Medio centenar de personas, cargadas de flores y sonrisas, tocaron la puerta de casa de la alcañizana Sara Cebrián Martínez el pasado martes, 20 de junio, por la tarde. Eran sus hijos, sus nietos, sus bisnietos, sus sobrinos y sus amigos. No todos, claro, solo aquellos que estaban entre semana en la localidad, porque sino la cifra de asistentes hubiera sido similar a la de los años que ese día cumplió Sara: 100. Esposa, madre, abuela y bisabuela, esta bajoaragonesa ha dedicado su vida a su familia y, también, a la sociedad bajoaragonesa. Por eso, no sólo es el pilar que sostiene y reúne a los Murria-Cebrián, sino también una buena amiga a la que muchos quisieron homenajear, ya fuera en persona o vía telefónica.
La merienda de cumpleaños, en la que no faltó una tarta de yema, fue precedida por una misa hogareña que celebró el párroco de Alcañiz, Pablo Roda. Sara es católica y siempre ha sido muy practicante, aunque ahora su movilidad reducida le dificulta ir a la iglesia. También es una apasionada de la Semana Santa alcañizana. De hecho, durante muchos años fue la presidenta de la cofradía de la Soledad. Su involucración en la vida social, le llevó, además, a ser una de las fundadoras de la Asociación Amas de Casa Ercávica.
Sara Cebrián Martínez nació en Alcañiz el 20 de junio de 1923. Es la mayor de dos hermanas. Estudió en el colegio La Inmaculada y trabajó como contable en la gasolinera hasta que se casó a los 21 años. Contrajo matrimonio el 28 de diciembre de 1944 con Joaquín Murria Mallén, con quien tuvo cuatro hijos: Rafa, José Fernando, Joaquín y Mari Carmen. Sara crio a sus hijos, fue ama de casa y vivió un feliz matrimonio con Joaquín hasta que enviudó en el año 1976. Con él, le encantaba viajar, afición que siguió manteniendo tras su partida acompañada de su hermana. Ha recorrido Europa (le tiene un especial cariño a Italia) y también ha estado en Israel.
Sigue ejerciendo de abuela de sus 11 nietos (Javier, Rafael, María, Sonia, José Joaquín, Vanesa, Isabel, Joaquín, Sara, Clara y Julio) y de bisabuela de sus 19 bisnietos (el número 20 está a punto de nacer). Sara mantiene intacta su memoria y sigue recordando cuándo es el cumpleaños y el santo de cada uno de ellos. «Nos llama siempre a todos para felicitarnos», cuentan sus descendientes. A todos ellos les aporta «alegría», «estabilidad familiar», «unión» y también -dicen entre risas- la «esperanza de vivir muchos años».