Vilma Tuuponen, una estudiante finlandesa de 17 años, se enamoró del idioma español y supo que la única manera de que la relación funcionara era pasar una temporada en un país de habla hispana. Barajó cruzar el océano Atlántico, Costa Rica tenía su encanto, pero al final, en la era covid, lo más atractivo es estar cerca de casa. Elegir su destino en España fue como comprar una de esas cajas sorpresas: el regalo estaba asegurado, todo lo demás era una incógnita. La agencia de intercambio envió su perfil a varias familias de acogida, entre ellas, una de Alcañiz que en seguida vio a Vilma como una integrante más. Es cierto que les preocupó que la adolescente no se adaptara al medio rural y ella, por su parte, también fue presa de las dudas. Sin embargo, es el ambiente de esta pequeña ciudad una de las principales green flags del idilio que vive Vilma. En cuanto a las red flags solo tiene una, aunque será la que determine su futuro con el español: la conjugación verbal.
La adolescente estudió el idioma durante cinco años en su instituto. Podría parecer amor a primera vista, pero la realidad es que Vilma no sintió el flechazo por el español hacia la mitad de la relación, cuando le tocó una profesora española que «hablaba mucho» y era «muy abierta». «En Finlandia somos más tímidos y cerrados. No nos tocamos, no damos besos y no saludamos a personas con las que no tenemos confianza», confiesa. Ese choque cultural fue el que le llevó a pedir a sus padres irse de intercambio. «Pensaban que en dos semanas se me olvidaría la idea», dice Vilma entre risas. Sin embargo, su insistencia logró que en 2021 comenzaran con el papeleo para que aterrizase en España en septiembre del 2022. Llegó el día 9, en plenas patronales de Alcañiz, así que la lección de que aquí «somos más de salir a la calle, ir al bar y organizar fiestas» y no tanto de «quedar en casas de amigos para ver películas» la aprendió de forma práctica.
Vilma está cursando 1º de Bachillerato de Humanidades y Ciencias Sociales en el IES Bajo Aragón. En Finlandia estudian nueve años de Primaria y después, otros tres años para prepararse para la universidad, por lo que la joven, que ya hizo el primer curso el año pasado, tendría que estar haciendo ahora segundo allí. «Cuando vuelva tendré que hacer 2º y 3º, porque el año aquí no me lo convalidan«, explica. A Vilma, sin embargo, no le importa repetir, ya que para ella estar en España no es dar un paso atrás, sino un gran salto hacia delante: «Quiero estudiar una carrera relacionada con las culturas y los idiomas. Antes de venir había pensado en ello, pero ahora ya tengo claro que es lo que me gusta», cuenta.
Lo que más le ha llamado la atención es la «gran cantidad de alumnos que repiten de curso«. «En Finlandia no es común, si no pasas es porque estás atravesando algo grave en tu vida», señala. Paradójicamente, allí la educación es «más relajada», hay «menos deberes» y «nadie va a clases particulares» porque son los mismos profesores quienes «dan tutorías en sus horas libres». «El Bachillerato en España se parece más a la universidad. Solo se escucha al profesor, mientras que nosotros hacemos más ejercicios en clase y proyectos en equipos», compara la adolescente. Como curiosidad, los finlandeses van al colegio solos, con amigos o en bus desde los siete años, y es rarísimo que «los padres los lleven en coche».
Orgullosa de vivir en el medio rural
Vilma es de Oulu, una ciudad costera de unos 200.000 habitantes, la más poblada del norte y la quinta de todo el país. Allí vive con sus padres, su hermana de 14 años, su caballo, su perro y su conejo. En Alcañiz, su familia de acogida está conformada por sus padres, dos hermanas de 13 y 17 años, y varios perros, con los que disfruta paseando por la montaña. La ausencia del caballo la compensa yendo a clases de hípica y pasando largas tardes en los establos. También le gusta ir al gimnasio, cocinar y recorrerse la ciudad caminando. Pese a que a la capital bajoaragonesa solo tiene unos 16.000 vecinos, a la joven le parece «mucho más grande», ya que puede ir a pie a todos los sitios. En Finlandia los centros urbanos son pequeños y prevalecen los barrios residenciales diseminados por el término municipal. Del paisaje, le sorprende el gran relieve frente a sus bosques natales.
Vilma ya se siente «como en casa», aunque «nadie le obligue a quitarse los zapatos» como en Finlandia. «Tiene los mismos derechos y obligaciones, y le caen las mismas broncas», cuenta su madre española, Esther, quien explica que fue su hija mayor, Lucía, quien les pidió que fueran una familia de acogida, ya que ella también estuvo de intercambio en Estados Unidos el año pasado. Vilma seguirá por aquí hasta el mes de junio. Si hasta entonces se la cruzan por la calle, la reconocerán enseguida gracias a su cabello rubio. Aunque quien sabe si también podrán verla más allá de esta fecha, porque funcione o no su relación con el español, la adolescente ha tenido un crush con Alcañiz. «En mi país la gente reniega de sus pueblos, pero aquí la gente se siente muy orgullosa de ellos. Yo también me siento orgullosa de vivir aquí, este ahora es mi pueblo«, sentencia.
Interesante experiencia la que transmite el artículo. sobre todo por lo diferentes que somos unos y otros pueblos del mismo continente en nuestra forma de vida.
Por otro lado, ¿es necesario tanto término anglosajón para entenderlo??
Gracias , un saludo.