Se escucha un chapoteo y risas de fondo. Vienen de una piscina envuelta en rosales de tonos fucsias y violetas, situada por debajo del nivel de la calle, junto a una preciosa casa blanca de Castelserás. Desde la verja, se atisba dentro del agua a la pequeña Suado, que está aprendiendo a bucear. «¡Uno, dos y tres!», le cuenta su madre de acogida estival, Laura Omedes, para animarla. Hace solo unos días que la niña de 12 años se bañó en el mar por primera vez. Desde que llegó a España el pasado 24 de julio, está experimentando muchas cosas nuevas. «Es un ¡guau! constante, sobre todo, con el paisaje. Le generó mucho impacto», revela la castelserana. Suado vive en el desierto, en los campamentos de refugiados saharauis ubicados en la provincia de Tinduf, en el suroeste argelino. Allí tuvieron que huir sus antepasados cuando en 1975 comenzó el conflicto del Sahara Occidental y España abandonó a su suerte a la que hasta entonces había sido su colonia, concretamente la provincia nº 53.
En una casa de adobe «muy, muy humilde» convive Suado con sus seis hermanos y su madre, Salma. Ella es la segunda hermana más pequeña y ha seguido los pasos de su hermano mayor Salama, quien durante cinco veranos vino a Castelserás con la familia de Laura Omedes. Entonces era la progenitora de Laura, Mercedes Insa, la madre de acogida. «Recuerdo cómo a él le sorprendió mucho más ver el agua corriente y la nevera. Aunque Suado no lo tenga en casa, lo conoce por Internet», cuenta Laura.
Más de 170.000 personas habitan los campamentos de refugiados de Tinduf, divididos en cinco wilayas (provincias). Cada una está organizada en dairas (municipios) y estas a su vez en barrios que tienen su propio centro administrativo, una escuela, dispensarios de salud, comercio y núcleos de casas. A unos 20 kilómetros de distancia, se encuentra Rabuni, la capital administrativa donde está la presidencia y los ministerios de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Laura pisó los campamentos por primera vez en el año 2007, su última visita fue en el 2018. «Es un mundo aparte», señala. Ahora ya tienen tendido eléctrico, se están afincando cada vez más, y han mejorado sus condiciones de vida, lo que paradójicamente significa que «la situación política de autodeterminación del pueblo saharaui no se pelea por parte del gobierno español y los partidos políticos».

Tinduf es un territorio inhóspito: en verano el mercurio marca 50ºC, mientras que las noches de invierno son de frío extremo. El programa de acogida «Vacaciones en paz» ha permitido que miles de menores saharauis hayan sorteado las elevadas temperaturas los últimos cuarenta y tres años. «Aquí estamos conociendo, desde hace unos meses, ese calor sofocante», comenta Laura. El agua de la piscina de su casa de Castelserás ayuda, sin duda, a refrescarse estos días. Laura agarra de las manos a Suado y le dice que levante las piernas para flotar, mientras la lleva de un lado a otro. Un gran pelicano protagoniza el bañador rosa de la pequeña, que con sus inseparables gafas de bucear puestas, no deja de sonreír.
Más de una noche Suado se ha caído de la cama. En su hogar duerme en el suelo, así que no está acostumbrada a la altura del somier con el colchón
«Es muy sonriente, aunque por supuesto a veces también muestra su parte seria», dice Laura. Suado es una niña «muy amigable» y «muy cercana», tanto que a veces se acerca a otros pequeños y les da un beso en la mejilla sin preguntar a nadie. También es «súper respetuosa», «muy paciente» cuando toca esperar en algún sitio, y «muy golosa». «Le encanta el chocolate», suelta su madre de acogida entre risas. Con el resto de la comida, sin embargo, surge «un poquito de pelea». La primera respuesta de la niña cuando tiene que probar cosas es un «no rotundo», aunque «poquito a poco» y «con paciencia» va cediendo. «Su alimentación ha cambiado mucho. Aquí es mucho más variada y no está acostumbrada a algunos alimentos, sobre todo, a la verdura», explica Laura.

Suado ha traído mucha alegría a la familia de Laura. Confiesa estar «muy contenta», al igual que su padre, su madre, su hermana y su hermano. Por las casas de todos ellos van pasando, en especial por la de su hermana, que vive en la playa. Eso sí, ellos no son los únicos que están disfrutando. La cuadrilla de Laura ha recibido a la pequeña con los brazos abiertos, y en general, todo el pueblo. Hay jolgorio porque ya hacía años que ningún niño saharaui llegaba en verano. «Estoy muy agradecida con mis vecinos porque nos abren las puertas de su casa. Algunos días nos invitan a su piscina y Suado se lo pasa en grande», relata Laura.

Madre e hija de acogida duermen juntas y Suado, que se tumba en diagonal, siempre termina sacando a Laura de la cama. También hay pequeños sustos durante la noche: en más de una ocasión, la pequeña se ha caído. «En su hogar duermen en el suelo, así que no está acostumbrada a la altura del somier con el colchón», explica Laura. Su rutina comienza «tempranito» en la mañana. Estos días están siendo de trámites y revisiones médicas. Las asociaciones saharauis de Aragón -en Teruel, Lestifta- se encargan de mediar con DGA para que los menores tengan documentación temporal y cobertura en la seguridad social. Suado ya están inscrita en el sistema informático de sanidad del centro de salud y del Hospital de Alcañiz. Se les pesa, se les mide la estatura y la boca, y se les revisa la vista y los oídos. Dependiendo de los resultados y las analíticas, se les cita con los especialistas. Por las tardes, Laura y Suado juegan en la piscina, y los fines de semana se van a la playa. Su actividad favorita, comer helados y chocolate, no tiene horarios marcados y se repite cada día.
Me siento feliz de poder dar a una criatura esos privilegios que yo tengo como mujer occidental. Se me ponen los pelos de punta de pensarlo
Suado conoce algunas palabras básicas en español, sabe decir «buenos días» y «buenas noches», los números y los cubiertos que hay que poner en la mesa. Su lengua materna es el árabe, concretamente el dialecto hassanía. Sin embargo, el español está muy presente en los campamentos: muchos niños de acogida lo hablan, en las escuelas tienen clases de apoyo, los cooperantes españoles son frecuentes y hay generaciones anteriores que vivieron en Cuba. «Cuando vas allí, les puedes preguntar en español y te responden perfectamente», apunta Laura. Suado está estos días «haciendo oído», quienes les rodean le explican las cosas un par de veces y se ayudan, cómo no, del idioma universal, la mímica. La pequeña es «tímida» y Laura cree que sabe más español del que pone en práctica. «De vez en cuando me sorprende con alguna frase hecha, que no sabes de donde ha salido», dice riendo.

Durante muchos años, Laura fue hermana de acogida. Ser ahora «madre» es para ella un regalo. «Me siento feliz de poder dar a una criatura esos privilegios que yo tengo como mujer occidental. Se me ponen los pelos de punta de pensarlo», confiesa. Más allá de ser un hogar donde la pequeña Suado pueda escaparse del calor, ir al médico o aprender español, es una mirada diferente del mundo. «Observa otra cultura, otro modelo de mujer, otro modelo familiar», matiza Laura. El verano de acogida sirve para que estos pequeños apátridas creen un vínculo con familias españolas, echen raíces, y en un futuro puedan tramitar la documentación para residir y trabajar en España. «Tienen derecho a la libertad de movimiento, sin embargo, dentro de los campamentos no se cumple», lamenta Laura. Dos de sus hermanas de acogida viven en Barcelona y otro hermano, en Ibiza.

Suado y Laura salen de la piscina. La mayor, envuelta en un pareo, ayuda a secarse con una toalla de rayas de colores a la pequeña. Toca dar un paseo a la vera del río Guadalope, que discurre justo por detrás de su casa. Se cogen de la mano y se ayudan a sortear los desniveles del terreno. «Ser madre de acogida me aporta alegría y paz, y me hace crecer como mujer. Esta experiencia me está enseñando cómo soy cuando tengo que cuidar a otra persona. Descubro en algunas ocasiones que no tengo tanta paciencia como creía, y viceversa. También aprendo a quitarme esos momentos de ocio propios para dárselos a otra persona», reflexiona Laura. Ahora tiene «una sombrita detrás», que quiere que vuelva siempre.
muy bien laura , es un gesto el tuyo y familia precioso . muy bien . a disfrutar
Muy bien Laura, un gesto muy bonito y espero que en el futuro otros realicemos.