La Audiencia Provincial de Teruel ha absuelto a los dos guardias civiles implicados en la muerte de Joel García Balaguer, el joven de Andorra que el 11 de enero de 2021, en medio de un brote psicótico, fue abatido en su casa. La acusación particular, ejercida por la familia del andorrano, pedía cinco años de prisión para el agente que disparó por un delito de lesiones en concurrencia con un homicidio por imprudencia. Solicitaba, además, dos años de cárcel por un delito de lesiones para el guardia que dio una patada a Joel cuando este ya había sido alcanzado por los disparos. Reclamaba también una compensación de medio millón de euros y otros 53.000 euros por la herida de bala que sufrió un hermano de la víctima durante el tiroteo.
Según la sentencia, hecha pública este lunes y que se puede recurrir, los hechos probados en el juicio atribuidos al agente que disparó no son constitutivos de delito porque actuaba en cumplimiento de su deber y cuenta con la eximente completa de legítima defensa. En cuanto al segundo agente, se considera probado que en el momento en el que Joel recibió los disparos y cayó al suelo, portando el destornillador y moviendo los brazos, le propinó al menos una patada en el brazo derecho, para desarmarlo y evitar el riesgo de otras agresiones posteriores. Su conducta también debe considerarse amparada en el cumplimiento de un deber.
Los hechos probados, según la sentencia, son la declaración del acusado corroborada por la testifical del agente que vio como Joel caía al suelo con el destornillador en la mano y alguien le daba una patada, de manera que el mismo cayó al suelo. Para la sala no resultó en cambio acreditada la versión de la acusación particular que sostenía, en cambio, que Joel no llevaba el destornillador y que, una vez caído al suelo, el agente le pegó cinco o seis patadas en la cabeza, provocando una herida inciso contusa. Esta versión contradice el informe médico forense y la declaración de la forense, quien en el juicio señaló que una herida como la que presentaba Joel en la frente no pudo ser causada por una o varias patadas, ya que presentaba la parte de arriba más ancha que la de abajo, lo que quiere decir que la herida se produjo arriba y luego se desgarró abajo. Señaló que parecía haber erosiones de algún objeto triangular, como una bisagra o el borde de una mesa, descartando totalmente que pudiera ser consecuencia del mecanismo causal pretendido por la acusación particular.
Según la sala, quedó probado en el juicio por la valoración conjunta de las pruebas testificales, periciales, documentales así como las declaraciones de los acusados que la acusación particular no ha podido acreditar las tesis en las que sustentaba su escrito de acusación. Estas se centraban en considerar que la actuación del agente que disparó no se ajustó a los principios de proporcionalidad y adecuación en el uso del arma reglamentaria por entender acreditado que en el momento de recibir los siete disparos, Joel no iba armado y aun admitiéndose que llevaba el destornillador, no sería proporcionado el uso del arma, además de sostener que no cabría alegar la legítima defensa del agente frente a una agresión que procedería de una persona inimputable y, por lo tanto, faltaría el primer requisito de la ilegitimidad en la agresión. Se añadió que, en todo caso, no se usó el medio menos lesivo, pues podría como último recurso, haber disparado a otras zonas con menor riesgo vital. Asimismo, se consideró por la acusación particular que el segundo agente propinó de manera intencionada y reiterada varias patadas a Joel en la cabeza, cuando ya se encontraba en el suelo, ocasionándole lesiones en la frente.
Hechos probados
Los hechos probados, según la sentencia, son que la discusión familiar comenzó a primera hora de la tarde cuando el padre subió a la habitación de Joel para pedirle que bajara el volumen de la música. El joven amenazó con un destornillador al padre, que pidió a su esposa que llamara al 061, temiendo que estuviera sufriendo un brote psicótico causado por la esquizofrenia. Sobre las 16.30, ella llamó al 061, informando que su hijo, había cogido a su padre del cuello, le había amenazado y, al subir a la planta de arriba y el padre detrás, Joel le había sacado un cuchillo o un destornillador y lo había amenazado otra vez, manifestando que estaban atemorizados de verdad.
Así, llegaron hasta el domicilio personal del Centro de Salud de Andorra y dos patrullas de la Guardia Civil, integradas por los dos agentes acusados, así como otros dos los agentes, que observaron a Joel en una ventana de la planta superior de la vivienda, con actitud agresiva y manifestándoles que no iba a ir a ningún sitio, que prefería ir a la cárcel que, al hospital, que si entraba alguien lo mataría.
En un primer momento, la doctora del Centro de Salud de Andorra intentó, desde la verja exterior de la vivienda, hablar con Joel, pero no fue posible avanzar en la conversación por su estado de agresividad, por lo que la facultativa decidió esperar a que se personara la UME de Alcañiz, que disponía de los medios adecuados para la actuación.
Una vez en el lugar, el equipo de la UME del Hospital de Alcañiz, formado por una doctora, el enfermero, una técnico y un conductor, observaron a Joel en la ventana con un cuchillo y un destornillador en las manos, muy alterado, indicándoles que no entraran ni se acercaran a la vivienda, valorándose que, debido al estado de agresividad del paciente, y que se encontraba bajo un brote psicótico, iba a ser necesaria una reducción forzosa, si bien intentó iniciar una mediación con el mismo, en el transcurso de la cual profería de forma continua amenazas de muerte tanto a los sanitarios como a los agentes: «como subáis a buscarme os mato», «no entréis porque os voy a matar», «él no iba a ningún psiquiátrico, que se marcharan porque si no, iba a ocurrir algo gordo». Llegó incluso a lanzar una lata de refresco contra la doctora, que no le impactó. En esos momentos, se personó en la vivienda el hermano de Joel, que también intentó hablar con él para que se tranquilizara, sin lograrlo.
En ese momento, los guardias civiles deciden intentar acceder a la vivienda, para lo cual, tras cruzar el jardín se introducen en el porche acristalado los cuatro agentes, permaneciendo fuera los sanitarios. Al entrar al porche, los agentes vieron a Joel, que había bajado a la planta baja de la vivienda, en el interior del comedor, detrás de una puerta con mosquitera o rejilla metálica, atrancándola con una silla, y armado con un cuchillo de unos 15 centímetros y un destornillador, comenzando una conversación para intentar convencer a Joel de que soltase las armas, si bien, ante la falta de resultado alguno, iniciaron una primera intervención para intentar desarmarlo, utilizando sus defensas y un escudo. En dicha intervención, los agentes se colocan en dos líneas: en la primera los investigados, uno portaba el escudo, y en la segunda los otros dos.
En esta actuación, los agentes empujaban la mosquitera hacia dentro de la vivienda para abrirla, y así intentar desarmar a Joel con las defensas, si bien este les lanzaba ataques con el cuchillo y el destornillador a los agentes, en una ocasión, intentó alcanzar con virulencia el cuello de uno de ellos, que se protegió tras la puerta de madera, lo que llevó a otro de ellos a desenfundar su arma de fuego reglamentaria, y viendo el estado de agresividad de Joel, decidió abandonar la intervención, dando órdenes a sus compañeros para que retrocedieran y abandonaran el porche.
Vista la dificultad para reducir a Joel, se decide intentar una nueva negociación con él que realizaron la doctora y uno de los agentes no acusados. Se prolongó durante unos cuarenta minutos, durante los cuales, en algunos momentos Joel se mostraba calmado, si bien, en cuanto la médico le mencionaba que tenía que ir al hospital, aumentaba su agresividad, haciendo mención de abalanzarse sobre ellos, amenazándolos con el cuchillo y el destornillador y obligando a ambos a retroceder.
Valorando la doctora que la contención verbal no era posible, indicó a la Guardia Civil que deberían proceder a una reducción forzosa previa, para posteriormente administrarle la medicación oportuna y trasladarlo al centro hospitalario, abandonando en ese momento la sanitaria el porche.
Se inicia así la segunda intervención de los cuatro agentes de Guardia Civil, para intentar cansar y desarmar a Joel, colocándose en dos líneas: a la izquierda de la primera línea y junto a la puerta de madera que daba acceso a la vivienda, y se encontraba abierta, uno de los acusados con la defensa, y a su derecha, otro agente con defensa y escudo; en la segunda línea el segundo guardia civil acusado, y otra de las guardias civiles, con las defensas. Nuevamente los agentes de la primera línea, empujaban la mosquitera metálica hacia dentro de la vivienda, para intentar acceder a Joel y poder desarmarlo con sus defensas, respondiendo Joel con acometidas rápidas con el cuchillo que llevaba en la mano derecha y el destornillador en la izquierda, intentando bordear el escudo para alcanzar a los agentes, lanzando un cuchillazo hacia la zona del cuello, por lo que, viendo la virulencia de los ataques uno de los investigados soltó su defensa y desenfundó su arma reglamentaria, colocándola en posición de seguridad, apuntando hacia el suelo.
Mientras se producía esta actuación de los agentes, el padre y el hermano de Joel, sin conocimiento de aquellos, habían accedido a la vivienda por otra entrada, a través de la cocina, armados con el mango de una azada y un palo de escoba, introduciéndose en el comedor, por la espalda de Joel, diciéndole José «suelta eso», a la vez que le golpeaba para intentar desarmarlo del destornillador que ahora llevaba en la mano derecha, ya que el cuchillo se había quedado clavado en la puerta mosquitera en una de las acometidas de Joel, y había caído al suelo, partido. En ese momento, Joel se giró hacia su padre y hermano, y a continuación, totalmente encolerizado, salió hacia el porche armado con el destornillador, con el brazo en alto, abalanzándose sobre los agentes de la primera línea, que, en un gesto instintivo, se encogieron y apartaron, dirigiéndose hacia el investigado que se encontraba pegado a la pared, sin posibilidad de retroceder.
En ese momento, el agente, ante el inminente peligro para su vida y la de terceros, con intención de neutralizar la acción de aquél, sin ninguna otra posibilidad de defensa, realizó tres disparos con su arma reglamentaria, Beretta, a una distancia de entre metro y medio y unos centímetros, sin posibilidad de apuntar, que impactaron en Joel, quien cayó al suelo moviendo los brazos y llevando el destornillador en su mano derecha, momento en el que el agente investigado le dio una patada dirigida al brazo derecho para desarmarlo, y una vez cayó al suelo el destornillador, lo apartó de Joel, avisando a continuación a los sanitarios para que lo atendieran, si bien, pese a los intentos de reanimación, certificaron su fallecimiento a las 18.50.
Los tres disparos efectuados alcanzaron a Joel, que presentaba tres lesiones con orificios de entrada en la parte superior del hombro izquierdo, con una trayectoria de arriba-abajo y de izquierda a derecha, quedando alojado el proyectil en el glúteo derecho; epigastrio derecho, con una trayectoria de delante hacia atrás y de izquierda a derecha, hasta la región lumbar derecha en que se localizaría el orificio de salida; y en región umbilical inferior izquierda, con una trayectoria tangencial de izquierda a derecha hasta la región lateral derecha del glúteo, en que se localizaría el orificio de salida. El fallecimiento se produjo como consecuencia de una afectación de estructuras vasculares provocando un fracaso en la macro y micro circulación, así como en la perfusión tisular que se conoce como shock hipovolémico como consecuencia de las tres heridas por arma de fuego. Asimismo, presentaba una herida contusa a nivel frontal medio, que no interviene en la causa de la muerte.
Una de las balas alcanzó al hermano, ocasionándole una herida de aproximadamente 5,5 cm, con orificio de entrada, sin salida, con presencia de proyectil bajo la piel, en rodilla izquierda.
El segundo agente investigado sufrió, como consecuencia de los hechos, daños en la chaqueta que portaba sobre el chaleco anti balas, así como una hiperemia en cara anterior del hemitórax izquierdo.
Esto es de vergüenza, está claro que lo que es la guardia civil por Teruel sé piensan que somos tontos, no sé les puede llamar para nada, o te pegan cuatro tiros y te matan, menuda vergüenza no poder cuatro contra uno sin matarlo, están súper bien adiestrados, o montan según dicen dispositivos especiales cuando no lo hacen.
Como no podía ser de otra manera, sólo faltaría que los mandasen a la cárcel por hacer su trabajo y defenderse de los locos agresivos y armados. Quien se queje que recoja a todos los problemáticos y se juegue la vida cada día, mi apoyo a la guardia civil.
que falta de respeto llamarlo loco esa persona era un enfermo y no se merecia morir de esa manera tan bruta.Lo que necesitaba era ayuda y no se la dieron.
Que razón tienes Lola, en lugar de hacer su trabajo bien lo mataron, menudos profesionales nos traen en el Bajo Aragón , así no me extraña que nos sigan pasando desgracias.
Y el loco absurdo es el Alex esté, si le hubiera pasado a él bien calladito que estaría…manda narices que diga que hacían su trabajo bien, menudos incompetentes tenemos ,como para necesitarlos.
has un favor a los demás y cuando los necesites no los llames
llamarlos ???
ya tenemos suficiente con la muerte de Jose Luis Iranzo, y ahora esto, no los llamamos para nada ,no queremos que nos maten!!!
Portero.
por supuesto no los llamamos ,ya hemos tenido suficiente con José Luis Iranzo y ahora este chico.
si muyyy profesionales cuatro contra uno y le pegan cuatro tiros!!!
Esa persona a lo mejor no debería estar en su casa , si no en un centro adaptado a sus necesidades, otro gran fallo de la administración .Una pena todo …
Una cosa es apoyar a la GC y otra decir que siempre lo hacen bien.
Si entre cuatro no pueden reducir a una persona que sufre un brote psicótico deberían a ver llamado a quien si pudiera.
Una pena que solo valoren el testimonio de la guardia civil.Su familia llamo para que lograsen entre todos reducirlo y medicarlo y no se les ocurre otra cosa que pegarle cuatro tiros lamentable.
si claro es mejor pegarle cuatro tiros ehhhh , si entre cuatro supuestos profesionales no pueden contra un chico, uffff que harán bien!!!
que falta de respeto llamarlo loco esa persona era un enfermo y no se merecia morir de esa manera tan bruta.Lo que necesitaba era ayuda y no se la dieron.
Muy bien ya salió toda la familia del loco dando por el saco, a ver cuanto aguantamos sin pedir dinero público