Decir que Teruel existe en esta semana de investidura resulta una perogrullada. Pero hacer que la provincia turolense exista en el recóndito sur de Turquía tiene su mérito. Porque España es mucho más que Madrid, Barcelona o Valencia… y el país otomano, claro, mucho más que Estambul o la Capadocia. Cuatro turolenses hemos viajado esta semana hasta la ciudad de Eregli, en el montañoso sur turco en la provincia de Konya, dentro de un proyecto europeo sobre empleo joven y emprendimiento.
Este viaje se centra en la empleabilidad joven y femenina en el marco de Eagles, ‘Empowerment and Activating the young generation through the learning of employality skills’. Participan en la expedición la diputada de Desarrollo Territorial y alcaldesa de Mas de las Matas, María Ariño; los técnicos provinciales de la Oficina de Programas Europeos de la DPT, Laura Gascón y José Manuel Martín; y yo misma, invitada como mujer joven directora de un periódico turolense. Los turcos, impulsores del proyecto, viajaron a varios pueblos de Teruel en mayo para conocer iniciativas de interés social y empresarial, ahora la DPT debe devolver la visita como socios y responsables de la delegación europea para completar el programa, totalmente financiado con fondos europeos.
Llegar hasta Eregli, como hasta casi todos los lugares recónditos, es una odisea; de eso sabemos mucho en nuestra tierra, así que no nos escandalizamos. Pero dos días de intenso viaje en coche, dos vuelos y un autobús para llegar hasta Eregli dan para mucha reflexión. ¿De qué sirven estos programas? Responde la diputada delegada del área, María Ariño. «Los programas europeos nos permiten importantes intercambios, contactos y financiación a través de los cuales compartimos experiencias que nos hacen ayudan a aprender de otros países europeos, crecer y avanzar como territorio. Estamos trabajando para rentabilizarlos al máximo posible y mejorar su impacto en nuestra provincia. El emprendimiento femenino es un pilar para la diputación y queremos trabajar en todas las iniciativas posibles en este ámbito», valora Ariño.

Laura Gascón y José Manuel Martín son dos de los técnicos que han trabajado y viajado durante años por medio mundo para analizar, presentar y estudiar proyectos ligados a la despoblación, el envejecimiento, o el turismo, entre otros muchos. La DPT está participando actualmente en seis programas de los fondos de la Comisión Europea en los que ha concurrido junto a numerosos países.
La igualdad en el ámbito laboral femenino ha sido una constante en los objetivos de la Oficina de Programas Europeos de la Diputación, sobre todo por su valor para avanzar en igualdad y asentamiento de población. Proyectos como Equal o Emprenter están reconocidos y han permitido que mujeres rurales emprendiesen negocios en varias comarcas desde 2013. Y aquí entra Turquía, que quiere ser admitida en Europa y demostrar que sus valores democráticos y de igualdad son suficientes.
Eregli, la ciudad de las black carrots
Eregli es una ciudad de 137.000 habitantes que vive esencialmente de la agricultura. Elaboran leche, quesos, y zanahoria roja (black carrot), un producto con indicación geográfica protegida del que extraen una bebida tradicional llamada Guseven Salgam. Gozan de unas fantásticas aguas termales, a más de 100ºC, aún por explotar y en cuyo impulso turístico quieren también fijarse en Teruel.
Comunicarse en inglés es un verdadero problema, prácticamente nadie lo habla (mucho menos el castellano). Nuestros guías y esforzados responsables locales del proyecto, Halil Kaya y Bushra Acguk (a la sazón traductora), nos van a mostrar la mejor cara de su ciudad durante cinco días. Al cierre de esta edición de este texto, ya hemos vivido dos jornadas.
Explorar el entorno o trabajar con la ayuda del móvil es complicado, apenas hay wifi libre fuera del hotel, ni en instituciones ni bares. La ciudad, rodeada de montañas y agrestes campos de cultivo yermos por el invierno, nos impacta por el enorme contraste cultural. Es un hervidero de vida, caótico y sorprendente. Llueve intensamente y las calles son un río de barro y tráfico en el que cientos de locales comerciales se agolpan en un ordenado guirigai en el que uno se acomoda de forma sencilla. No hay franquicias internacionales, todo es turco: la alimentación, la artesanía, el textil, el calzado, los supermercados, la telefonía… Supone una gran brecha respecto a la impresionante ciudad de Estambul y su despampanante aeropuerto internacional, donde las mejores marcas y la vanguardia se despliegan a lo grande en media docena de terminales impolutas, infinitas y modernas.

Los turcos son acogedores y muy amables. En las calles conviven la globalización y la tradición, el pañuelo en el pelo con las mechas al descubierto; el rezo del Corán, la música local y el pop internacional; los coches de último modelo con antiguallas de categoría y auténtica chatarra. Todo es exótico para nosotros, el ruido, los olores, los sabores, las panorámicas, pero para ellos, los pintorescos somos nosotros. No han visto a españoles nunca. Se asoman en las tiendas para mirarnos y nos ponen en bucle temas musicales en español. Incluso alguno nos pide fotos que nos ruborizan.
En el bar cuchichean los camareros, y nos examinan cada gesto… Una mujer simpática le insiste para un selfie a la alcaldesa Maria Ariño; otra cierra tienda para acompañarnos hasta la mezquita sin mediar palabra, solo sonríe. También nos fotografía. La mezquita de esponjosa e impecable moqueta turquesa nos invita a quedarnos bajo el silencio de sus techos abovedados de flores decoradas. Descalzos, mujeres y hombres entramos y salimos por separado a través de puertas distintas aunque compartamos el mismo espacio. Esa doble puerta de entrada forma parte de toda la vida aquí.

Las mujeres trabajadoras
Las mujeres dan besos y abrazos, y los hombres estrechan la mano con una generosa hospitalidad. En el hotel solo una recepcionista nos entiende. Es un gran alivio. Nos encuentra una habitación para no fumadores. Se fuma en muchos lugares aquí todavía, hoteles, bares, restaurantes… Aunque está prohibido en instituciones y zonas públicas, se hace la vista gorda. Parece mentira que en España fuese así no hace tanto. A mediodía visitamos el ayuntamiento, con un largo recorrido puerta a puerta por cada área de gobierno. En la mayoría hay mujeres y en muchas predominan, pasando por las responsables del departamento jurídico hasta llegar a la funcionaria encargada de la delegación de finanzas, que lleva tres décadas en el cargo. Ella cree que la educación ha sido el principal aval para el avance en la igualdad de la mujer, cuyo recorrido todavía es muy largo, sobre todo a nivel social.
Solo el 20% de los responsables políticos son mujeres, nos dicen. Palabras como «corresponsabilidad» aquí no han llegado y la maternidad sigue siendo entendida por mujeres y hombres como la prioridad en el rol social femenino. Sin embargo, cuentan con puntos favorables en una legislación que debería respaldar un cambio mayor, como discriminación positiva en ayudas y proyectos ligados al emprendimiento. El alcalde, Huseyin Opruckçu, nos recibe en su despacho con todos los honores protocolarios. Explica su gran interés en el empleo, el crecimiento de la ciudad, su modernización y hace especial hincapié en sus proyectos ligados al termalismo.
La bandera está por todas partes. También las fotos de Ataturk, el fundador de la República; del alcalde y del presidente Recep Tayyip Erdogán, que presiden banderolas gigantes, carteles y cuadros en casi todos los despachos. En prácticamente todas las televisiones está sintonizado el canal de noticias internacional con la última hora de la crisis entre EE UU e Irán (a 1.470 kilómetros de aquí). Además, este miércoles, Erdogán ha pedido el alto el fuego en Libia.

La religión también está por todas partes. El Corán y la tradición musulmana pesan más que la ley y se aplican en cada casa. A las 7.00 nos despierta la llamada a la oración. Ya es miércoles. El canto que invita al rezo se emite a través de la megafonía instalada en todas las mezquitas y, como en todos los países musulmanes, suena cinco veces al día desde antes del amanecer hasta la aparición de las primeras estrellas. El canto es para nosotros un llanto que sobrecoge y también sobresalta. En el desayuno, como el resto del día, el alimento básico está hecho a base de ensaladas, sopas, queso, verduras muy especiadas, carne prensada de cordero o pollo con pan turco y ricos dulces tradicionales con hojaldres. No faltan el té y el café, turcos.
La siguiente visita es a la delegación de la oficina de empleo del Gobierno nacional, donde su máximo responsable nos recibe en su despacho. La comunicación es muy complicada, siempre a través de Bushra. El empleo es prioritario y su gestión está modernizada a través de programas informáticos y perfiles individualizados. Al responsable del área le interesa saber porqué se ofrecen empleos para cuidar a mayores en países como Alemania a inmigrantes turcos. Parece que consideran de dudosa ética dejar a los mayores al cuidado de otra persona porque aquí es «la familia» la que se debe ocupar. Dice que el reparto de los cuidados es compartido, aunque resulta evidente que esta realidad cultural supone una importante traba para el sector femenino. El salario mínimo es de 300 euros y el alquiler medio de unos 100. La comida y la ropa son baratos al cambio, unas 6 liras turcas por euro.

Para los jóvenes se trabaja como en España la formación profesional con financiación gubernamental, que sufraga tanto el seguro como el salario de los que se incorporan a las empresas entre 9 y 16 meses. La mujer tiene una prestación por maternidad de 16 semanas y derecho a una excedencia de dos años. Apenas hay madres solteras, el matrimonio es ley cultural. La baja por paternidad del hombre es de diez días y también se le guarda el puesto de trabajo durante un año. La discriminación positiva hacia la mujer en materia laboral comenzó hace unos siete años, explica el responsable de la oficina de empleo. Es difícil contrastar algunos datos desde aquí, donde el idioma es un hándicap en la calle y páginas web como la enciclopedia internacional Wikipedia están bloqueadas, en este caso, desde 2017.
Asociarse para producir
Áreas degradadas de la ciudad se han restaurado para convertirlas en centros sociales y de emprendimiento. Visitamos uno de ellos, donde varios bungalows dan acogida a iniciativas interesantes como una ludoteca infantil, un centro de discapacitados o la asociación de mujeres emprendedoras. Se fundaron en 2015 y tienen 84 miembros. Trabajan juntas elaborando productos de artesanía y agroalimentación que venden en un bonito mercado en el centro de la ciudad así como en ferias locales, donde las que son madres «concilian» llevando a sus bebés.
«Queremos conocer experiencias en España e intercambiar ideas, saber cómo mejorar. Unidas somos más capaces de avanzar», cuenta su presidenta, rodeada de socias de diversos perfiles y edades. Muchas de las técnicas que aplican las han aprendido en un centro de educación de adultos público que imparte más de seiscientos cursos en Eregli y cuenta con 94 profesores. Tanto alumnado como profesorado son mujeres en su mayoría, nos acompaña en la visita a este centro una de ellas, una ingeniera agrónoma que participa en un proyecto de emprendimiento para la producción de setas.

En esta escuela de adultos imparten desde mecanografía hasta técnicas de pintura, electricidad, o natación (mujeres y hombres por separado). En el edificio del centro social para personas con discapacidad también hay una mujer al frente. Está orgullosa de que la asociación, con más de 1.700 socios, sea pionera en actividades del país. Elaboran pan, abalorios, muñecas y bolsas de ganchillo que después venden. Varios estudiantes están acompañados por sus madres. Para que no se pierdan sus hijos la asociación les ha tatuado un número de identificación que ocupa toda la parte superior de la muñeca. Es una idea «novedosa» en el país. Nos lo muestran la directora y la madre de una joven, que levanta el puño izquierdo de su camisa para mostrar las cuatro cifras de tinta negra con las que la han marcado.
Al cierre de este artículo, cuya segunda parte se publicará el martes, suena la llamada a la oración de la noche y la ciudad se apaga. Mañana nos disponemos a visitar la zona industrial, tres empresas dedicadas a la producción de cereza blanca, bebidas de zanahoria negra y leche en polvo, todos dirigidos por mujeres.