero, lo tengo y me da igual como conseguirlo». Ante una situación de este tipo, incontrolable sobre todo en menores de 14 a 18 años , los padres optan por pedir ayuda al servicio de protección del menor y es un autentico despropósito ya que los mismos técnicos del IASS les hacen culpables de la situación por ser unos padres «excesivamente estrictos que se niegan a dar un movil a su hijo de 11 años o consideran que no es necesario dar una paga de 20 € a la semana a un niño de 14 años » …. y cuando la violencia del menor llega a sus peores consecuencias con agresión física hacia sus padres y atención hospitalaria deciden que el menor debe salir del núcleo familiar y se lo llevan a casa de acogida, centro de reeducación conductual y finalmente reformatorio ( ese es el periplo de un menor en protección generalmente) ya que dicen proteger al menor, dicen reeducarlo, dicen reformar su conducta… cuando deben decir » lo encierro en un centro, medicado las 24 h para que no moleste y esperar a que pase el tiempo hasta que vuelva a su casa». El menor vuelve a casa habiendo hecho un curso express de delincuencia en este tipo de centros , pagados por los contribuyentes, en donde los aprenden todas las martingalas legales que les permitan seguir con sus actividades delictivas sin llegar a los limites que provoquen un nuevo ingreso, vuelven a casa resabiados como los toros corridos y hacen responsables a sus padres de absolutamente todo, desde el consumo de drogas » para tranquilizarse» hasta los robos » porque no me dais lo que tienen otros y de alguna manera he de conseguirlo»
Otro camino es acudir a fiscalía intentando solicitar una orden de alejamiento ante problemas serios de amagos de violencia física y violencia psíquica del menor hacia sus progenitores y se indica que fiscalía solo puede actuar ante la presencia de lesiones físicas (mientras no haya sangre poco podemos hacer…. y aun así, ya que la ley de protección del menor es la que es), instando a los padres a presentar una denuncia ( ya que si no NADA se puede hacer) con el trago que eso supone para cualquier padre….. y te abocan a una situación limite en la que estas totalmente desprotegido ya que no puedes hacer ABSOLUTAMENTE NADA, ni como progenitor ni como educador…. Este periplo de despropósitos acaba con el ya mayor de edad con 18 años fuera de casa ante la impotencia de sus padres, sin estudios, sin futuro, delinquiendo en la mayoría de los casos y , quizá razonadamente, echándole la culpa al mundo de todo lo que le ha pasado, le pasa… y le pasará. Creo que como sociedad deberíamos plantearnos que estamos haciendo con la educación de niños y adolescentes para que hayamos llegado a estas escalas de violencia, agresividad, falta de valores éticos y morales y desidia total
Agradecerle lo bien que explica la situación actual de la deriva de esta sociedad. No creo que los «pudientes» lean su escrito porque también van de «sobrados».