Su filosofía de vida convierte a Luis Buñuel en uno de los genios más apasionantes de la Generación del 27.
Mucho se ha escrito y analizado sobre Luis Buñuel y mucho queda por escribir y analizar porque se trata de uno de los personajes más apasionantes de la historia, más allá de la cinematográfica. Esta semana, en el XIII Festival Internacional de Cine que lleva su nombre, ha quedado patente que Buñuel era algo más por sus pensamientos, sus acciones y su ciclo vital. Su filosofía de vida lo convierte en uno de los personajes más apasionantes de la Generación del 27.
Nació en Calanda el 22 de febrero de 1900 y murió en la ciudad de México el 29 de julio de 1983. Era el mayor de siete hermanos de un matrimonio compuesto por Leonardo Buñuel, que hizo fortuna en Cuba, y María Portolés. Vivió su infancia en Calanda y, aunque la familia se trasladó pronto a Zaragoza, su pueblo fue siempre el lugar de regreso en vacaciones y el sitio cuyas influencias se reflejan en sus obras. El sonido de los tambores es el rasgo más reconocible pero no el único.
En 1917 ingresó en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Allí permaneció siete años y esa estancia resultó decisiva. Coincidió con personajes que serían tan relevantes como Lorca, Dalí o Rafael Alberti. Tomó contacto con el teatro, los deportes y los disfraces, una actividad que practicaba con asiduidad.
En 1925 marchó a París, donde se inició en los rodajes cada vez más convencido del surrealismo y allí se comenzó a fraguar «Un chien andalou», el resultado de unir sus sueños con los de Dalí.
Su enorme éxito en 1929 fue el espaldarazo para «La edad de oro». Está considerada la obra maestra del cine de vanguardia aunque con su anticlericalismo creó un enorme revuelo. A Francia le siguió Estados Unidos y México, país donde se estableció.
Allí rodó más de una veintena de películas. Hay más y menos comerciales y figuran títulos como «Los olvidados», protegida por la Unesco, o «Nazarín» (1958) y empezaron a llegar los éxitos y reconocimientos internacionales. Sus películas no llegaban a España aunque él regresaba de vez en cuando, la última vez, tres años antes de morir. Su carta de despedida reposa en el CBC.
FILMOGRAFÍA COMO DIRECTOR:
A las más de treinta películas como director o realizador hay que sumar una extensa trayectoria como productor, ayudante de dirección e incluso actor. Aunque colaboró en el guión de todos los trabajos que dirigió (salvo en dos) escribió para otros directores.
Un perro andaluz
(Un chien andalou, 1929)
La edad de oro (L'âge d'or, 1930)
Las Hurdes, tierra sin pan
(Las Hurdes, 1933)
Gran Casino (1947)
El gran Calavera (1949)
Los olvidados (1950)
Susana (1950)
La hija del engaño (1951)
Una mujer sin amor (1951)
Subida al cielo (1951)
El bruto (1952)
Robinson Crusoe (1952)
Abismos de pasión (1954)
La ilusión viaja en tranvía (1953)
Él (1953)
El río y la muerte (1954)
Ensayo de un crimen (1955)
Así es la aurora
(Cela s'appelle l'aurore, 1955).
La muerte en este jardín (La mort en ce jardin, 1956)
Nazarín (1958)
Los ambiciosos (La Fièvre monte à El Pao, 1959)
La joven (The Young One, 1960)
Viridiana (1961)
El ángel exterminador (1962)
Diario de una camarera
(Le journal d'une femme de chambre, 1964)
Simón del desierto (1965)
Belle de jour (1967)
La Vía Láctea
(La Voie Lactée, 1969)
Tristana (1970)
El discreto encanto de la burguesía (Le charme discret de la bourgeoisie, 1972)
El fantasma de la libertad
(Le fantôme de la liberté, 1974).
Ese oscuro objeto del deseo (Cet obscur objet du désir, 1977)
A final de los años sesenta comenzaron a llegar los premios internacionales y, a partir de ahí, la fama de Calanda y sus tambores, comenzó a crecer a la par que lo hacía el prestigio de Luis Buñuel. Palma de Oro en Cannes por «Nazarín» (1958) y «Viridiana» (1961); León de Plata en Venecia por «Simón del desierto» (1965). Oscar por «El discreto encanto de la burguesía» (1972). Alguien lo recogió en nombre del calandino que no acudió. No sorprendió porque nunca ocultó su rechazo a este tipo de premios y, sobre todo, a la parafernalia que los rodea.
*Más información en la edición impresa