Bajoaragoneses por el mundo: Japón es el hilo conductor de la pintura de Mari Carmen Bernad, país que conoció en una época en la que viajó mucho residiendo en Inglaterra
Un pedazo de Japón recorrerá buena parte del territorio a partir de Semana Santa. Lo hará a través de los cuadros de Mari Carmen Bernad que desde que conoció este país hace décadas, sigue «maravillada». Esta albalatina, afincada desde hace años en las Islas Canarias, conoció muy bien este, y otros rincones asiáticos, a base de continuos viajes desde Londres, ciudad en la que se instaló por un tiempo a finales de los 60 cuando se integró en la larga lista de bajoaragoneses por el mundo.
«Quería conocer mundo y aprender inglés y la única forma era saliendo. Era muy jovencita y te puedes imaginar la aventura que era hacer eso en aquella época», explica. Tomó un avión y se matriculó en una academia, un requisito indispensable para permanecer en el país y que había que acreditar cada tres meses. En verano, y con la llegada de otra amiga, comenzó también a trabajar y, aunque ella estudió Enfermería, es cuando se cruzó en su camino el sector del Turismo.
Comenzó su incesante época de viajes con grupos de turistas, sobre todo a Asia. Lo hacía como acompañante -en Inglaterra «courier»- que se ocupaban de organizar y guiar la estancia, una figura muy común y necesaria entonces. «El grupo se sentía seguro porque éramos como un garante de enlace con Inglaterra en caso de cualquier problema», añade.
«Ahora se viaja pero no se compra, pero antes sí, era rentable salir y en Asia se buscaba mucho el textil», explica. En una época en la que España seguía en blanco y negro, Mari Carmen conoció muchos mundos. Tailandia tocó su corazón pero Japón le impactó. «Ahora llama la atención pero en aquella época… Siempre han ido a la cabeza en avance tecnológico pero al mismo tiempo están muy aferrados a sus raíces ancestrales», reflexiona.
Durante años y viajó mucho, incluso vivió dos años en Irán en el 71. «Viví pero no trabajé. Todavía estaba el sha y fue una experiencia muy interesante, el país es precioso y la gente es maravillosa», sonríe. Sigue viajando. Debe hacerlo si quiere ver a parte de sus descendientes que han heredado su vena inquieta, una vena que llega hasta Panamá.
Inicio de gira pictórica por la Sierra de Arcos
De vuelta en España se instaló en Canarias, lugar al que iba para dos meses y terminó formando una familia. Trabajó como coordinadora local de una agencia para instalar a jóvenes que llegaban de intercambio. Todos los veranos, durante 15 años, pasaba dos meses en verano en Inglaterra con los estudiantes.
Hace unos años comenzó a pintar y a plasmar las sensaciones que sigue guardando de Japón. Llevó la exposición a Albalate en agosto, y además de la grata acogida, vendió unos cuantos cuadros. «Sé qué ha visto de especial la persona que se lo lleva porque todos tienen un motivo y una historia», añade. En Semana Santa empezará una ruta por la comarca de Andorra-Sierra de Arcos de la mano del departamento de Cultura.
Siempre vuelve a Albalate donde le espera Gregoria, su madre. «Llevé la exposición en verano para que pudiera disfrutarla. Mi padre falleció y solo vio algunos», cuenta. Habla con devoción de «dos personas que se quisieron toda su vida, humildes, gente de campo que sacó a sus 11 hijos adelante». Ella es la mayor y algunos de sus hermanos están por el Bajo Aragón. Albalate es el nexo también para los de Panamá. «Fue una alegría exponer con mi gente y si este año seguimos de gira, ¡yo más feliz aún!», ríe.