Alberto habla con la pasión de una persona que vive el modo de vida que hace tiempo decidió que quería vivir. Es alcañizano del 85 y asiente con viveza y sin dudas a la pregunta de si instalarse en Alcañiz estaba en sus planes. «Sí, después de unos años dando vueltas quería estar aquí y desarrollar mi vida aquí».
Habla sentado en un taburete desde el estudio creativo que fue su billete de vuelta a casa y que hace poco más de un año puso en marcha junto a Carmen Compais y Ángela Pérez. A esta última la conoció hace años en un curso de foto que él daba en Alcañiz. Reconoce que hubo conexión artística y siempre que se cruzaban se despedían con un «deberíamos montar algo juntos». Ese momento llegó antes de la pandemia con Thesseo Estudio Creativo donde él se encarga de la parte de vídeo. Atiende los encargos y si tiene tiempo extra trata de desarrollar sus creaciones personales.
Alberto se crió en el audiovisual dentro de la televisión y posee la destreza que sólo da este medio. Tras acabar el instituto en Alcañiz, y como le interesaba el sonido especialmente, se marchó a Zaragoza a estudiar Realización de Proyectos Audiovisuales y Espectáculos en el CPA Salduie. Las prácticas en Aragón TV se convirtieron en cuatro años de vida laboral en los que aprendió «de todo». Era ayudante de realización de programas de todo tipo, de vez cuando tocaba salir a la calle a grabar y tocaba editar más de una pieza. «Fueron años muy buenos en los que aprendí muchísimo, era hombre orquesta porque tenía que estar a todo y lo disfruté, fue como hacer la mili», rememora.
Decidió dejarlo por voluntad propia cuando seguía siendo un veinteañero con unos ahorros que quería seguir viviendo experiencias y, sobre todo, seguir aprendiendo. Puso rumbo a Madrid para estudiar Fotografía Artística. Cursó los dos años en TAI Centro Universitario de Artes y estuvo por la ciudad un año y medio más entre que salió y trató de darse vida. Hacerlo en una gran ciudad con mucha demanda pero también con mucha competencia y con precios excesivos no resultó sencillo. Hubo un tiempo de idas y venidas entre Alcañiz, Logroño y Zaragoza trabajando en vídeo, cursos o en diferentes festivales. Recuerda la etapa madrileña con mucho cariño y se queda con toda la gente que conoció. «A punto estuve de irme a Chile con unos fotógrafos que conocí en Madrid pero el amor pudo más y volvimos a Aragón», sonríe.
En Alcañiz quiso dar vida a su faceta de fotografía pero desistió. «De la manera en que yo la concibo era imposible porque es muy complicado hacerte valorar», dice. Retomó el vídeo, algo que siempre le ha hecho muy feliz y con lo que ahora se gana la vida en su ciudad enlazando un proyecto con otro. «No cambio la calidad de vida que tengo aquí que me permite trabajar en lo que me gusta y tener tiempo para mi vida personal, mi pareja y mis padres que ya tienen una edad y quería estar cerca de ellos. Desde aquí puedo trabajar con quien sea esté dónde esté o viajar los días que sea preciso pero siempre regreso a esta que es mi casa», añade.
Desde los titiriteros a lo que se tercie
Algunos de esos viajes los hace a Abizanda (Huesca) donde los Titiriteros de Binéfar tienen su sede. Alberto se ocupa de ir a grabar para renovar los vídeos de la compañía en las redes sociales, una ventana al mundo en el que la formación fue muy activa durante el confinamiento ofreciendo obras de teatro a diario. «Aún pasado este tiempo se acerca público a agradecerles aquello», dice.
Los Titiriteros tienen claro que la imagen es la mejor manera de llegar a todas partes y que es fundamental hacerlo con un profesional. En este acompañamiento está Alberto desde el estudio lo mismo para una empresa de deportes que de temas médicos o una institución. También para trabajos más artísticos como un «booktrailer» para una poetisa o el que se verá en breve relacionado con la gran fiesta de San Jorge. «Son encargos muy variados pero creo que voy consiguiendo mi sello y eso me gusta», concluye.