El Centro Integral para el Desarrollo del Alabastro (CIDA) en Albalate ha sido durante dos semanas el lugar de trabajo de tres artistas. Forman parte de la segunda edición del programa de residencias artísticas que lleva a cabo el Ayuntamiento con el centro y que tan buenos resultados dio en su primera convocatoria. Al igual que entonces, con esta iniciativa se busca que tres artistas trabajen con el material en su zona de extracción y así ponerlo en valor, y que la residencia simultánea sirva para que los participantes hagan sus aportaciones entre sí a nivel personal y artístico.
En esta segunda edición que termina se ha optado por contar con tres perfiles muy diferentes. Uno de los artistas es Manuel Cirugeda, artesano alcorisano que ya ha participado en el CIDA en iniciativas como el Simposio que cada dos años reúne a artistas de medio mundo en Albalate. Joana Cera atesora una amplia trayectoria en el mundo del arte, es barcelonesa pero en su segundo apellido Bernad están enraizados sus orígenes en la zona, concretamente en Lécera. La más joven de las participantes es Elena García Patón, logroñesa estudiante de tercer curso de Bellas Artes en Teruel. Resultó ganadora con el premio especial de los Premios Artz cuyo mecenas es Francisco Belda Montesinos y que se realiza en colaboración con la Universidad de Zaragoza para el campus de Teruel. La recompensa fue esta estancia de dos semanas.
Las residencias están enfocadas a la producción, cada uno tiene su proyecto y el CIDA y el Ayuntamiento brinda el tiempo, espacio y recursos. «Queremos ser un centro en el que se pueda desarrollar y se apoye el arte contemporáneo», dijo el coordinador, Santiago Martínez. Abarca a toda la población ya que salen «exposiciones individuales y colectivas que revitalizan la escena cultural local y comarcal y promocionan la piedra».
Ideas diferentes y complementarias
García Patón llegó con un proyecto que está en evolución. Comprende varias casas y en Albalate desarrolla una de alabastro. «Aprovecho la potencia de este material, sobre todo, la lumínica porque es traslúcido, es frágil y al mismo tiempo duro… Tiene una sensibilidad más delicada», reflexionó. Para ella es su primer contacto con el alabastro ya que debido al estallido de la pandemia su promoción se vio privada de experimentar con el material dentro del curso. «El bloque que cogí aquí tenía muchas vetas y esa un poco la magia del alabastro… que no sabes lo que te vas a encontrar hasta que lo partes», dice. Sonrió cómplice con Manuel que trabajaba a su lado sobre eso de la magia ya que a él se le rompió el bloque nada más comenzar.

«Pasa por diferentes fases desde que se extrae, está un tiempo en reposo y la empiezas a trabajar, no es la misma piedra», añadió Joana Cera mientras seguía probando diferentes bocetos. «Esta pieza es un poco parte de todos porque mis compañeros saben más que yo y me han ayudado bastante, es más fácil si tienes a alguien enseñándote», valoró la joven sobre su trabajo. «Cada uno aportamos una parte que el otro quizá no tiene tan desarrollada. Somos muy diferentes, pensamos muy diferente pero esos choques nos ayudan a aprender mucho», añadió.
«Yo soy un aficionado, no tengo preparación académica pero me encanta y el material es extraordinario. Si me tocan las palmas, yo me animo», dijo. Cirugeda dio forma a un busto de mujer en movimiento. «Este año ha sido malo en cuanto a tener oportunidades de trabajar así. Me propusieron participar y no me pude negar porque en estas iniciativas con más gente siempre se aprende y eso me encanta», dijo con su perenne sonrisa.
Estas impresiones las compartió también Joana Cera Bernad, que hace un año vivía una experiencia de trabajo colectivo pero en Roma y confinada. Fue una de las artistas becadas para la Real Academia de España en la capital italiana y pasó el confinamiento en un antiguo convento trabajando con más artistas. El siguiente destino que se cruzó en su camino fue Albalate y encontró la vía para desarrollar el proyecto que siempre aparcaba por otros trabajos en otras de las muchas disciplinas que toca.
En Zaragoza ha mostrado su obra en varias ocasiones. De hecho, la primera exposición individual la realizó en la ya desaparecida galería Provincia. Ha expuesto en Antonia Puyó y en la Casa Amarilla, siendo en esta última galería el nexo de unión con Albalate y el CIDA. «Le conté a Alberto Castán mi fascinación por este material y que quería hacer unas piezas con un alabastro muy específico y él me habló de este lugar porque ha colaborado mucho con el proyecto», sonrió. Enseguida se entendió con Santiago Martínez, el coordinador del CIDA, y fue la tercera integrante de estas residencias. «A ambos nos cuadraban los planes», añadió la artista que es nieta de Fernando Bernad Casorrán, escultor lecerano que emigró muy joven a Barcelona. «Recuerdo ir a la inauguración de su escultura en la plaza pero ya. Me apetecía conocer esta tierra de la que vengo y esta es la mejor manera», concluyó.
Un museo del alabastro itinerante
Desde el Consistorio apuestan por crear un museo del alabastro más allá del pueblo donde se pueden ver obras en sitios como la Casa de Cultura. «La pandemia ha cambiado un poco los hábitos y en vez de limitar esa exposición a espacios cerrados queremos que sea todo Aragón y para ello debemos llegar a convenios con instituciones y empresas y las tengan en sus sedes en depósito y vayan rotando», dijo la alcaldesa, Isabel Arnas. La primera se colocó en la sede de la Comarca y con el Ayuntamiento de La Puebla «ya hay conversaciones».