El pasado sábado decenas de vecinos recordaron un periodo memorable de la localidad, protagonizado por la huerta
Nuevos testimonios, fotos y más documentación. Así se compone la nueva edición de la colección Tedero, el libro titulado «Miraflores. Historia de una huerta», de la caspolina Mari Carmen Abadía Camón, y que se presentó el pasado sábado la Asociación de Amigos del Castillo, también colaborador, en la biblioteca del Colegio Público Compromiso de Caspe. Al acabar el acto, y para continuar con ese homenaje a ese periodo tan relevante para la localidad, la Colegiata Santa María la Mayor acogió un concierto del órgano de tubos a cargo de Izumi Kando y Sargar Palanques,
Según su autora, el libro, presentado por primera vez en noviembre del 2011, se agotó habiendo más personas interesadas en obtener un ejemplar, además de querer aportar más información interesante. De ahí esta reedición. En total, 60 nuevas páginas de contenido inédito que enseñará a conocer un poco más la historia de esta huerta caspolina regada por el Guadalope. Y como punto neurálgico de la misma, su escuela, una de las cinco escuelas rurales que funcionó en Caspe durante bastantes décadas del siglo XX y que dejó tras de sí centenares de anécdotas por contar.
«Al cerrar la primera edición algunos huertanos que no se habían enterado a tiempo, nos ofrecieron fotografías y testimonios, que quedaron pendientes y por eso la Asociación de Amigos del Castillo nos hemos decidido a reeditar», explicó Abadía, hija y nieta de huertanos.
«Hemos ampliado las entrevistas hechas a varios huertanos y, gracias a los contactos de Alfredo Grañena (presidente de la Asociación), hemos tenido la suerte de encontrar a dos maestras que pasaron por la escuela y que nos han dado su testimonio», contó la escritora caspolina. Además, se ha incluido un escrito de Sargar Palanques, la nieta de José María Palanques, que cuenta cómo su abuelo, el profesor que más tiempo ejerció en la escuela de la huerta, la de Percuñar, le transmitió el cariño que le tenía a la huerta y sus gentes. «Son unos testimonios realmente emotivos».
Fue la misma Sargar Palanques, tomó el relevo de Mari Carmen en este particular homenaje. De la escritura se pasó a la música, a través del tocar de las teclas de uno de los instrumentos más queridos y con más historia de la Ciudad del Compromiso: su órgano de tubos. La Colegiata albergó esta actuación tan particular y emocionante de mano de una de las familiares de la huerta caspolina y de una compañera de profesión, de un alto nivel, como fue Izumi Kando. «Es un honor tocar un instrumento como este y en un lugar tan bello como la Colegiata», aseguró la concertista japonesa antes de su actuación.